BDSM ¿Abuso O Placer?

La velada termina, y Vittorio decide no forzarla, no apresurarla a tomar decisiones. Necesita que esté dispuesta y decidida a dejarse guiar por él.

El mesero trae la cuenta, y Vittorio se levanta como el caballero que es. Coloca su mano en la espalda de Giorgia, haciéndola tensarse al instante. Es tanto el deseo que le provoca que no puede evitarlo.

—Vamos, yo te llevo, Giorgia —dice con una sonrisa ladeada.

Ella baja la mirada, luego vuelve a verlo y le devuelve la sonrisa.

—Muchas gracias, Vittorio.

—No debes agradecerme. Recuerda, yo me preocupo.

Ambos caminan por el pasillo del lujoso restaurante hasta llegar afuera. Un auto negro los espera. Vittorio le abre la puerta con la misma naturalidad con la que respira, cada pequeño gesto derribando la imagen peligrosa que Rodrigo quiso implantar en su mente. Tal vez lo sea, pero si lo es, lo descubrirá por sí misma. Será un riesgo que está dispuesta a correr. Además, si Vittorio es lo que dice ser, le mostrará a Livia lo que es un dominante real, no las ideas distorsionadas que circulan por ahí.

Sube al auto, y él cierra la puerta antes de rodear el vehículo y tomar el volante. Recorren las calles de Milán mientras Vittorio la observa de reojo de vez en cuando. Es hermosa, y esa aura de nobleza que la envuelve lo atrae sin remedio.

—¿De verdad lo que viste no fue demasiado fuerte para ti? ¿Estás bien? —pregunta sin apartar del todo la vista del camino.

Giorgia lo mira y asiente.

—Estoy bien, Vittorio —responde mientras le escribe a Pia, disculpándose por no pasar a buscarla en la "cueva".

—Si algo te molesta, debes decírmelo, ¿de acuerdo? —advierte con calma—. Tómate el tiempo que necesites para pensar en mi propuesta.

Ella lo observa con atención, mordiendo su labio un instante antes de preguntar:

—¿Por qué yo, Vittorio? ¿No prefieres a alguien con experiencia?

Él niega sin dudarlo.

—En lo absoluto. Te quiero a ti, porque sé que eres perfecta para mí. Porque, entre todas, tú captaste mi atención. Porque me cuesta no pensar en ti.

Su respiración se corta por un momento. Giorgia queda pegada al asiento como si el auto fuera a toda velocidad. Su cuerpo tiembla, y su aliento se entrecorta.

«¿Cómo puede soltarme palabras así, tan tranquilo?» protesta en su cabeza.

—¿Siempre eres tan directo?

Vittorio sonríe.

—Soy un hombre que sabe lo que quiere. No estoy para rodeos. Podría darte una lista de razones por las que no deberíamos estar juntos, pero no lo haré.

Su voz es firme, su mirada intensa. Sigue conduciendo, pero sin perder detalle de sus reacciones.

—Podría ser demasiado oscuro para toda tu luz —continúa—, pero esto no se trata de dominar ni de dejarse pisar.

Suspira y detiene el auto frente al edificio de ella.

—La gente tiene la idea errónea de que ser sumisa es ser débil o menos. También creen que, por ser dominante, uno debe ser déspota y arrogante. No es así.

Toma la mano de Giorgia con firmeza y, sin apartar la mirada de sus ojos verdes, besa suavemente su piel.

—Deja que te demuestre que todo lo que la gente dice sobre esta práctica no es más que desinformación. Déjame mostrarte lo maravilloso de este mundo oscuro.

Giorgia se estremece de nuevo y aprieta las piernas al sentir el efecto de sus palabras en su cuerpo.

—Piénsalo, Giorgia. Y si aceptas, vendré a hablar sobre cómo será nuestra relación.

—¿Relación? —repite sin pensar.

Vittorio asiente con una sonrisa oscura y seductora.

—Sí, relación. Esto no se trata solo de sexo. No se trata de tenerte solo para mi placer, de obligarte o coaccionarte. Para eso, hay mujeres que venden sus servicios. Esto es sobre gusto, deseo y placer mutuo.

Un pequeño gemido escapa de su boca. Un escalofrío le recorre la espalda.

—De acuerdo, Vittorio. Cuando tenga una respuesta, te avisaré.

Vittorio se baja del auto y le abre la puerta.

—Gracias por la cena —susurra ella.

—Gracias por aceptar mi invitación. Buenas noches, Giorgia.

Besa su mejilla con suavidad, pero ese gesto simple la desarma por completo. Su aliento roza su cuello, y ella siente el deseo de que descienda un poco más.

«¿Qué te cuesta besar más abajo?» se queja en su mente.

Él se aleja hacia el auto, y cuando arranca, ella siente una decepción absurda. Esperaba un beso. Tal vez incluso una sesión privada.

«Cálmate, Giorgia. Si quieres todo eso, solo tienes que aceptar... pero esta noche toca pensarlo.»

Suspira y entra al apartamento.

Se siente confundida. No porque lo que vio le haya asustado, sino porque todo lo que sintió al verlo dominar a esa mujer la dejó atrapada.

Los pensamientos feministas de su madre le hacen eco en la cabeza. Siempre le enseñaron que debía llevar la batuta, que debía ser quien ordenara. Pero nada de lo que presenció hoy le pareció degradante. La forma en que la mujer miraba al hombre, cómo él la miraba a ella... Todo la cautivó más de lo que está dispuesta a admitir.

Se deja caer en la cama, suspira y se quita el vestido. Cierra los ojos, pero su mente no se detiene.

De repente, hace algo que jamás había hecho. Su mano recorre su propio cuerpo con delicadeza. Explora cada parte, reconociéndose como si fuera la primera vez. Pero cuando sus dedos llegan al elástico de su panty, reacciona de golpe.

«¿Qué estoy haciendo?»

Esa es la pregunta que la atormenta. ¿Por qué está actuando de esta manera? Siempre creyó que este mundo era opresivo y machista, y ahora...

Se pone de pie y camina al baño, necesita enfriar su cuerpo y calmar su mente. Se ríe negando. Hace un momento deseó a Vittorio. A ese hombre del que Rodrigo le advirtió que se alejara. Y por primera vez en mucho tiempo, está siendo verdaderamente rebelde.

El agua alivia su piel, pero no borra su deseo.

Al salir, envuelta en una toalla, se detiene frente al espejo. Se observa con atención, con una curiosidad nueva. Jamás se había notado de esta manera.

Suspira y sacude la cabeza.

—Ya te pareces a Pia, de pervertida —murmura con una sonrisa.

Se deja caer en la cama, esperando que el sueño la libere de la única cosa en la que puede pensar esta noche: Vittorio.