Eros y Lyra descubren que están unidos por el lazo más poderoso: son compañeros destinados. Sin embargo, las heridas del pasado convierten ese vínculo en una lucha constante para Lyra, quien intenta resistirse a lo inevitable. Pero el llamado del destino es más fuerte, y poco a poco, la atracción entre ambos comienza a derribar las barreras que los separan.
La cercanía se intensifica cuando Eros y Lyra emprenden un viaje en busca de respuestas sobre los inquietantes cambios que ella experimenta. En el camino, descubrirán que el mundo está tejido de secretos oscuros: brujas que juegan con el destino, vampiros que ocultan verdades prohibidas y Doppelgängers que amenazan con cambiarlo todo.
Te invito a caminar bajo la misma luna con Eros y Lyra en busca de respuestas.
NovelToon tiene autorización de Rachel M. para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 18
Lyra
Una hora más tarde, escucho voces en el pasillo que se acercan hacia la habitación.
Ha llegado.
Camino hacia la puerta, pero me detengo en seco cuando la voz de Ayla se mezcla con la de Eros. La rabia me arde en el pecho al imaginarla tan cerca de él.
—Eros, debes ayudarme —dice Ayla con un tono que no me gusta.
—Ya te dije que no tengo tiempo. Arréglatelas como puedas —responde él, cortante.
La puerta se abre y los veo a ambos. Ayla entra detrás de Eros, que se detiene en seco al verme. Venía tan distraído que ni siquiera se percató de mi aroma.
“Venía distraído con ella”, gruñe mi loba con desdén.
—Lyra —susurra Eros, sorprendido.
—Eros —respondo tajante.
—¡Joder! ¿Qué le pasó a tus ojos? —pregunta Ayla al verme. Yo alzo una ceja, sin decir nada. Mi silencio es suficiente para mostrar mi disgusto al verla tan cerca de mi compañero.
“Algo que no sabe… porque alguien no quiere que lo sepa”, murmura mi loba.
—¿Privacidad? Ok, lo entiendo —dice Ayla antes de salir de la habitación y cerrar la puerta.
Eros avanza hacia mí con el ceño fruncido.
—¿Cuándo despertaste? ¿Por qué nadie me avisó? ¿Qué haces aquí?
Me muevo un paso hacia atrás, manteniendo la distancia.
—Desperté hace un par de horas. Supongo que no te avisaron porque creyeron que ya estabas conmigo, ya que vine a buscarte —respondo entre dientes.
—No tenías que venir. Yo habría ido. Debes descansar un poco…
—Ya descansé demasiado —lo interrumpo, firme.
—¿Qué te pasa? —pregunta acercándose de nuevo. Yo retrocedo otro paso.
—No huyas de mí, nena.
Lo miro fijamente, conteniendo la ira que hierve bajo mi piel.
—¿Precisamente ella tenía que estar contigo? —escupo las palabras con un nudo en la garganta.
Eros parpadea, como si recién comprendiera la razón de mi actitud. Da un paso más, su mirada se suaviza, pero su voz suena áspera.
—Nena, no te pongas así. Ayla debía ir a su manada y aproveché para ir yo también a resolver unos asuntos —dice mientras se acerca aún más y acuna mi rostro entre sus manos—. No deberías sentirte amenazada por ella, recuerda que soy tu compañero; por ende, te pertenezco.
Y lo sé, en el fondo lo sé. Sé que es mío, al igual que yo soy de él. Pero odio estar en esta situación; mi rencor ha podido más que el vínculo con mi compañero.
¿Por qué tuvo que comportarse como un idiota? ¿Por qué no pudo simplemente aceptar lo que sentía por mí?
“Es hombre, obviamente no piensa en las consecuencias de sus actos”, responde mi loba como si fuera lo más lógico del mundo.
Miro a mi compañero, que me observa con intensidad, y me doy cuenta de que él ha sido el único que no me ha preguntado por mis ojos.
“Estábamos ocupadas reprochándole lo de Ayla, así que lo del color de ojos quedó en segundo plano”, murmura mi loba con fastidio.
—¿Por qué no me has preguntado por mis ojos? —pregunto de repente.
Él frunce el ceño, confundido.
—Ayer, cuando despertaste, ya los tenías así —responde.
—¿Ayer? —repito, perpleja.
—¿No recuerdas nada? —pregunta, y niego con la cabeza—. Bueno, tal vez estabas muy drogada como para recordarlo. Ayer, cuando estaba contigo, despertaste. Decías cosas como que hablaste con la Diosa Luna… y ya tenías los ojos de ese color.
—¿Me crees? —pregunto de golpe, mi voz apenas un susurro.
—¿Qué? —responde sin entender.
—¿Me crees cuando te digo que hablé con la Diosa Luna?
Él me observa en silencio, como si no supiera qué pensar.
—Me parece extraño, ya que es algo poco probable… pero a ti sí te creo —dice al fin, acercándose más hasta dejar su cuerpo pegado al mío—. Confía en mí, yo siempre te creeré. Pase lo que pase, aunque sea una completa locura, yo te voy a creer.
Su aliento se mezcla con el mío. Su cercanía, su calor, su aroma… todo en él me nubla los sentidos. Y cuando creo que me va a besar, se aleja de golpe y se da media vuelta. Mi cuerpo reacciona extrañando al instante su proximidad. Lo miro, confundida, y noto cómo sus ojos se tornan más oscuros: su lobo está presente.
—¿Qué pasa? —pregunto con cautela.
—Tengo un pequeño problema… solo quédate donde estás —responde con la voz grave, como si le costara mantener el control.
Tardo unos segundos en entender a qué se refiere y siento que la sangre me sube al rostro.
“Joder, Lila. Contrólate”, le digo a mi loba.
“No soy solo yo, chica… tú también lo deseas”, responde con sorna.
Mis mejillas arden. La habitación debe estar impregnada con mi aroma, con la evidencia de mi deseo, y lo peor es que no puedo disimularlo.
—Lyra… trata de controlarte —gruñe Eros, sacándome de mis pensamientos—. Joder, nena… me lo estás poniendo difícil.
Su voz ronca, cargada de necesidad, hace que mi cuerpo tiemble. Lo observo, sus músculos tensos, la mandíbula apretada, sus ojos brillando en la penumbra. Una parte de mí quiere obedecer, la otra quiere provocarlo aún más.
Doy un paso hacia él, temblando, y sus ojos oscuros se clavan en mí como si quisiera devorarme.
—¿Y si no quiero controlarme? —susurro, apenas audible.
Un gruñido profundo brota de su pecho y en un instante está frente a mí, acorralándome contra la pared. Su respiración agitada roza mi rostro, y sus manos se apoyan a cada lado de mi cuerpo, encerrándome por completo.
—No sabes lo que estás provocando, Lyra —advierte con la voz ronca, luchando contra su propio instinto—. Si sigues así… no voy a poder detenerme.
El gruñido en su pecho me estremece, pero en lugar de asustarme me atrae aún más. Mis labios tiemblan bajo su mirada, y antes de pensarlo alzo la mano para rozar su rostro.
Él cierra los ojos un instante, como si aquello fuera la chispa que faltaba para romper su autocontrol. Y entonces ocurre: su boca captura la mía con una urgencia arrebatadora. Es un beso áspero, lleno de necesidad, de deseo contenido demasiado tiempo.
Siento cómo su cuerpo me aplasta contra la pared, reclamándome, mientras sus manos recorren mis costados con desesperación. Mi lobo aúlla dentro de mí, feliz, y el calor que me invade es tan intenso que sé que estoy perdida.
—Eros… —susurro contra sus labios, apenas con aire.
—Eres mía —gruñe, antes de volver a besarme con más fuerza.
—¡Eros! —la voz de Ayla atraviesa la madera—. Necesito hablar contigo ahora.
Mi corazón se detiene. El deseo se disipa, reemplazado por la rabia. Lo miro, buscando en sus ojos alguna señal de lo que hará.
Él cierra los puños, la respiración agitada, y me lanza una mirada que promete que esto no ha terminado.
—¡Largo! — grita Eros.
—Enserio necesito hablar contigo y con Lyra también — dice Ayla haciendo que Eros y yo nos miremos.
Su cabello está algo alborotado clara evidencia de lo que paso hace un momento, veo en los ojos de Eros que está en una lucha de si abrir o no la puerta.
—Abre — le digo y veo la sorpresa en sus ojos—quiere hablar con ambos y se escucha preocupada — le digo.
—Y lo estoy, estos es preocupante. Así que habré la puerta Alfa descarrilado — le grita Ayla.
Eros suelta un gruñido exasperado, yo trato de recomponer mi respiración antes de Eros abra la puerta.