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ABRIENDO PLACERES EN EL EDIFICIO

ABRIENDO PLACERES EN EL EDIFICIO

Status: En proceso
Genre:Acción / Comedia / Aventura / Amor prohibido / Malentendidos / Poli amor
Popularitas:1k
Nilai: 5
nombre de autor: Cam D. Wilder

«En este edificio, las paredes escuchan, los pasillos conectan y las puertas esconden más de lo que revelan.»

Marta pensaba que mudarse al tercer piso sería el comienzo de una vida tranquila junto a Ernesto, su esposo trabajador y tradicional. Pero lo que no esperaba era encontrarse rodeada de vecinos que combinan el humor más disparatado con una dosis de sensualidad que desafía su estabilidad emocional.

En el cuarto piso vive Don Pepe, un jubilado convertido en vigilante del edificio, cuyas intenciones son tan transparentes como sus comentarios, aunque su esposa, María Alejandrina, lo tiene bajo constante vigilancia. Elvira, Virginia y Rosario, son unas chicas que entre risas, coqueteos y complicidades, crean malentendidos, situaciones cómicas y encuentros cargados de deseo.

«Abriendo Placeres en el Edificio» es una comedia erótica que promete hacerte reír, sonrojar y reflexionar sobre los inesperados giros de la vida, el deseo y el amor en su forma más hilarante y provocadora.

NovelToon tiene autorización de Cam D. Wilder para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Recuerdos de la Fiesta

En ese momento, el edificio parecía contener el aliento, como si supiera que acababa de presenciar el prólogo de algo que prometía ser tan inevitable como el amanecer que ya se adivinaba tras las ventanas.

La oscuridad del dormitorio envolvía a Marta como un manto de terciopelo, roto únicamente por las líneas de luz naranja que se colaban entre las persianas. El reloj digital marcaba las 4:15 con números fluorescentes, y los ronquidos suaves de Ernesto creaban un ritmo monótono que, en vez de adormecerla, parecía amplificar su estado de vigilia.

Se giró sobre la almohada, inquieta, mientras los acontecimientos de la noche danzaban en su mente como fotogramas de una película que se negaba a terminar. El vino que aún circulaba por sus venas había desdibujado las fronteras entre lo correcto y lo tentador, entre lo real y lo imaginado.

El primer recuerdo llegó como una caricia fantasma: el momento en que sus dedos se entrelazaron con los de Arturo durante un giro de baile. Había sido apenas un instante, pero la calidez de su piel contra la suya persistía como una marca invisible. ¿Había sido realmente accidental? La forma en que él había dejado que sus dedos se deslizaran lentamente antes de soltarla sugería una intencionalidad que ahora, en la intimidad de la noche, le provocaba un cosquilleo en el estómago.

Elvira, con su característico don para el momento preciso, se había acercado después a susurrarle al oído: "¿Sabes que cuando te sentaste en el sofá, tu falda decidió jugar a ser rebelde? Le has dado a nuestro vecino favorito una vista privilegiada de ese conjunto naranja que llevas. Pobrecillo, casi se ahoga con la sangría". El calor que sintió en las mejillas al escuchar esto no era nada comparado con el que sentía ahora al recordarlo. ¿Había sido verdaderamente un accidente? Una parte de ella, una parte que nunca había reconocido hasta esta noche, se preguntaba si su subconsciente no había tenido algo que ver.

Y luego estaban sus ojos. Oh, esos ojos que la habían seguido durante toda la velada como un faro sigue a un barco en la noche. Marta podía sentirlos incluso ahora: intensos, hambrientos, prometiendo aventuras que una mujer casada no debería siquiera contemplar. La forma en que la miraba era diferente a cualquier mirada que hubiera recibido antes, incluso de Ernesto en sus días de noviazgo. Era una mirada que la desnudaba no solo físicamente, sino que parecía ver algo en ella que ni siquiera ella misma conocía.

Se removió inquieta entre las sábanas, consciente de cómo su camisón de seda se deslizaba sobre su piel hipersensible. El recuerdo de ese último encuentro en las escaleras hizo que su pulso se acelerara. Había sido apenas un susurro, un "buenas noches" que sonaba más a promesa que a despedida. El aire entre ellos se había cargado de una electricidad casi palpable, un chispazo de deseo tan intenso que aún ahora, horas después, podía sentir sus efectos recorriendo su cuerpo como pequeñas descargas eléctricas.

En la seguridad de la oscuridad, Marta se permitió imaginar. ¿Qué habría pasado si Ernesto no hubiera estado allí? ¿Si Karina no hubiera estado en los brazos de su padre? ¿Si en lugar de un "buenas noches" hubiera habido un roce de labios, un encuentro fugaz pero ardiente en la penumbra de la escalera?

Los pensamientos la asaltaban como olas en una tormenta, cada uno más atrevido que el anterior. Nunca, ni siquiera en sus primeros meses de matrimonio, cuando vivían en aquel pequeño apartamento al otro lado de la ciudad, se había permitido fantasear de esta manera. Pero aquí, en este edificio que parecía tener vida propia, entre estos vecinos que habían convertido su vida en una montaña rusa de emociones, algo había cambiado en ella.

Lo más perturbador no era la intensidad de estos pensamientos prohibidos, sino el placer culpable que le provocaban. Era como descubrir una habitación secreta en una casa que creías conocer por completo. Una habitación llena de posibilidades tentadoras, de promesas susurradas, de deseos que nunca había reconocido como propios.

A su lado, Ernesto se giró entre sueños, murmurando algo ininteligible. Marta se preguntó si él también estaría soñando con miradas prohibidas y encuentros furtivos, si en sus sueños aparecería cierta vecina de falda negra y una joven sonrisa enigmática.

El reloj marcó las 4:30, y Marta supo que el sueño tardaría en llegar. Esta noche, en la intimidad de su habitación, había descubierto una nueva versión de sí misma: una mujer que no solo era capaz de despertar deseo, sino de sentirlo con una intensidad que la asustaba y la excitaba a partes iguales.

El edificio, a pesar de su fachada tranquila y sus ventanas oscuras, apenas podía contener las carcajadas y suspiros que se habían infiltrado en sus muros tras la fiesta. Cada apartamento parecía palpitar con las memorias de la noche, y en su interior, las historias se tejían como una maraña de secretos compartidos y fantasías reprimidas.

1
Alba Hurtado
se ve excitante vamos a leer que pasa con la vecina del tres b
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