Segundo libro de- UNA MUJER EN LA MAFIA. Aclarando solo dudas del primer libro. No es que es una historia larga. Solo hice esta breve historia para aclarar algunas dudas.
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Una mujer en la mafia
El avión se deslizaba suavemente por las nubes mientras yo me sentaba en silencio, observando cómo Scott jugaba con su celular. La tensión entre nosotros era palpable, pero decidí romper el silencio. Le hice una señal para que me prestara atención. Él levantó la vista y me miró, su expresión era neutral, como siempre.
—¿Sabías de mí? —pregunté, mi voz apenas un susurro.
Scott no necesitó mucho tiempo para entender de qué hablaba. Ya sabía de qué venía la conversación. Su rostro se endureció un poco antes de responder.
—Sí, sabía —dijo con una frialdad que me hizo sentir como si fuera una extraña—. Pero nunca quise saber nada de ti. Realmente no me interesaba en absoluto. Yo tenía todo lo que quería, no necesitaba más.
El dolor de sus palabras me atravesó el pecho, pero no reaccioné de inmediato. Sabía que era inútil. No tenía sentido discutirlo. Al final, era cierto.
Me levanté de la silla, deseando un respiro, y me dirigí al baño. Antes de cerrar la puerta, me volví a él y dije:
—Si hubiera sabido de ti, me hubiera encantado saber que tenía un hermano.
El silencio que siguió fue tan pesado como el aire del avión. Cerré la puerta del baño tras de mí y me apoyé sobre el lavabo, cerrando los ojos un momento mientras el agua caía sobre mi rostro. Estaba perdiendo la cuenta de todas las veces que me había hecho esas preguntas, de todo lo que había descubierto que ya no podía deshacer.
Me lavé la cara, tratando de calmarme. Cuando salí del baño, me encontré con James. Estaba en el pasillo, observando con una expresión que no entendí bien, hasta que, de repente, cerró la cortina del pasillo y me acorraló contra la pared.
—¿Qué estás haciendo? —le pregunté, algo confundida.
Me miró con una intensidad que me hizo sentir vulnerable, y entonces soltó una frase.
—¿Acaso me quieres volver loco, Adeline? —su voz temblaba de frustración—. Llevamos dos años sin vernos, y ¿ahora crees que dejaré de quererte así de fácil? Has estado actuando como si no pasara nada entre nosotros, como si yo fuese un completo desconocido.
Me quedé en silencio un momento, las palabras ahogándose en mi garganta. Finalmente, respiré hondo y le dije, sin pensarlo mucho:
—Maté a la madre de tu hija, James.
Él se quedó quieto por un segundo, como si esas palabras le hubieran golpeado de frente, pero enseguida se acercó más a mí. Pude sentir su respiración sobre mi piel.
—Si no lo hubieras hecho, Amelia lo habría hecho por su cuenta —me respondió con un tono más suave, casi resignado—. Y tú sabes que es la verdad.
—No es lo mismo —le contesté, un nudo en el estómago—. No es lo mismo.
—Cállate —me dijo.
Él no me dio tiempo para decir más. Con un suspiro, me tomó por la nuca, sus labios se encontraron con los míos en un beso desesperado, lleno de pasión contenida. Al principio intenté resistirme, pero al final no pude. Mis manos se aferraron a su camisa, sintiendo cómo el calor de su cuerpo me envolvía.
Todo lo que había guardado durante esos años, todos los sentimientos que aún estaban allí, salieron a flote en ese beso.
Lo empujé hacia la pared con más fuerza de la que había pensado, sintiendo cómo mi cuerpo reaccionaba a la tensión del momento. Estábamos tan cerca, el espacio entre nosotros tan frágil que ni siquiera sabía qué era lo que quería, lo que sentía.
Mis labios se encontraron con los suyos una vez más, esta vez con una urgencia que ni yo misma entendía. El roce de su boca me hizo olvidar por un segundo el caos que nos rodeaba, las circunstancias que nos habían llevado hasta aquí. Era solo él y yo, pero a la vez, también éramos la memoria de todo lo que habíamos pasado. La distancia que se había creado entre nosotros durante esos años desapareció en ese contacto.
De repente, sentí sus manos sobre mí. Rápidamente, sus dedos se deslizaron por debajo de mi vestido, deslizándose con ansias que me hicieron dudar un momento. El calor de su cuerpo contra el mío me provocaba sensaciones que no podía controlar, pero mi mente, por un breve segundo, se interrumpió con una advertencia.
Lo detuve con un empujón, separando nuestros cuerpos, respirando agitada. Mi corazón latía con fuerza, no solo por la proximidad de su toque, sino también por la locura de lo que estaba sucediendo.
—James... —dije, con voz baja pero firme.
Me miró con intensidad, sus ojos reflejaban algo entre el deseo y la desesperación, como si estuviera buscando algo más allá de lo evidente. Y entonces lo dijo, esas palabras que hicieron que mi estómago se retorciera.
—Déjame hacerte sentir lo que te hice por primera vez.
Con un movimiento lento y deliberado, sus dedos se deslizaron bajo el borde de mi vestido. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al instante, y contuve la respiración. Su mano caliente sobre mi piel me hizo sentir vulnerable y poderosa al mismo tiempo. Jamás había experimentado algo así; era como si cada fibra de mi ser estuviera pidiendo más.
—James…— susurré, casi sin darme cuenta. Mi voz salió entrecortada, un gemido suave que revelaba lo que realmente deseaba. No podía creer lo que estaba sintiendo; el deseo se apoderaba de mí, y no podía resistirme.
Él sonrió, esa sonrisa que siempre me hacía perder la cabeza. Sus ojos brillaban con una mezcla de complicidad y deseo, como si supiera exactamente el efecto que tenía sobre mí. En ese momento, todo lo demás desapareció; solo existíamos nosotros dos, atrapados en un mundo donde el tiempo carecía de sentido.
Y entonces, sin previo aviso, el placer me invadió con una fuerza abrumadora. Era como una ola arrasadora que me dejaba sin aliento. No pude evitar dejar escapar un gemido más fuerte, un sonido que revelaba cuán profundamente me estaba afectando este momento. En ese instante supe que había cruzado una línea.
James soltó una risa suave, casi burlona, mientras me miraba a los ojos.
—Te extrañaba tanto— Dijo, su voz era un murmullo que me hizo sentir un escalofrío agradable. La sinceridad en su mirada me hizo sonreír involuntariamente.
—Yo también te extrañé —respondí, sintiendo cómo el calor se acumulaba en mis mejillas. Pero entonces, su expresión cambió, y se volvió más seria.
—Deja de ser tan orgullosa contigo misma—me dijo, su tono era firme pero suave.
Antes de que pudiera procesar sus palabras, él me bajó el vestido un poco más, dejándome expuesta a la vulnerabilidad de ese momento. Era como si un rayo de realidad me golpeara; sentía que estaba en una delgada línea entre el deseo y la razón. Me levanté rápidamente, dejando a James solo allí, con esa sonrisa traviesa en sus labios.
Al sentarme, noté a Scott frente a mi; su expresión era una mezcla de asco y sorpresa.
—Por Dios— murmuró, casi para sí mismo pero lo suficientemente alto como para que yo lo escuchara. —¿No podían hacerlo en otro lugar? Es evidente.
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