En un mundo donde las diferencias culturales pueden ser un obstáculo, dos personas se encuentran Pero su amor está condenado desde el principio. ¿Podrán superar los desafíos y encontrar un futuro juntos?
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capitulo 18 Melodías Que Curan
La suave melodía de una guitarra llenaba el aire mientras caminaba por el pasillo del hospital. Abrí la puerta de la habitación 314 y, al entrar, vi una escena que me detuvo en seco.
Un hombre de cabello castaño estaba junto a la cama de un niño que no tendría más de ocho años. Noah, según me habían dicho, era un médico noruego que se había unido al programa de intercambio en catar. Su presencia irradiaba tranquilidad: era alto, de hombros anchos y ojos azul claro que parecían reflejar la calma de un lago en invierno. Vestía una bata blanca que no ocultaba su porte atlético, y sus dedos recorrían con destreza las cuerdas de una guitarra, acompañando una voz cálida que llenaba de vida la habitación.
El niño, llamado Tarek, estaba luchando contra la fibrosis quística. Su delgadez era evidente, Pero en ese momento, no parecía un niño enfermo. Tenía una pequeña sonrisa en su rostro mientras escuchaba a Noah cantar.
—Quiero ser cantante cuando sea grande
—susurró Tarek, con la voz débil pero llena de esperanza, cuando Noah terminó la canción.
Noah le dedicó una sonrisa sincera. —Y lo serás, Tarek. Solo necesitas soñar en grande, ¿recuerdas lo que hablamos?
—Los sueños son lo único que nadie puede quitarme —respondió el niño, esforzándose por hablar.
Mi corazón se encogió. Noah me miró en ese instante, como si hasta ahora notara mi presencia.
—¿Doctora Helena? —dijo, Su voz era profunda, pero tenía una dulzura inusual para alguien que trabajaba en situaciones tan duras.
—Sí, lo siento por interrumpir. Solo quería revisar cómo estaba Tarek.
—Está mejor ahora, ¿verdad, campeón?
—dijo Noah mientras revolvía suavemente el cabello del niño.
—Mucho mejor —contestó Tarek,
Mientras revisaba el historial médico del niño y ajustaba los medicamentos, no pude evitar sentirme conmovida por la conexión que Noah tenía con él. Cada día le cantaba una canción nueva, y aunque todos sabíamos que el pronóstico no era favorable, Noah lograba que Tarek olvidara por unos momentos su enfermedad.
Días después, al finalizar mi turno, me encontré con Margot y Amina en la cafetería del hospital. El aire entre ellas estaba cargado de una tensión que no lograba entender del todo, hasta que Margot rompió el silencio.
—Amina, no puedes negar que él es simplemente perfecto.
Amina bajó la mirada, tímida como siempre. —No sé de quién hablas.
—Claro que sí. Me refiero a Farid, el arquitecto que conocimos en la inauguración del nuevo ala del hospital
—dijo Margot con un brillo en los ojos.
Amina pareció incomodarse. Era evidente que también sentía algo por Farid, pero, a diferencia de Margot, no lo expresaría tan abiertamente. Margot, por su parte, parecía decidida a conquistar al hombre que había despertado su interés.
Decidí no intervenir, aunque no podía evitar pensar que esto iba a complicarse. Ambas eran mis amigas, pero sus personalidades y formas de vivir el amor no podían ser más opuestas: Amina, reservada y tradicional; Margot, impulsiva y apasionada.
Los días siguientes fueron un torbellino de emociones. Entre mi trabajo con Tarek, la creciente tensión entre Margot y Amina, y mi confusión sobre Emir, sentía que el mundo se movía demasiado rápido.
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En el comedor del hospital, horas más tarde, Noah se sentó junto a mí. Parecía pensativo.
—¿Sabes algo curioso? —dijo mientras removía el café en su taza —Tarek me ha hecho pensar mucho en el futuro.
—¿A qué te refieres?
—En formar una familia algún día. Tener hijos. —Hizo una pausa y luego sonrió con cierta melancolía —Tarek me recuerda por qué vale la pena seguir adelante, incluso en los días más difíciles.
Su confesión me dejó sin palabras por un momento. Noah era un hombre que veía más allá del presente, y eso lo hacía especial.
Más tarde, en el pasillo, vi a Noah hablando con un colega. Me detuve un instante al notar su expresión seria.
—Es diferente, Paul —le decía Noah a su amigo —Helena no es solo hermosa, tiene algo... especial. Su dedicación, su fortaleza. No sé, me hace sentir cosas que no había sentido antes. sentí una atracción en el primer instante que la vi
—¿Ya se lo dijiste? —preguntó Paul con una sonrisa burlona.
—No. No quiero apresurarme, pero tampoco puedo ignorar lo que siento.
Me alejé antes de que me vieran, con una mezcla de curiosidad y confusión. Noah era amable, sí, pero no podía permitirme pensar en algo más. Talvez hablaban de otra Helena, yo no era la única con ese nombre "pensé".
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En otro rincón de la ciudad, Faisal y Emir conversaban en el despacho de Emir.
—No puedo olvidarla, Faisal —confesó Emir, con el rostro sombrío —Desde aquella noche en la boda, cuando casi la beso...
Faisal lo miró con seriedad. —Emir, sabes que nuestra cultura no permite esas cosas. No puedes estar tan cerca de una mujer sin un compromiso serio. ¿Qué estás pensando?
—No lo sé. Solo sé que la quiero en mi vida.
—Entonces, piénsalo bien. Helena es diferente, pero si no eres claro con tus intenciones, podrías lastimarla. Nosotros no somos hombres de juegos, y tampoco deberíamos convertir a una mujer en una víctima de nuestra indecisión.
Emir asintió, aunque seguía atrapado en sus pensamientos. Faisal entonces cambió el tema.
—Por cierto, tengo su contacto. Si realmente necesitas hablar con ella, aquí está.
Emir tomó el número, y aunque lo miró durante varios minutos, finalmente escribió un mensaje: "Helena, soy Emir. ¿Podemos hablar?"
