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Amor En Tiempos De Guerra

Amor En Tiempos De Guerra

Status: En proceso
Genre:Aventura / Amor prohibido / Amor a primera vista / Amor en la guerra / Romance oscuro
Popularitas:820
Nilai: 5
nombre de autor: Tania Uribe

Yo antes era una espía y asesina respetada por todos, temida por todos, la más importante y reconocida por todos aquellos que oían mi nombre temblaban del terror y la desesperación que sentían al oír de mí. Creía que lo tenía todo, incluso creía que tenía a mi lado a un hombre que me amaba y respetaba como mujer y compañera de equipo. Desgraciadamente estaba muy equivocada y terminé por ser traicionada por él y por la gente que creía que me era leal, pero ni siquiera eso.

Ese día perdí todo y terminé por ser arrestada, humillada, maltratada, casi violada por uno de los custodios que me llevaba a ser finalmente encarcelada, sin juicio alguno en cual pudiera defenderme; era frustrante dado que yo fui una de las personas que propuso que todo criminal, sin importar su rango no tendría un juicio sino que en cambio iría directamente a "Azgaard" la más cruel y sanguinaria cárcel clandestina que el mismo maldito Hitler autorizó sin haber consultado a sus generales y consejeros.

NovelToon tiene autorización de Tania Uribe para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 17.

MAXWELL

Pasaron seis meses desde Sofía llegó a Azgaard y a mi vida ella se convirtió en mi amante exclusiva.

Muchas cosas sucedieron desde ella puso un pie en Azgaard, para empezar Sofía una noche llegó muy molesta hasta el punto en que empezó a romper cosas, apenas pude calmarla y logré que me dijera qué era lo que estaba pasando. Mencionó aún muy enojada que una de las reas quiso convencerla de tomar su lugar como mi amante.

Sin embargo Sofía le dejó muy en claro que la única que podía estar en mi cama era nada más que ella. Sólo mi Sofía podía estar en mi cama. Pero aún así eso no evitó que esa rea provocara problemas innecesarios, no pudo evitar sentir envidia al ver que sólo yo tenía ojos para Sofía, cosa que hizo que esa rea la hiciera cambiar para mal.

La envidia la carcomía a tal grado que incluso estuve a punto de matarla yo mismo, pero Sofía no me lo permitía debido a que ella prefería encargarse de esa mujer ella misma. Para mí esa rea era alguien molesto, la dejaba vivir porque Sofía así lo quería y ella jamás decía el por qué de ello.

Esa mujer estaba encaprichada conmigo, porque no le cabía en la cabeza que un hombre la rechazara e ignorara. Era seguro que esa mujer antes era el centro de atención de donde provenía y el simple hecho de no ser mirada y vista por el hombre que le gusta era un calvario para ella.

Continuó con la idea de reemplazar a Sofía una y mil veces a espaldas de ella y mías. Pese a que le di muchas advertencias y muchas de estas habían sido severas y crueles, pero no entendía. Aunque dicha ambición fue declinada cuando ya había transcurrido un mes desde la llegada de la mayoría de las reas a la cárcel.

Y eso debió a gran parte porque una madrugada, Sofía no había venido a mi oficina como habíamos acordado para evitar que esa rea la descubriera yendo a mi oficina luego del trabajo, pero ella no llegó y eso me preocupó y desconcertó al mismo tiempo.

Así que salí de mi oficina y me dirigí a las celdas de las reas, fui yo mismo a buscarla, a su celda. Al llegar la vi recostada en la cama afiebrada y con mucho frío, tanto que se cubría más y más con el edredón, mientras que las otras reas estaban poniendo en su frente paños fríos y húmedos.

Tanto ella como las demás reas se mostraron incrédulas y sorprendidas al verme acompañado de un par de Celadores que luego de abrir la celda se quedaron afuera esperando mis órdenes.

Noté el alivio en su rostro cuando me vio. Estando con ella siempre sentía seguridad e incluso felicidad. También había notado un brillo en sus ojos, que me hizo sentir más que feliz.

Ambos al vernos supimos de inmediato qué era lo estaba pasando. Pero estaba seguro de que ella no quería decirme nada hasta estar totalmente segura. Y al verla lo supe. Ella estaba embarazada. Finalmente había logrado poner mi semilla en ella.

Ese niño era lo único que me hacía seguir cada día estando en Azgaard, deseando tanto que él o ella llegase a mi vida sabiendo que en algún momento tendría que sacar a Sofía del país, pero en ese momento sólo pensaba en tenerla a mi lado ya que ella estaba embarazada. Estando en sus brazos me sentía liberado, no era un Celador, ni Alcaide de Azgaard, claro que no. Y ella tampoco era la prisionera número setenta y cinco.

Muchas veces era ella la que comenzaba primero besando mi cuello para después desabotonar un par de botones de su blusa y luego de los de mi camisa para poder acariciar de forma seductora mi pecho, estando sentado en mi silla del escritorio conmigo, abrazándome, para luego sentarse en mis piernas distrayéndome de mi trabajo con la intención de seducirme hasta la cama, lo cual siempre funcionaba.

Era ella la que muchas veces la que quería hacer el amor de manera exigente y frenética. Mientras que yo sólo quería que me acompañara para charlar. En muchas ocasiones sólo quería tenerla en mis brazos y abrazarla o que ella me abrazara. Pero un sólo beso que ambos compartíamos era suficiente para hacernos perder la razón y caer bajo el poder la tentación y el deseo del placer.

Al verla en su celda, acostada en cama enferma y siendo atendida por sus compañeras de celda y la loca de la rea que soñaba con ser mi amante. Esta se puso frente mío tomándome de las solapas de mi uniforme.

—¡Aléjese de ella, esta noche sádico enfermo pervertido!—Esa mujer me tenía harto—. Sofía no estará otra vez con usted, está enferma. Usted le ha quitado sus fuerzas con el sexo y los trabajos forzados en la fábrica, y por su culpa... ella está enferma y no es justo—. La miré buscando su mirada y desde mi altura le grité con voz amenazante y directa:

—¡¡¿Cómo te atreves a ponerme tus sucias manos encima y a interponerte en mi camino?!! ¡¡Quita tus sucias manos mi cuerpo mocosa!!—Le grité—. O yo mismo haré que te dejen sin manos.

Vine por Sofía y ni tú ni nadie va detenerme. Ella siendo mi amante su lugar es conmigo y viendo lo enferma que está con más justa razón debe venir conmigo.

Yo soy el único que tiene el derecho de cuidarla cuando ella esté enferma. Sí fuera por mí ella no estaría en esta pocilga llena de ratas, pero... por tu culpa... ella no ha querido mudarse conmigo debido a razones que ella no ha querido decirme.

Eres una molestia... me encantaría acabar con tu patética e insignificante vida con mis propias manos. Me encantaría desaparecerte de la faz de la tierra. Ya es mucho trabajo el tener que contener mis deseos de verte en fosa común acompañando a los que se han atrevido a desafiarme. Y sobretodo... por verte interponerte en mi camino todo el tiempo, cuando se trata de Sofía. ¡¡NUNCA vuelvas a cruzarte en mi camino!! ¡¡Eres REPUGNANTE!!

¡¡Sal de mi vista estúpida rusa!! Me llevaré a Sofía a donde se me dé la GANA, no eres nadie para evitarlo. Ella me pertenece, y tú vete al infierno... ¡¡¡DESAPARECE!!!—La tomé con firmeza de las manos dado que aún sujetaba mi ropa, su toque me incomodaba y me daba asco.

Me quité de encima a la pelirroja y me quité los guantes tirándolos al suelo, al haber sido tocados por ella... era como haber sido tocado por algo peor que una peste mal oliente. Al ver su expresión me di cuenta de que mi acción le habido sido recibida como una cachetada en el rostro.

Me agaché junto a Sofía y ella estaba muy pálida, quité el paño de su frente y la toqué tenía fiebre y era algo preocupante. Toqué su mejilla izquierda mientras ella me miraba con una ligera sonrisa demostrándome que ella era fuerte. Cuando en realidad estaba más que débil y enferma.

Quité de su cuerpo el edredón que la cubría de la cama y la tomé en brazos, ella vestía un camisón blanco y su cabello estaba suelto y le llegaba a la espalda. Rodeó mi cuello con sus brazos y lánguida apoyó la cabeza entre mi cuello y mi hombro izquierdo respiró profundo y eso la calmó en gran medida.

—No estoy enferma, Maxwell Fürstenberg...—Mumuró muy somnolienta y cansada.

—Lo sé, estás embarazada. Una mujer embarazada y enferma, no tiene esa expresión tan tranquila y calmada, feliz y encantadora, tal y como me lo estás mostrando. Ven conmigo, voy a cuidarte y una mujer en tu estado debe estar bien atendida. Es mi deber como Padre de nuestro hijo.

Siendo la madre de mi hijo no puedes seguir viviendo dentro de una pocilga como esa, pero eres tan orgullosa que ni me querías hacer caso. Ahora ya no tienes más excusas para quedarte en ese lugar. Llevando a mi hijo en tu vientre me perteneces por completo. Lo esperaba con ansias. Eres completamente mía Sofía Klein—.

Ignoré todas aquellas expresiones incrédulas de las personas que habían escuchado mis palabras. Tampoco hice caso al impacto que provoqué por todo el pasillo llevando fuera de las celdas a Sofía en mis brazos. Sólo quería protegerla, cuidarla y no despegar la vista de ella. Ella se convirtió en mi mayor debilidad pero a la vez en mi mayor fortaleza.

Desde aquella noche no volvió a su celda junto a la pelirroja. Hice de mi despacho un hogar para Sofía y mi hijo. Seguramente muchas de las presas creían que Sofía era una traidora pero para mí era la mujer que tanto deseaba que llegara a mi vida. 

(***)

Los síntomas desagradables del embarazo cesaron cuando Sofía llegó al tercer mes de embarazo y este comenzaba a notarse un poco. Su embarazo había sido confirmado así como también el hecho de que estábamos esperando gemelos lo cual me hizo desear aún más proteger a Sofía y tenerla a mi lado en mi despacho como mi secretaria y mi mujer, principalmente.

Había pedido a la cocina que se hiciera una dieta exclusiva para Sofía, lo cual hizo que sus antojos fueran mayores. Sofía me ayudaba bastante como mi Secretaria, pese a que estaba embarazada de gemelos eso no la detuvo para que volviera a su rutina normal. Ella estaba al tanto de todos los asuntos relacionados con la cárcel, la Tercer Reich y sobretodo estaba muy atenta a lo que estaba haciendo el bastardo que la arrestó y traicionó, ella quería vengarse y por supuesto que la iba a ayudar.

Ella comenzó a aprender varios oficios para que cuando llegara el momento de salir de la cárcel, ella tendría que valerse por sí misma y cuidar a nuestros hijos. Ya que al ser liberada en algún futuro cercano ella no tendría nada de dinero para sobrevivir.

A diferencia de las reas, Sofía pudo elegir un oficio dentro de una fábrica. De hecho pudo no haber elegido nada y simplemente quedarse pegada a mí las veinticuatro horas del día. Incluso pudo haberse mudado conmigo desde el principio. Pero ella era demasiado testaruda. Deseaba tenerla pegada conmigo, dispuesta a calmar mis demandas sexuales, lo cual no le molestaba en nada y sobretodo porque sus hormonas estaban muy alborotadas.

Me ponía muy nervioso no verla en mucho rato, tenía que protegerla y controlar todo lo que había alrededor de ella para cuidarla estando embarazada.

Era bien sabido que yo la sobreprotegía dentro de Azgaard y sobretodo que éramos amantes y debido a ello Sofía gozaba de privilegios y comodidades que muchas de las reas envidiaban. Entre estas ser mi secretaria...

El oficio de Sofía de ser costurera fue uno de los tantos que comenzó a planearse y a llevarse a cabo dentro de Azgaard. Siguiendo con la lavandería, panadería y repostería con la intención de evitar más fugas y muertes innecesarias.

La idea la construcción de esas fábricas en la cárcel había sido con la intención de mantener a las reas tranquilas y sobretodo a mi salud mental. Deseaba tener a Sofía bajo a atento resguardo y protección de mis enemigos y de ella también que eran más de los que yo tenía. Así como algunas reas y Celadores, pero también gente de fuera.

Entre estas estaban enemigos de mi Padre, también enemigos míos. Incluso algunos de Sofía que la mayoría estaban muertos bajo la acción de su propia mano. A pesar del cuidado que había tenido...

Una mañana que salí a supervisar a los Celadores... una de las reas provocó un escándalo y empezó a gritar:

"—¡¡¡Esa traidora pronto conocerá el infierno al cual pertenece!!!—"

Gritó desquiciada y ordené que la ejecutaran antes de que provocara más problemas.

Al volver al despacho vi a Sofía recostada en el sofá durmiendo tranquilamente con una mano sobre su vientre de ya cuatro meses.

Había pasado un mes desde que ella se mudó conmigo y el verla cada minuto, cada hora, cada segundo eran una bendición para mí. Me acerqué a ella y toqué su vientre que apenas estaba creciendo pero era lo suficientemente visible para saber que ella sería Madre.

Entonces ella se removió en el sofá y abrió los ojos somnolienta y sonrió al verme.

—¿Qué pasa? ¿Por qué tienes esa cara?—Preguntó con voz somnolienta.

—No es nada, sólo quería ver cómo estabas...—Frunció el ceño ligeramente y se incorporó del sofá tomando asiento en él.

—Te conozco bien, sé que algo pasó. Pero no te voy a presionar para que me lo digas, estaré aquí cuando me lo quieras decir—. Sus palabras me reconfortaban y eso era suficiente para poder seguir adelante.

—Te amo...—Le confesé y ella sonrió tomando mi mano que aún estaba sobre su vientre crecido.

—Yo también te amo—. Me recosté con ella en el sofá y la atraje hacia a mí abrazándola por detrás. No deseaba soltarla por nada del mundo, ella era mi vida, mi mundo, la razón por la cual seguía respirando.

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