Para Todos Yo Soy La Villana

Dos semanas después, llegó el día que Kiara había estado esperando: el anuncio formal de su posición como emperatriz de Xek ante el reino de Liu. Ian, siempre estratégico, había enviado un emisario imperial para organizar una ceremonia oficial en el palacio real. Kiara sabía que este evento sería clave para demostrar su poder y aplastar cualquier duda sobre su autoridad.

El gran salón del palacio estaba decorado con los colores del imperio de Xek: negro y dorado, simbolizando poder y riqueza. Los nobles de Liu, incluidos Alber y Marionela, estaban presentes. Aunque algunos mostraban sonrisas fingidas, era evidente que el ambiente estaba tenso. La proclamación oficial no solo era un reconocimiento de la posición de Kiara, sino también una declaración de que el imperio de Xek tenía una influencia que nadie podía ignorar.

Kiara entró al salón con una puerta majestuosa. Su vestido negro con bordados dorados brillaba bajo la luz de los candelabros, y su corona, un delicado diseño con gemas escarlata, acentuaba su aura de autoridad. A su lado, el emisario imperial sostenía un pergamino con el sello del emperador Ian.

El emisario habló con voz clara:

—Por decreto del emperador Ian de Xek, declaramos formalmente a Su Majestad Kiara Ester Lombardini como emperatriz del imperio de Xek. Su poder es absoluto, su voluntad inquebrantable, y su legado será eterno.

El salón quedó en silencio por un momento, hasta que el rey de Liu, obligado por la diplomacia, se levantó para aplaudir. Poco a poco, los demás siguieron su ejemplo, aunque algunos lo hicieron con evidente desagrado.

Desde su lugar en la sala, Marionela intentaba mantener una sonrisa, pero su rostro reflejaba claramente su incomodidad. Estaba acostumbrada a ser el centro de atención, la figura pura y perfecta en todas las historias que la rodeaban. Sin embargo, ahora, esa atención se dirigió a Kiara, y no podía soportarlo.

Alber, por su parte, parecía contener su frustración. Había esperado que el regreso de Kiara fuera una oportunidad para demostrar su superioridad, pero ahora la realidad era otra. Kiara no solo había regresado con más poder del que jamás imaginó, sino que también lo miraba con una indiferencia que lo enfurecía.

Cuando terminó la ceremonia, Alber se acercó a Kiara y decidió confrontarla.

—Kiara, ¿qué estás intentando con todo esto? —preguntó, tratando de mantener un tono firme.

Kiara lo miró con una sonrisa serena.

—Lo que intento, querido Alber, es simple: asegurarme de que nadie vuelva a subestimarme.

Marionela, que se había acercado a ellos, intervino con una risa forzada.

—¿Y para eso necesitas un título? Parece que tu vida sigue girando en torno a nosotros.

Kiara inclinó ligeramente la cabeza, como si considerara sus palabras.

—Mi vida girando en torno a ustedes? Qué gracioso. En realidad, estoy aquí para recordarles que ahora mi posición está tan por encima de ustedes que ni siquiera deberían estar dirigiéndome la palabra.

La tensión en el aire era palpable. Alber parecía un punto de respuesta, pero Marionela lo tomó del brazo, obligándolo a retroceder. Kiara los vigila alejarse con una sonrisa satisfecha.

Esa noche, mientras revisaba los detalles de su agenda, Kiara recibió una visita inesperada: Ian había llegado al palacio real de Liu. Vestido con su uniforme imperial, irradiaba la misma confianza tranquila que siempre la impresionaba.

—No esperaba verte aquí tan pronto —dijo Kiara mientras cerraba los documentos en su escritorio.

Ian se acercó y se sentó en una de las sillas frente a ella.

—Quería ver cómo manejabas tu primer gran movimiento como emperatriz. Debo decir que fue impecable.

Kiara excitante, pero notó algo en la mirada de Ian, algo que parecía pesar en su mente.

—Hay algo más? —preguntó, apoyándose en el respaldo de su silla.

Ian ascendió y, tras un momento de silencio, comenzó a hablar.

—Cuando tenía 18 años, mi padre, el antiguo emperador, fue traicionado por algunos de sus consejeros. Planeaban derrocarlo para instaurar un consejo que gobernara el imperio, algo que, según ellos, sería más "justo". Mi padre murió defendiendo su trono, y yo, como único heredero, tuve que tomar su lugar en medio de esa crisis.

Kiara lo miró con atención, percibiendo la intensidad en su voz.

— ¿Cómo lograste sobrevivir a algo así?

—No fue fácil —respondió Ian—. Tuve que aprender a ser más astuto que ellos, a jugar el mismo juego que intentaban usar contra mí. Hice alianzas estratégicas, elimine las amenazas antes de que puedan crecer, y mostré a todos que no iba a ser un título. Pero, sobre todo, aprende que el poder real no se da, se toma.

Kiara se quedó en silencio, asimilando sus palabras. De cierto modo, veía reflejada su propia lucha en la historia de Ian.

—Supongo que esa es una lección que ambos hemos aprendido —dijo finalmente, su voz cargada de determinación.

Ian se levantó y se acercó a ella, inclinándose ligeramente.

—Y por eso sé que tú y yo, juntos, podemos lograr cualquier cosa.

Kiara lo miró a los ojos y se acercó. La alianza entre ambos no era solo política; Era una unión forjada en el fuego de sus propias batallas. Y con ese pensamiento, se prometió a sí misma que nada ni nadie la detendría.