toda mi vida vivi una vida donde fui despresiada y sola pero ahora que e renacido en la hija de un duque disfrutaré esta segunda oportunidad como hija mimada del duque William valtorian
NovelToon tiene autorización de aylustar para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
capítulo 13 el juego comienza
—¡Le falta pimienta! —dijo Astrix, enojada.
Los cocineros reaccionaron al instante.
—¡Sí, mi señorita! —gritaron todos al unísono, corriendo para traer la pimienta.
—¡Zanahoria! —gritó la pequeña niña mientras probaba—. ¡Esto está riquísimo! ¿Qué crees tú, Julieta?
—A ver, señorita… —Julieta probó el postre y sonrió—. Su pastel de zanahoria está riquísimo.
—Gracias, Julieta —respondió Astrix con una mini sonrisa.
Ella era Julieta, mi nana. Tiene veintiún años y empezó a cuidarme cuando cumplí uno.
Al principio era muy torpe y se asustaba de mi inteligencia, pero ahora ya es algo normal para todos.
—Señorita… ¿cómo con tres años sabe hacer todas estas cosas? —preguntó Julieta con curiosidad.
—No lo sé —mintió Astrix mientras decoraban pasteles.
En eso se escuchó un gran grito. Era el duque William. Corrió con todas sus fuerzas, abrió la puerta de golpe y al ver a la niña, la levantó en alto dándole un gran abrazo.
—¡Mi bebé! —la apretó contra su pecho—. ¡Hija mía, te extrañé mucho… mi bebé!
—Señor William, ¿por qué hace esto? —exclamó Astrix incómoda.
—¿Qué “señor William”? Soy tu papá —dijo serio.
El duque apretó aún más a Astrix contra su pecho, con lágrimas en los ojos.
—¿Por qué mi hija no me dice papá? ¿Por qué “señor William”? —preguntó con preocupación.
[Piensa Astrix]
¿Por qué no me deja en paz? Aunque su pecho es más acolchonado de lo común… me gusta.
El duque se asustó al ver la sonrisa extraña de Astrix.
—¿Qué te pasa, hija…? —preguntó inquieto.
—Nada, bájeme. No me pasa nada, señor William —respondió firme.
—Señor William, con respeto —dijo Julieta haciendo una reverencia—, pero está en la cocina de la señorita, y a ella no le gusta que haya gente aquí sin su aprobación.
—¡Pero yo no soy un extraño, soy su papá! —protestó el duque.
Sin darse cuenta, ya estaba en la puerta de salida.
—Pero, Astrix… soy yo, papi —sonrió.
—Perdón, señor William —dijo Astrix con seriedad—, pero no lo acepto aquí.
Astrix, sin compasión, cerró la puerta, dejando al duque afuera.
—¡Astrix, hija! —golpeó la puerta desesperado.
—Señor —intervino Julian con calma—, la jovencita hace un año no lo ve. Quizás por eso no acepta su cariño.
—¿Tú crees, Julian? Ya sé… le regalaré algo grande. Ahora iré a ver a mi hijo —dijo sonriendo.
Mientras caminaba por los pasillos, el duque escuchaba a las mucamas reír y susurrar. Al llegar al patio, vio a dos niños peleando con espadas de madera.
—¡Ya verás! —gritó uno, molesto.
—¡Eres muy lento! —le respondió el otro, dándole un golpe—. ¡Anton, vamos!
El niño se levantó y atacó con fuerza, pero no logró vencerlo.
—Y listo, Valtorian Alexander ganó —dijo el entrenador.
—Buen trabajo, Anton, era un gran duelo —dijo el niño victorioso con una sonrisa.
—¿Tú crees que podré proteger a Astrix así? —preguntó Anton con curiosidad.
Alexander cambió su expresión.
—No hables de ella, Anton.
—¿Por qué? ¿No es tu hermanita? —insistió Anton.
Alexander guardó silencio, pero antes de responder, una sombra enorme cubrió a los dos pequeños.
—Oh, veo que estos niños ya crecieron —dijo una voz grave.
—¡Señor William! —dijo Anton, asustado, poniéndose tímido.
—Padre… —dijo Alexander, serio—. Por fin viniste.
William se acercó rápidamente, y sin pensarlo, levantó a Alexander en brazos.
—¡Alexander, mi bebé! —lo abrazó—. ¿Por qué creciste tanto en un año?
Anton observaba en silencio. Se sentía incómodo, como si algo doliera dentro de él.
Será mejor que me vaya… —pensó, bajando la mirada.
Anton nunca fue amado por su padre por su abuelo si pero era muy frio, y ese amor que William mostraba por Alexander… él nunca lo tuvo.
Mientras tanto, en la cocina:
—A ver, esto… y esto —Astrix colocó fresas en una bandeja—. ¡Y listo!
En ese momento, vio pasar a Anton. Intentó ignorarlo, pero su corazón la impulsó a seguirlo.
—Julieta, ¿puedes resolver esto? —dejó la olla—. Le llevaré esto a Anton.
—Ok, señorita, cuídese, por favor —respondió Julieta, revolviendo la olla.
Astrix, con pequeños pasos, fue tras Anton. En el pasillo, Sophia se cruzó con él.
Pero algo extraño pasó…
Astrix tuvo una visión.
Era el comienzo de algo nuevo.
“Las flores marchitas” —susurró en su mente.
Sí, ya era tiempo. Sophia tenía seis años.
Astrix se quedó quieta. El pasillo se desvaneció ante sus ojos y un resplandor dorado cubrió su alrededor. Las voces de los sirvientes, el sonido de la olla hirviendo, todo desapareció.
De pronto, una voz suave pero firme resonó dentro de su mente:
—Astrix… escucha con atención.
Ante ella aparecieron imágenes como si fueran recuerdos ajenos o fragmentos de un destino que aún no había vivido:
vio a su padre llorando, a Sophia gritando con orgullo, a la condesa manipulando, a los nobles mirándola con desprecio, y a Alexander enfrentando guerras y secretos.
—Todo esto será tu mundo. —susurró la voz—. Pero si no actúas bien, te convertirás en la hija malcriada que todos odiarán.
Las imágenes cambiaron: Astrix gritándole a sirvientes, despreciando a Alexander, y siendo llamada “la bastarda rebelde del duque”.
—No… —murmuró ella con miedo, llevando sus pequeñas manos a la cabeza.
—Tienes que aprender a usar lo que el destino te dio, hija del fuego. Usa tu encanto, tus modales, tu sonrisa de niña noble. Que crean que eres la consentida… pero tú sabrás que solo estás sobreviviendo.
Las luces giraron en torno a ella, mostrándole caminos: los abuelos de Alexander observándola con atención, Mary fingiendo dulzura, William buscando redimirse, y Anton… mirándola con lealtad.
—Sé astuta, Astrix. No respondas con lágrimas, sino con ingenio. Si el mundo te ve como una niña mimada, úsalo a tu favor. El poder no siempre grita, a veces sonríe.
El resplandor se desvaneció lentamente, y Astrix parpadeó, regresando a la realidad.
Seguía en el pasillo, con la bandeja de fresas entre sus manos.
—Entiendo… —susurró muy bajito—.
Seré la niña que todos creen conocer… pero jugaré con mis propias reglas.
En la historia original, Sophia se acercaba a Anton con una sonrisa dulce.
Él estaba solo, con la cabeza baja, sintiendo el peso de ser diferente.
Ella, la futura emperatriz, fingía compasión… y así comenzaba la alianza que más tarde traería dolor y confusión.
Pero esta vez, algo cambió.
Astrix apareció al final del pasillo. Sus pasos eran suaves, pero firmes; sostenía una pequeña bandeja con fresas recién preparadas.
Las mismas que ella había decorado con tanto esmero.
Anton levantó la vista, sorprendido.
—¿Astrix…?
Ella no respondió. Se detuvo frente a él, lo miró unos segundos y extendió la bandeja.
—Estas son para ti —dijo con voz tranquila, casi adulta—. Tienen el dulzor justo, y… te ayudarán a no estar triste.
Sophia frunció el ceño.
—¿que haces niña tonta ? —preguntó con tono arrogante—. No puedes darle eso, tu que sabes si le gusta
Astrix la miró de reojo.
—No, Sophia. yo sé que le gustan por qué. Anton es mi amigo, y los amigos se cuidan y saben del uno del otro —respondió con calma, sin perder la sonrisa.
Anton, conmovido, tomó una fresa y la probó.
Sus ojos se iluminaron.
—Está deliciosa… gracias, Astrix —susurró, sonriendo por primera vez en mucho tiempo.
En ese instante, el aire cambió.
El destino —ese hilo invisible que antes unía a Sophia y Anton— se rompió en silencio.
Las luces del atardecer se reflejaron en los ojos de Astrix, y una voz en su mente susurró:
—Así es como se cambia una historia. No con gritos… sino con dulzura.
Sophia, confundida y molesta, se alejó apretando los puños.
Mientras tanto, Anton seguía comiendo feliz, sin saber que ese pequeño gesto de amor había reescrito el curso de sus vidas.
Astrix, en cambio, sí lo sabía.
Y al mirar al cielo, pensó con satisfacción:
—Un destino menos que arreglar.
💫Dato de hoy💫
Astrix
🍴 Lo que le gusta comer: las tartas de manzana que prepara la condesa, sopas calientes en invierno y panecillos dulces con miel.
🚫 Lo que no le gusta: las verduras amargas (como la espinaca) y el pescado, siempre hace pucheros cuando se lo sirven.
su padre es noble así que no se compara
llamarlo papá así el da ella da sería juntos para el pobre corazón
de William jajaja que adora a su hija aunque es divertido verlo celos pero ahora sí esa mustia no pudo que alaben a esa mustia igual a ella por lo menos alegro a su hermano