Luego de una decepción amorosa Lila viaja a Londres buscando la contención de su padre pero en el camino encuentra algo más que solo amor y contención familia. Una nueva historia da comienzo en medio de toda su crisis sentimental.
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capítulo 18
Vladímir no dijo ni una palabra cuando Lila tomó su brazo y lo arrastró fuera del hotel. Caminó en silencio a su lado, manteniéndola cerca mientras esquivaban miradas, susurros y móviles alzados capturando la escena. Apenas cruzaron la puerta principal, Vladímir giró ligeramente su rostro para observarla. No dijo nada. Solo caminó con determinación hacia su coche negro, estacionado a pocos metros. Cuando llegaron, le abrió la puerta con calma y la ayudó a subir sin emitir palabra alguna.
Apenas subió al asiento del conductor, divisó a lo lejos la figura de Dimitri saliendo con pasos apresurados del hotel. Su mandíbula se tensó y, sin más, arrancó antes de que este pudiera acercarse.
El motor rugió suavemente y la ciudad comenzó a avanzar a su alrededor. Lila respiraba agitada, aún con el pulso acelerado. El silencio en el interior del coche era espeso, casi abrumador. Vladímir no la miraba, mantenía la vista al frente, completamente sereno.
En un semáforo, Lila por fin habló, con voz algo temblorosa.
—Vladímir... yo…
No terminó la frase. Él giró el rostro hacia ella con una rapidez inesperada, sujetó su cuello con firmeza pero sin brusquedad, y la besó.
No fue un beso furioso ni impulsivo. Fue lento, sentido, casi reverente. Sus labios se rozaron con delicadeza al principio, como si se reconocieran por primera vez, y luego se fundieron con una pasión contenida que a Lila le cortó la respiración. El mundo pareció desaparecer alrededor. No había bocinas, ni luces, ni tráfico. Solo estaban ellos dos, respirando el mismo aire, compartiendo el mismo instante.
Cuando se separaron, ella apenas pudo mantener los ojos abiertos, aún temblando.
—Prefiero recordar nuestro primer beso como uno robado —dijo Vladímir con una ligera sonrisa mientras retomaba su posición al volante— antes de uno como el que me diste antes, impulsivo y lleno de rabia.
—Tú…
—¿Qué? —La miró de reojo—. ¿Acaso no te lo advertí, princesa? Yo no soy un juguete. Ni tampoco un santo. A cada acción que hagas, responderé de la misma forma.
Lila desvió la mirada hacia la ventana, sintiendo cómo el rubor le teñía las mejillas. Pero no dijo nada más. Había algo en su pecho que latía distinto.
El resto del trayecto fue tranquilo. Vladímir conducía con una calma que contrastaba con el remolino de emociones que bullía en Lila. Cuando por fin llegaron, un portón de hierro se abrió frente a ellos y los condujo hacia una hermosa casa de estilo clásico con jardines cuidados y detalles artísticos en cada rincón.
Elena los esperaba en la entrada junto a Leo y el padre de Lila. Todos vestían con sencillez, pero con elegancia. En cuanto bajaron del auto, Elena se acercó con los brazos abiertos.
—¡Lila, querida! Qué gusto tenerte con nosotros —exclamó con su tono cálido habitual—. Y tú también, Vladímir, gracias por traerla.
—El gusto es mío, Elena —respondió Lila, dándole un beso en la mejilla.
—¡Lila! —Leo la abrazó con una sonrisa—. Estás más guapa que nunca. Se nota que Londres te sienta bien.
—Gracias, Leo. Tú tampoco estás nada mal, el viaje parece haberte renovado —bromeó ella, devolviéndole el abrazo.
El padre de Lila, Sergei, con su porte serio y mirada aguda, le dio una leve palmada en el hombro.
—Me alegra verte, hija.
—Yo también, papá. Gracias por recibirme.
La mesa ya estaba servida en la terraza. Una vajilla elegante, copas de cristal y platos con aromas que abrían el apetito. Elena los guió a todos a sentarse, y pronto la conversación fluyó entre risas, historias del viaje de Leo y alguna que otra anécdota de familia.
—¿Y qué tal tu nuevo proyecto de modas, Lila? —preguntó Elena mientras servía vino.
—Va bien… lento, pero con pasos firmes. Tengo un equipo maravilloso, y Carla mi amiga, me ha ayudado muchísimo.
—Lo imagino —dijo el padre de Lila con una leve sonrisa.
—¿Por cierto donde está ella y Dimitri…? —intervino Leo, mirando a Vladímir—. ¿No habías dicho que venían detrás de ustedes?
—Debe estar por llegar —contestó Vladímir, justo cuando el timbre sonó.
Poco después, la puerta se abrió y Dimitri apareció, impecable como siempre, con Carla del brazo. Ella llevaba un vestido sencillo color mostaza que realzaba su tono de piel. Su melena suelta caía como una cascada dorada por su espalda y al ver a Lila le lanzó un guiño rápido.
Dimitri, por su parte, al ver a Vladímir frunció ligeramente el ceño.
—Buenas tardes —dijo, mirando directamente a su amigo y luego a Lila—. Lamento el retraso.
—Llegas justo a tiempo —respondió Elena con una sonrisa amable—. Siéntense, por favor.
Los recién llegados tomaron asiento. Carla se ubicó al lado de Lila y Dimitri frente a Vladímir, no sin antes lanzar una mirada fugaz que no pasó desapercibida.
—Vaya —dijo Carla al inclinarse hacia Lila en voz baja—, esto sí que es una comida de alto voltaje. ¿Desde cuándo las reuniones familiares se parecen a una telenovela?
Lila apenas pudo reprimir una risa nerviosa. El ambiente era tenso, pero nadie hablaba al respecto.
—Así que tú eres la amiga de Lila —dijo Leo a Carla mientras tomaba un sorbo de vino—. Ella ha hablado mucho de ti.
—Espero que cosas buenas —respondió Carla sonriendo.
Elena le lanzó una mirada lateral. —Vaya… qué respuesta más divertida. ¿Siempre eres así de espontánea?
Dimitri ladeó la cabeza, mirándola fijamente.
—Solo cuando me siento cómoda.— respondió con otra sonrisa Carla.
Lila solo la acompaño y Dimitri la miró fugazmente por unos segundos y luego volvió a concentrarse en su comida. Le gustaba como se desenvolvía con su familia. De pronto Elena volvió a hablar, pero esta vez dijo.
—Bueno, ¡brindemos! Por el regreso de Leo, por la familia y amigos, y porque esta mesa esté llena de historias, risas y quizás… nuevas oportunidades.
Las copas se alzaron. Todos brindaron, aunque algunas miradas se cruzaron cargadas de significado. Carla y Dimitri, evitando decir lo que bullía entre ellos. Vladímir, que apenas apartaba la vista de Lila, y ella, que aún podía sentir el eco del beso en sus labios.
El almuerzo siguió entre platos deliciosos, confesiones suaves y algunas bromas. Pero en el aire flotaba algo más… una tensión palpable, una promesa de que nada volvería a ser como antes.
dañó a su familia por un desliz que ni siquiera fue seguro.
Su madre se merecía eso por dañar todo.
Pero Lila no
Básicamente ellos dañaron la relación de sus hijos.
TODO.
Ella traicionó a su familia, y luego hizo escoger a sus hijos, más que nada el hecho de que el otro se enteró de la peor forma, no fue capaz de nada.
le segunda el padre al no ser fuerte y dejarla a tiempo, que dañó a sus hijos.
y para colmo ella se descarga con su hermano que no tiene culpa, no es obligación querer hablar con su madre
Que fastidio cuando dices algo y no cumplen, yo me largaba de ahí 🙄🙄
dos hermanos y ahora con quién. dioooooos que dilema