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Amor En Exilio

Amor En Exilio

Status: En proceso
Genre:La Vida Después del Adiós / Reencuentro
Popularitas:2.1k
Nilai: 5
nombre de autor: KeliindA RojanO C.

Soy Salma Hassan, una sayyida (Dama) que vive en sarabia saudita. Mi vida está marcada por las expectativas. Las tradiciones de mi familia y su cultura. Soy obligada a casarme con un hombre veinte años mayor que yo.

No tuve elección, pero elegí no ser suya.

Dejando a mi único amor ilícito por qué según mi familia el no tiene nada que ofrecerme ni siquiera un buen apellido.

Mi vida está trasada a mí matrimonio no deseado. Contra mi amor exiliado.

Años después, el destino y Ala, vuelve a juntarnos. Obligándonos a pasar miles de pruebas para mostrarnos que no podemos estar juntos...

NovelToon tiene autorización de KeliindA RojanO C. para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Cartas

Mi mirada fija en él, cargada de una mezcla de resentimiento y una vieja herida que se negaba a cicatrizar.

"¿Qué nos pasó, Salma?", su pregunta resonó en el aire, y de repente, la represa de mis emociones se rompió. Ya no pude seguir conteniéndolo.

La indignación, el dolor, la confusión de tantos años, todo se agolpó en mi garganta.

—¿Qué nos paso?— repetí, con mi voz temblorosa al principio, pero ganando fuerza con cada palabra. —La pregunta es, ¿por qué no volviste como me lo prometiste?—

Mis manos se apretaron involuntariamente sobre los planos, arrugándolos ligeramente.

La imagen de aquel día, de su partida, de la promesa de un pronto regreso, se proyectó vívidamente en mi mente.

Las semanas se convirtieron en meses, los meses en años, y la espera se transformó en una herida abierta.

—Ni siquiera te tomaste la molestia de llamarme— continué, subiendo un poco el tono de mi voz, el dolor se convirtió en un reproche. —Escribirme, no sé, ¡una carta! Algo... Cualquier cosa que me hiciera saber que seguías vivo, que no me habías olvidado por completo— Mis ojos se llenaron de lágrimas que me negué a dejar caer, parpadeando con fuerza. —Me dejaste esperando, Emir. Sola—

En cuanto las palabras salieron de mi boca, vi una expresión compleja cruzar el rostro de Emir. Era una mezcla de sorpresa, incredulidad y una profunda tristeza. Sus ojos se abrieron ligeramente, y por un momento, me pareció ver una chispa de algo que no entendía.

—¿Qué dices, Salma?— Su voz era baja, un susurro, cargada de una emoción que me confundió. —Yo... yo te escribí. Te escribí muchas cartas. Te expliqué todo. Cada semana, sin falta, te enviaba una carta. Pero nunca recibí una respuesta de tu parte—

Me quedé helada. ¿Cartas? ¿Él me había escrito? La idea era tan absurda, tan contraria a mi propia experiencia de abandono, que por un segundo pensé que estaba mintiendo. ¿Cómo podía decir algo así?

—¿Cartas?— Mi risa fue hueca, incrédula, casi histérica. —Emir, ¿de qué hablas? ¡Nunca recibí una sola carta tuya! Ni una. ¿Crees que si hubiera recibido algo, me habría quedado en silencio? ¿Crees que no te habría respondido, que no habría corrido a tu lado si hubieras tenido un problema?— El reproche en mi voz era palpable, mezclado con un creciente desconcierto.

La expresión de Emir se transformó en una de profunda angustia. Se pasó una mano por el cabello, desordenándolo.

—Pero... yo las envié. Cada una de ellas. Te explicaba mis motivos. Te decía que el proyecto se había complicado, que la situación en el país vecino se había vuelto inestable y me habían retenido más tiempo del previsto. Que estaba haciendo todo lo posible por volver, que te extrañaba, que te amaba...—

Mis rodillas flaquearon. La imagen de él, enviando cartas que nunca llegaron, se superpuso a la de mi propia espera solitaria. Un nudo se formó en mi garganta. ¿Podría ser cierto? ¿Podría haber habido una explicación que nunca llegó a mí?

—No... no es posible— susurré, —Yo... yo nunca recibí nada. Ni una palabra. Creí que me habías olvidado. Que habías encontrado a alguien más. Que simplemente... habías decidido no volver—

El dolor de aquel entonces, el dolor de la traición percibida, se mezcló con un nuevo dolor: el de la posibilidad de un malentendido monumental, de una verdad que nos había sido arrebatada. Si él decía la verdad, entonces habíamos vivido en mundos paralelos de dolor y confusión, separados no por la falta de amor, sino por la crueldad del destino o de alguna circunstancia externa.

Emir dio un paso hacia mí, su mano extendida, como si quisiera tocarme, pero se detuvo a medio camino. Sus ojos me suplicaban que le creyera.

—Por favor, Salma. Tienes que creerme. Nunca te habría abandonado. Nunca. Te amaba más que a nada. Esas cartas... eran mi forma de aferrarme a ti, de mantener viva nuestra promesa. Te decía que esperaras, que aguantaras un poco más, que volvería por ti—

Mi mente estaba en un torbellino. ¿Cartas? ¿Explicaciones? ¿Por qué nunca llegaron? ¿Quién las interceptó? ¿O simplemente se perdieron en el caótico sistema postal de la época? La rabia que sentía hacia él se transformó en una rabia ciega hacia una fuerza invisible que nos había separado.

Miré a Emir, a sus ojos llenos de una verdad que ahora me golpeaba con la fuerza de un huracán.

La historia que yo había construido sobre su abandono, sobre su falta de interés, se desmoronaba a mis pies. Y en su lugar, surgía una nueva historia, una de promesas rotas por circunstancias ajenas a nuestra voluntad, de un amor que quizás nunca murió, solo se perdió en el camino.

El lodo bajo mis botas, los planos arrugados en mis manos, y el problema de la cimentación... todo se desvaneció. Solo existíamos nosotros dos, en medio de la obra, con años de malentendidos y dolor flotando entre nosotros, esperando ser desenterrados. Y yo, en este momento, no sabía qué pensar, qué sentir, ni qué decir. Solo sabía que nuestra historia era mucho más compleja y trágica de lo que jamás había imaginado.

POV EMIR

Su negación era tan rotunda, tan sincera, que por un momento, la duda me asaltó. ¿Podría ser? ¿Podría ser que mis cartas nunca hubieran llegado?

Pero no, era imposible.

Las escribí con tanto cuidado, con tanta esperanza. Cada palabra era un pedazo de mi alma, una promesa de mi regreso.

Vi cómo su expresión cambiaba, cómo la incredulidad se mezclaba con una nueva y dolorosa comprensión. Y en ese momento, el peso de todo lo que habíamos perdido, de todos los años de malentendidos, se cernió sobre nosotros.

Ella no había recibido mis cartas. Nunca.

La rabia, el dolor, la frustración de años de silencio, de una separación que no había sido por falta de amor, sino por un cruel giro del destino.

Di un paso hacia ella, extendiendo mi mano, queriendo tocarla, consolarla, pero me detuve.

No era el momento.

Había algo más pesado en mi corazón, algo que necesitaba decir, algo que había estado guardando desde el día en que regresé.

La miré a los ojos, mis propios ojos estan llenos de una verdad que me quemaba por dentro.

—Cuando finalmente pude regresar, cuando la situación se estabilizó y pude salir de aquel infierno, lo primero que hice fue buscarte. Soñaba con este momento, con volver a verte, con cumplir mi promesa. Con la vida que habíamos planeado—

Mis ojos se clavaron en los suyos, y vi la comprensión. —Pero no te encontré, Salma. En tu lugar, encontré esto— Mi mirada abarcó el anillo en su dedo, el brillo sutil de una vida que no era la mía. —Me encontré con que ya te habías casado. Y con que tienes... una hija—

El aire se escapó de mis pulmones. La imagen de ella, con otra vida, con otra familia, era un puñal en mi corazón.

—Quien se quedó con mis cartas— suspire, —también se quedó con todos mis sueños. Porque la vida que ahora tienes, Salma...—

Me incliné, mi frente buscó la suya. La apoyé suavemente, sintiendo el calor de su piel, el roce de su cabello.

Nuestros alientos se mezclaron, y en ese momento, el mundo exterior dejó de existir.

En medio del caos de la obra, con años de dolor y verdades no dichas entre nosotros.

—Esa vida— susurré contra su frente, y mis ojos cerrados, —esa vida debió ser conmigo—

El silencio se cernió sobre nosotros, roto solo por el latido frenético de mi propio corazón. Y algo que no podía negar, algo que se aferraba a mí con una fuerza que el tiempo no había podido borrar, era la cruda y dolorosa verdad: la seguía amando.

La amaba como nunca.

Y la vida que había planeado, la vida que me habían robado, era la única que yo quería...

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Alisson
Esta interesante 😌
Isabel...
Me gusta, tiene un inicio atrapante😍😊
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