Cecil Moreau estaba destinada a una vida de privilegios. Criada en una familia acomodada, con una belleza que giraba cabezas y un carácter tan afilado como su inteligencia, siempre obtuvo lo que quería. Pero la perfección era una máscara que ocultaba un corazón vulnerable y sediento de amor. Su vida dio un vuelco la noche en que descubrió que el hombre al que había entregado su alma, no solo la había traicionado, sino que lo había hecho con la mujer que ella consideraba su amiga.
NovelToon tiene autorización de CINTHIA VANESSA BARROS para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPITULO 17
Capítulo 17.
Cecil revisó su agenda con una sonrisa aún dibujada en el rostro. Aunque intentaba concentrarse, los recuerdos de la mañana con Adrien la hacían suspirar de vez en cuando. La calidez de sus brazos, la dulzura en su voz, y cómo la había hecho sentir que, tal vez, merecía algo más que el eterno juicio del mundo. Clara la observaba con discreción desde su puesto. Esa felicidad tan evidente de Cecil le resultaba desconcertante, casi irritante. Había pasado años viéndola como una mujer fría, distante, e incapaz de mostrar vulnerabilidad. Pero ahora, algo había cambiado en ella, algo que Clara no podía entender del todo.
—¿Qué me tienes para hoy? —preguntó Cecil de pronto, sacándola de sus pensamientos.
—Todo está organizado en tu agenda. Tienes una reunión con los inversionistas a las once y una revisión del proyecto de renovación a las dos. También he preparado los informes que solicitaste ayer —respondió Clara, esforzándose por mantener un tono neutral.
Cecil asintió, tomando la taza de café con agradecimiento.
—Gracias, Clara. Has hecho un gran trabajo.
Las palabras de Cecil sorprendieron a ambas. No era usual que ella diera cumplidos, y mucho menos a alguien como Clara, con quien había tenido sus tensiones en el pasado. Sin embargo, había algo en el tono de su voz, en su actitud, que hacía parecer el comentario sincero. Clara no supo cómo responder. Decidió limitarse a asentir y seguir trabajando, aunque una pequeña parte de ella no pudo evitar preguntarse si Cecil realmente estaba cambiando.
El día transcurrió entre reuniones y papeleo, pero la mente de Cecil volvía constantemente a Adrien. Cada mensaje suyo, breve pero lleno de calidez, le arrancaba una sonrisa. Pero también, en los momentos de silencio, aparecían los fantasmas de su pasado. Edwards, con su sonrisa manipuladora y su habilidad para hacerla sentir que no era suficiente, seguía ocupando un rincón oscuro de su memoria.
Cuando llegó la hora de almorzar, Cecil decidió tomar aire fresco y salir a un parque cercano. La brisa invernal la envolvió, y con ella, llegaron pensamientos difíciles de evitar. ¿Podría realmente dejar atrás a la "villana" que había sido? ¿O su felicidad con Adrien era solo una pausa temporal en un camino lleno de espinas?
Un par de niños jugando a la distancia captaron su atención. La risa inocente y el juego despreocupado le recordaron algo que había olvidado: la posibilidad de un nuevo comienzo.
Sacó su teléfono y envió un mensaje a Adrien.
Cecil: "¿Estás libre esta noche? Quiero hablar contigo."
La respuesta llegó casi de inmediato.
Adrien: "Siempre para ti. Paso por ti a las ocho."
Cecil guardó el teléfono y respiró profundo. Había decisiones que debía tomar y heridas que cerrar, pero por primera vez en mucho tiempo, sentía que estaba lista para intentarlo. Cecil permaneció en el parque unos minutos más, observando a los niños jugar y sintiendo cómo la brisa fría calmaba los pensamientos caóticos que usualmente la atormentaban. Había algo en el sonido de las risas, en la ligereza del momento, que la hizo preguntarse: ¿Por qué no permitirme ser feliz?
Desde que salió de prisión, había vivido en constante vigilancia de sí misma, temiendo siempre caer en los mismos errores. Pero Adrien había llegado como una ráfaga de aire fresco, llevándose consigo las dudas y recordándole que aún podía soñar. En sus brazos no había sombras, solo luz, y eso era algo que no estaba dispuesta a perder.
De pie junto a un árbol, Cecil tomó una decisión impulsiva, pero llena de convicción. Por primera vez en años, sintió que podía arriesgarse. Sacudió las manos como si con ese gesto pudiera librarse del miedo que aún le quedaba y comenzó a caminar con un propósito claro.
El sonido de una campanilla anunció su entrada a la joyería. El lugar era pequeño pero acogedor, con vitrinas relucientes que mostraban anillos, collares y pendientes. Una mujer de mediana edad, vestida con un elegante traje oscuro, se acercó con una sonrisa profesional.
—Buenas tardes. ¿Puedo ayudarte en algo?
Cecil tragó saliva, todavía sintiendo el pulso acelerado por la emoción que la embargaba.
—Sí. Estoy buscando… un par de anillos de matrimonio.
La mujer alzó ligeramente las cejas, sorprendida, pero rápidamente recuperó su compostura y la guía hacia una vitrina llena de delicados anillos en platino, oro blanco y amarillo. Cecil observó cada diseño con detenimiento, queriendo encontrar algo que representara no solo su amor por Adrien, sino también la esperanza de un futuro juntos. Sus dedos se posaron sobre un anillo simple pero elegante: un aro de oro blanco con un pequeño diamante incrustado en el centro. Era perfecto, pensó. No necesitaba nada ostentoso, solo algo que simbolizara el inicio de algo nuevo y auténtico.
—Este par —dijo con una sonrisa emocionada.
Mientras la encargada preparaba la compra, Cecil se permitió soñar. Imaginó la expresión de Adrien al ver el anillo, la sorpresa en su rostro y, con suerte, la felicidad que acompañaría su respuesta. Sentía una mezcla de nervios y euforia, pero lo más importante era la certeza de que quería arriesgarlo todo por él.