Si hubiera sabido el impacto que tendrías en mi vida, hubiera corrido en otra dirección que no fuese la tuya
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Omnipresente
Mientras April descansaba bajo la atenta mirada de sus padres en la pequeña habitación del hospital, Alex y Jota decidieron que era el momento de actuar con más firmeza. La situación había escalado más allá de lo que podían manejar por su cuenta, y sabían que sin la intervención adecuada, encontrar a Lucas sería casi imposible. Decidieron reunirse con la policía local para exponer todo lo que sabían hasta ahora.
El viaje hacia la estación fue silencioso, ambos hombres sumidos en sus pensamientos, cada uno repasando las piezas del rompecabezas en su mente. El día anterior, los mensajes amenazantes y las fotos de Lucas habían dejado claro que los secuestradores estaban observando cada movimiento. Alex no dejaba de pensar en Richmond, en cómo encajaba en todo este lío, mientras Jota estaba atormentado por la culpa de no haber sido lo suficientemente abierto con April sobre sus preocupaciones hacia Andrew. Pero ahora todo eso era secundario: lo primordial era salvar a Lucas.
Al llegar a la comisaría, fueron recibidos por el detective Ramírez, un hombre de mediana edad con una mirada aguda y gesto severo, claramente afectado por la gravedad del caso.
—Me alegra que hayan venido —dijo Ramírez al verlos entrar—. Hemos estado trabajando en algunas pistas desde que recibimos la información sobre el secuestro de Lucas. Pero el tiempo apremia, y necesitamos toda la información que puedan proporcionarnos.
Alex y Jota intercambiaron una mirada rápida antes de asentir. Ambos sabían que no podían guardarse nada.
—Estamos aquí para hablar de todo —respondió Alex, con voz firme—. Lo que sabemos, lo que hemos descubierto… y lo que creemos que puede estar sucediendo.
Se sentaron alrededor de una mesa en la sala de reuniones de la comisaría, una habitación iluminada por la luz fluorescente que solo intensificaba la sensación de tensión en el aire. Ramírez los observaba atentamente mientras empezaban a relatar los últimos días, las sospechas, las amenazas y, sobre todo, el extraño viaje de Lucas a Richmond. Alex explicó cómo, al investigar, había descubierto que Lucas había mencionado aquel viaje a Andrew y cómo, poco después, comenzaron a aparecer los mensajes anónimos.
—Lo que no tiene sentido es por qué Lucas nunca mencionó ese viaje a su familia —dijo Alex, mientras Jota asentía a su lado—. Sabemos que fue algo importante porque, desde entonces, todo cambió. Las deudas aparecieron de la nada y las amenazas comenzaron.
Ramírez frunció el ceño, pensando en lo que le estaban diciendo.
—Richmond... hemos tenido noticias de actividades sospechosas allí últimamente. Podría estar relacionado, pero necesitamos más pruebas concretas. ¿Han tenido algún otro contacto con los secuestradores desde los mensajes que recibieron?
Jota intervino en ese momento.
—No hemos recibido ningún mensaje nuevo desde anoche, pero estamos seguros de que están vigilándonos de cerca. Lo que no sabemos es quién está detrás de todo esto. Podría ser alguien del entorno de Lucas, o incluso alguien más cercano a nosotros de lo que pensamos. Y si Andrew está involucrado de alguna manera, todo esto podría ser mucho más complejo.
Ramírez asintió mientras tomaba notas.
—Vamos a investigar más a fondo la conexión con Richmond. Y en cuanto a Andrew… —hizo una pausa, mirando a ambos hombres—, ¿qué más pueden decirme sobre él?
Jota respiró hondo. Sabía que tendría que ser sincero ahora.
—Nunca me agradó del todo —confesó, con la mirada fija en el suelo—. Pero nunca le dije nada a April, porque pensé que no era mi lugar intervenir en su vida personal. Sin embargo, siempre hubo algo raro en su actitud. No lo puedo probar, pero siento que Andrew sabía más de lo que decía.
Ramírez anotó eso rápidamente.
—Vamos a investigar todos los ángulos. No podemos permitirnos pasar por alto ninguna conexión, por débil que parezca.
Después de casi una hora de conversación intensa, Ramírez los despidió, prometiendo mantenerse en contacto en cuanto surgiera nueva información. Mientras salían de la comisaría, Alex y Jota se sentían agotados, pero sabían que al menos estaban avanzando.
***
De vuelta en el hospital, los padres de April permanecían al lado de su hija. La madre de April, sostenía la mano de su hija con delicadeza, mientras su padre caminaba de un lado a otro de la habitación, claramente preocupado.
—Ella es fuerte, va a superar esto —dijo la madre de April con voz baja, aunque la tensión en su rostro revelaba su profunda angustia.
—Lo sé, pero no puedo soportar verla así —respondió el padre, deteniéndose por un momento para observarla dormir—. Todo esto es una pesadilla, y lo peor es que aún no tenemos a Lucas.
La incertidumbre sobre el paradero de Lucas, mezclada con la preocupación por April, había convertido su vida en un torbellino de emociones. Sabían que, en cualquier momento, todo podría cambiar, para bien o para mal.
Cuando Alex y Jota volvieron al hospital, ambos estaban agotados, pero aliviados de haber compartido todo con la policía. Al entrar en la habitación, los padres de April los miraron con expectación, esperando buenas noticias.
—La policía está trabajando en las pistas —dijo Alex, intentando sonar positivo—. Ahora saben más, y están investigando todas las conexiones posibles.
—¿Y April? —preguntó Jota, mirando a su amiga, que seguía dormida.
—Está bien, solo necesita descansar —respondió la madre de April—. Los doctores dicen que su cuerpo está reaccionando al estrés extremo, pero con tiempo y cuidado, se recuperará.
Alex asintió, pero no pudo evitar sentir una punzada de culpa al ver a April en ese estado. Se acercó al lado de la cama, tomando su mano con suavidad.
—Vamos a encontrar a Lucas, lo prometo —susurró, aunque no sabía si April podía oírlo.
Jota se mantuvo en la puerta, su mente dando vueltas a todo lo que había pasado en las últimas horas. Sabía que las cosas no podían seguir así por mucho tiempo. Tenían que moverse rápido antes de que los secuestradores hicieran algo irreversible.
El ambiente en la habitación estaba cargado de preocupación y expectativas. El reloj seguía corriendo, y todos sabían que el tiempo era su enemigo.