La Generala Del General

Al día siguiente de la boda entre Artemis y Gabriel, este último interrogó a los mercenarios que quedaron con vida.

Gabriel se había despertado temprano, y había dejado a su esposa dormir. El día anterior habían tenido muchos imprevistos indeseables.

"Se ve tan hermosa así dormida" pensó. Le dió un beso en la frente y salió de la habitación.

Ya frente a los mercenarios, uno por uno fueron interrogados.

Gabriel, que antes no torturaba a los prisioneros, al ver a su esposa e hijo no nacido en peligro, se desahogo durante el interrogatorio con cada mercenario. No le deseaba a nadie la incertidumbre y la desesperación que sintió al saber a su familia en peligro.

Descubrió que en realidad eran parte de un ejército de una casa noble. Pero no dijeron de cuál. Y confesaron, luego de sufrir bastante, que les había sido dada la orden por el Conde Stefan. Aparentemente nadie más estaba implicado. Stefan quería la corona al igual que su tío. La ambición estaba en esa familia.

Fueron dejados en los calabozos a la espera de una sentencia. Se determinó que habían atentado contra un miembro de la familia real. Por lo que fueron enjuiciados, y dejados en los calabozos hasta que la sentencia se dictará a cada uno. Y de eso estaban a cargo los regentes de esa región. Por haber ocurrido los eventos allí. Es decir, los actuales Archiduques, Artemis y Gabriel.

Así que si. Las sentencias dictadas fueron para todos, la pena máxima. La muerte en la horca para todos los capturados durante el atentado. Y muerte inmediata para el cabecilla cuando fuera encontrado. Aunque todos sabían que era el Conde Stefan, y que este estaba en la capital.

Pasaron los días en el archiducado. Artemis y Gabriel se dieron a conocer entre los habitantes de su territorio como los nuevos Archiduques, siendo ya una pareja casada. Aunque entre la servidumbre sabían que ellos ya eran pareja y se apoyaban mutuamente para el manejo del territorio. Inclusive se sabía que la Archiduquesa estaba embarazada antes de casarse, pero nadie lo comentaba debido a que podían morir.

La gente del pueblo había visto como en el poco tiempo en que la Archiduquesa Artemis había llegado al territorio junto al general Gabriel, había mejorado la situación económica y de vida, de su gente. Ahora tenían más médicos para atender a los menos favorecidos. Artemis habían dado orden de contruir una casa que funcionaba como consultorio. Allí tenían tres médicos que atendían a la gente, cada uno en habitaciones separadas, junto a una enfermera. Por lo que habían tres enfermeras y dos asistentes, que recibían, organizaban y atendían a la gente, mientras esperaban ser atendidos.

Ese servicio lo pagaba enteramente el archiducado. Al igual que las medicinas que eran entregadas a la gente luego de ser revisados por los medicos. La gente estaba muy contenta por esta ayuda, ya que normalmente la atención de un médico era muy costosa y solo tenían acceso a ella los nobles. Así que esto era de gran ayuda para ellos.

El General Gabriel era conocido por defender las fronteras del territorio, y por proteger a los poblados junto a Artemis. Sobretodo en las últimas semanas, ya que Artemis ya no podía montar a caballo. Luego de casarse, Gabriel aparte de apoyar con la protección de los pueblos alrededor del Archiducado, organizo la frontera entre el reino de Greenwich y el reino vecino. Era indispensable mantener orden y proteger la frontera sur del Reino. Cosa que a algunos nobles les era incomodo. El antiguo Archiduque les dejaba hacer ciertas cosas en la frontera a cambio de pagar un tributo para sus arcas.

Mientras la situación iba mejorando en el archiducado, Artemis y Gabriel trabajaban también en su mansión, desde sus oficinas. Gabriel había nombrado al comandante de las fuerzas del Archiducado para que supervisará todo lo que sucediera en la frontera, mientras que el capitán del ejército real que había seguido a Artemis se encargaba de la seguridad del Archiducado y su territorio, junto con un fracción del ejército del Archiducado.

De este modo, Gabriel se quedó al lado de Artemis durante el resto de su embarazo. Quería estar para ella en el momento en que lo necesitará. Y quería verla, como su cuerpo iba cambiando a medida que su hijo crecía en el vientre de Artemis. Estaba emocionado de ver la barriga de su pequeña soldado crecer día con día. Algunas veces, cuando ella dormía, y Gabriel se quedaba mirandola, observando su sueño, notaba un pequeño resplandor azul que brillaba suave en su vientre. "Mi hijo será poderoso" pensaba. Nunca había visto o escuchado de algo así durante un embarazo. Ni siquiera lo había escuchado de los embarazos de la Reina Cassandra de Rubí. Así que no sabía si esto sería bueno o malo para su hijo o hija. "Hablaré con el maestro de magia" pensó.

El maestro de magia siempre ha estado pendiente de Artemis y de su embarazo, debido a que ella no tiene magia y el bebé si. Y también a lo sucedido al comienzo de su embarazo y que requirió tratamiento para fortalecer su cuerpo. Sin embargo, por ahora, todo siguió su curso normal y estaban bien.

Artemis tenía una gran barriga de embarazo. Ya estaba finalizando el segundo trimestre. Estaba feliz. Sin embargo, hay una deuda pendiente que debe cobrar. Y eso será cuando su hermana se casé. Ana la dijo que esperaría a que ella tuviera su bebé para realizar la boda real, y que ella y Gabriel pudieran viajar sin contratiempos a la capital. Y así resolver de una vez por todas la situación.

El traidor fue invitado a la boda real. Y ya ha confirmado su asistencia.

Mientras tanto, la seguridad tanto del palacio de la Reina Ana en la capital como del Archiducado del sur y sus alrededores ha sido reforzada para evitar un atentado contra la reina y un nuevo atentado contra la Archiduquesa Artemis, que aun cuando haya renunciado al trono, cediendolo a su hermana, sigue estando en la línea de sucesión, sobretodo porque ya ella esta embarazada, y aun si es niña o niño, su hijo o hija también será heredero a la corona de Greenwich. Algo con lo que algunos nobles no están de acuerdo.

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La madre de Artemis y Ana, viaje hacia el Archiducado del sur para acompañar a su hija durante el parto. Lady Raquel está emocionada ya que será su primer nieto. El viaje será un poco largo ya que debe ir carruaje, y este irá haciendo paradas en posadas para descansar y llegar a la frontera donde está el territorio de su hija. Así que, calcula que llegará finalizando el tercer trimestre de embarazo de Artemis, piensa Raquel emocionada.

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Mientras tanto, en la capital.

- Majestad, su prometido la espera para desayunar. - le informa una doncella.

Ana la mira extrañada a la chica que da ese mensaje. Generalmente es su doncella, el mayordomo o su asistente que le dan esos mensajes.

- Dónde esta mi doncella? - Pregunto Ana.

- En verdad, no lo sé Majestad. Me encontré con su asistente y me pidió le diera está información, y solo vine. - dijo la joven nerviosa, haciendo una reverencia y con la cabeza agachada.

Ana la miró, sería.

- Gracias. Puedes retirarte. - le dijo a la chica.

La joven se retiró sin levantar la vista y cerró la puerta tras de si.

Joseph salió del vestidor y acercandose a Ana la abrazo por detrás, hundiendo el rostro en su cuello. Y dando besitos en ese lugar. Ella sonrió y se giró quedando de frente a él, dándole un beso en la boca.

La relación entre ambos había avanzado muy rápido. Al conocerse en el baile de coronación, ya habían chispas saltando entre ellos, y cuando se reencontraron, comenzaron a conocerse, y a enamorarse. Joseph se había quedado en el palacio de invitados para que los maestros en diferentes especialidades evaluarán su capacidad para manejar diferentes áreas, aún cuando ya sabían por sus padres, los reyes Ignacio y Cinthia que se le había dado la educación de un Príncipe heredero, aún siendo era el hijo menor.

Mientras tanto, Ana y Joseph llegaron a un momento en el cual, ya no pudieron controlar sus deseos, y se dejaron llevar por la situación.

Recuerdo.

En el baile del matrimonio de Artemis y Gabriel.

Ana bailaba con Joseph y como siempre las chispas entre ellos eran evidentes. Sin embargo, no sirvió de nada que Lady Raquel y los reyes, padres del principe, estuvieran presentes.

Mientras bailaban, la cercania de sus cuerpos, a pesar de las ropas, los hacían desear más.

- Mi reina está muy hermosa está noche - le dijo en un susurro Joseph.

- Tu también estás muy guapo, mi bello príncipe - le dijo sonriendo y sonrojada Ana.

Joseph dió un suave roce de sus labios en la mejilla y cuello de Ana. Algo de lo que casi nadie se dió cuenta. Ana se estremeció ante su toque.

- Joseph, no hagas eso. Recuerda está es la boda de mi hermana. - le dijo Ana un poco nerviosa y sonrojada.

- Disculpe mi reina. Tiene razón, ya habrá tiempo para eso. - respondió el Principe con una sonrisa, que hizo que el corazón de Ana se derritiera.

Ya en la noche cuando cada uno se fue a sus aposentos asignados, Ana envío a su doncella a darle un mensaje a Joseph discretamente.

Joseph se extraño cuando tocaron su puerta. Ya se preparaba para dormir. Al leer la nota, sonrió. Y se dispuso a ir a los aposentos de Ana. Solo que no sabía cómo hacerlo sin ponerla en evidencia. Y no se le ocurrió otra cosa que pedirle ayuda a su sombra. Así que pudo entrar por el balcón del palacio de invitados.

Cuando Ana lo vio se asusto.

- Mi príncipe. -

- Disculpe, Majestad. No quise ponerla en evidencia entrando por el frente. Aquí estoy a su servicio. - dijo el principe en reverencia con una rodilla en el suelo y la cara hacia abajo.

- Levántate. Entiendo. - dijo ella ayudándolo a ponerse de pie.

Se quedaron mirando por un segundo. Ana acaricio su mejilla, y lo besó tiernamente en los labios, un beso torpe porque era su primera vez. Joseph correspondió de igual forma.

Cuando Ana intento avanzar, se dió cuenta que Joseph no hacía nada.

- ¿Que sucede, mi príncipe? -

- Mi reina, si usted no me da permiso de tocarla, no lo haré. -

- Te doy permiso de tocarme. Soy tu prometida, y pronto nos casaremos. Confío en ti, en tu palabra. - le dijo con una sonrisa

- Siempre te seré fiel, mi reina. Siempre seré tuyo hasta el final. - exclamó Joseph abrazando a Ana. Comenzó a besarla, y a Ana a corresponder sus besos y abrazos.

Ana dejo caer el ligero camisón que llevaba puesto, quedando como Dios la trajo al mundo delante de el. Y Joseph la cargo en sus brazos y la llevo hasta la cama. Mientras el se despojaba de la ropa frente a ella. Ella lo miraba intensamente de arriba hacia abajo. El se acostó junto a ella y ahí siguieron besandose y acariciandose, hasta unirse en uno sólo. Ana sintió una molestia cuando el entró en su interior.

- Mi reina, estás bien? - Preguntó preocupado.

- Estoy bien. Sigue, no te detengas. - respondió en un susurro Ana.

Así se unieron en cuerpo y alma.

Luego de esa noche han compartido otras más, llenas de pasión y deseo, y ahora también de amor. Lo que falta para que su unión sea completa ante todos y que puedan traer un heredero al reino, es casarse.

Fin del recuerdo.

- Crees que entro al palacio alguien indeseado, mi reina. - reflexionó Joseph.

- Creo que sí. - dijo Ana dandole un beso a su amado príncipe. - si es quien creo lo enviaré a los calabazos. Ya me case que intervenga. Tendré que cambiar algunos miembros del personal nuevamente. - manifestó la reina con calma y luego beso nuevamente a Joseph.

- Ve a tu palacio. Mi doncella viene para ayudarme a vestir. -

- Está bien. Te espero a desayunar, mi reina. -

- Siempre, mi príncipe. - le dijo dándose un beso apasionado.

Joseph salió por el balcón ayudado por su sombra.

- Alteza, ya debería casarse. Esto es cansado. - le murmuró la sombra mientras lo ayudaba.

- Silencio. - ordenó a su sombra, para luego decir - Muy pronto me casaré con mi rena. Te agradezco tu ayuda. - dijo dando las gracias.

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Ana bajo a ver quién era tan osado para mentir así en su palacio. En el camino encontró al asistente y a su mayordomo y mando a investigar a todo el personal de la cocina. Su doncella personal la iba acompañando hasta el salón donde recibía las visitas personales. Allí había una mesa al fondo cerca de los ventanales que dan hacia el jardín.

Y esperaba el hombre extraño. Esperándola, pacientemente.

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