Ansel y Emmett han sido amigos desde la infancia, compartiendo risas, aventuras y secretos. Sin embargo, lo que comenzó como una amistad inquebrantable se convierte en un laberinto emocional cuando Ansel comienza a ver a Emmett de una manera diferente. Atrapado entre el deseo de proteger su amistad y los nuevos sentimientos que lo consumen, Ansel lucha por mantener las apariencias mientras su corazón lo traiciona a cada paso.
Por su parte, Emmett sigue siendo el mismo chico encantador y despreocupado, ajeno a la tormenta emocional que se agita en Ansel. Pero a medida que los dos se adentran en una nueva etapa de sus vidas, con la universidad en el horizonte, las barreras que Ansel ha construido comienzan a desmoronarse. Enfrentados a decisiones que podrían cambiarlo todo, ambos deberán confrontar lo que realmente significan el uno para el otro.
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📌Novela Gay.
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Capítulo 18. Entonces acepto.
Ansel se quedó ahí, reflexionando, mientras las emociones se agolpaban en su interior: confusión, curiosidad, pero, sobre todo, un temor abrumador a lo desconocido. ¿Qué significaría esto para él y para su relación con Emmett? La idea de explorar algo con Edgar, alguien que apenas conocía y nunca había considerado como una opción, comenzaba a resquebrajar la idea fija que tenía sobre su amistad. Sin embargo, la imagen de Emmett seguía ocupando un lugar preeminente en su corazón; el eco de sus risas y el calor de su compañía aún resonaban en su mente.
Finalmente, Ansel respiró hondo, buscando claridad entre la tormenta de emociones que lo invadían. Sabía que debía enfrentar lo que sentía, tanto por Edgar como por Emmett, antes de que se desbordara y lo arrastrara a una confusión aún mayor. Era un dilema que jamás había anticipado y que, sin embargo, se presentaba con una inusitada urgencia.
Mientras miraba hacia la puerta del automóvil, donde Edgar había desaparecido, Ansel se sintió atrapado entre dos mundos: uno de familiaridad y seguridad con Emmett, y otro de promesas y oportunidades inciertas con Edgar. La lucha interna lo desgastaba, pero una pequeña chispa de curiosidad creció en su interior.
“No, no, no seas estúpido, Ansel. Si aceptas ahora, ¿no sería lo mismo que ser infiel?”. Aunque no había una etiqueta para su relación, Emmett había prometido no estar con nadie mientras ellos mantuvieran ese “contrato”, así que él tampoco podía fallar y dejarse llevar por la poca atracción que sintió en ese momento.
Un par de golpes en el vidrio lo hicieron regresar a la realidad. Ansel bajó del auto y se encontró con Edgar.
—¿Vas a quedarte ahí todo el día? —Ansel negó con la cabeza.
—Edgar, sobre lo que dijiste...
—Oye —lo interrumpió y, como lo había hecho antes, pasó un brazo sobre sus hombros para encaminarlo hacia la cafetería—, no lo pienses tan seriamente. Mira, ponlo al final de la lista de tus opciones, ¿de acuerdo?
Ansel asintió, no muy convencido—. Está bien.
Edgar sonrió, satisfecho con la ingenuidad del chico. Al menos le dejaba la puerta abierta para una futura “relación”. Los dos entraron a la cafetería, el lugar era acogedor y daba una sensación de paz. Ocuparon una mesa al final y escanearon el código para hacer su pedido. Pasaron unos minutos en silencio, hasta que Edgar habló.
—Yo no te voy a presionar ni mucho menos. —La voz de Edgar hizo que Ansel levantara la mirada—. Soy un alma libre, Ansel; si quieres venir a mí, te llevaré al cielo, pero si no quieres, tampoco voy a obligarte.
El silencio volvió a reinar entre ellos. Las palabras estaban cargadas de un significado que Ansel entendió casi instantáneamente. Sus mejillas se calentaron y mordió su labio para suprimir la vergüenza que comenzaba a invadirlo.
—Basta con eso. Emmett y yo tenemos una buena relación. —Aunque era verdad, no era la relación que él deseaba.
—¿Sí? Bueno, repítelo hasta que te lo creas —mencionó Edgar con desdén. Ansel apretó las manos y arrugó el ceño. Justo cuando estaba por reclamarle, la mesera dejó los pedidos delante de ellos—. Muchas gracias —Edgar le sonrió amablemente a la chica, y el rastro de burla que Ansel había notado en su mirada desapareció tan rápido que lo hizo dudar de su propia percepción—. Come, está delicioso.
Ansel bajó la mirada a su postre. Aunque le dio un bocado, el sabor le resultó insípido. “Repítelo hasta que te lo creas”. No podía refutar esas palabras. Se había mentido tanto tiempo y, durante esos pocos meses, había estado en una ilusión creada por su propio deseo. Se deprimió al pensar en ello y ni siquiera la dulzura del postre pudo ayudarle a segregar dopamina.
Pasó media hora y ninguno dijo nada. Los dos absortos en sus propios pensamientos. Ansel levantaba la mirada de vez en cuando y se encontraba con los ojos de Edgar, completamente atentos al postre delante de él; apenas lo había probado. Su mirada no brillaba con la burla anterior, más bien, parecía perdido y nostálgico.
—¿Estás bien? —Ansel dejó la cuchara a un lado y centró toda su atención en Edgar. Edgar levantó la mirada y volvió a su habitual sonrisa desdeñosa.
—¿Preocupado por mí? Al parecer, te gusto un poco —agarró la barbilla de Ansel y acarició delicadamente con su pulgar. Ansel empujó su mano con desagrado, pero eso no molestó a Edgar.
—Olvídalo, eres un caso perdido. —Ansel tomó el último bocado del pastel y lo tragó con un poco de enojo. Edgar se rió y bebió un sorbo del café que había pedido.
—Vamos, quiero ver una película —Edgar se puso de pie y Ansel le siguió; vio el postre y notó que apenas había tomado una parte muy pequeña.
—No lo comiste.
—No me gustan las cosas dulces —mencionó con desinterés mientras pagaba la cuenta. Ansel miró nuevamente hacia el postre y luego a Edgar—. Vamos.
Ansel asintió, un poco confundido. Si no le gustaban las cosas dulces, ¿por qué lo había invitado ahí? Incluso había ordenado un postre con extra chocolate. Tenía curiosidad, pero se limitó a seguirlo y no preguntar nada; después de todo, no eran tan cercanos aún.
Los dos caminaban en silencio por el pasillo del centro comercial hacia el cine. Ansel miraba por doquier sin ningún interés en especial. Sacaba su celular de vez en cuando, pero no había ningún mensaje de Emmett. Se sentía deprimido por haber sido abandonado de esa manera; sin embargo, debía concentrarse en buscar nuevas experiencias con alguien que no fuera su amigo.
Estaba enamorado, pero sentía que ese amor únicamente le estaba causando daño.
“No vale la pena luchar por un amor no correspondido, y tampoco vale la pena perderte a ti mismo por aferrarte a algo que jamás va a funcionar”.
Y era consciente de ello, pero lo amaba. No podía dejarlo así de la nada. Quizá, pensó, lo mejor sería vivir un duelo dentro de la relación ambigua en la que se encontraban. Quería tomar en serio las palabras de Edgar, pero tenía miedo, y ese miedo persistente era lo que no le dejaba tomar una decisión.
La película no fue ni divertida ni aburrida. Edgar le explicó que el actor principal era uno de los mejores de la industria y que habían ido principalmente para apreciar sus habilidades interpretativas. De cierto modo, eso contaba como un trabajo escolar. Ansel solo asintió, intentando parecer más interesado de lo que realmente estaba.
Mientras salían de la sala de cine, Edgar no paraba de hablar sobre lo que había aprendido de la película, señalando fallos en el guion y lagunas en la trama. A él le encantaba analizar cada aspecto técnico de lo que veían, pero Ansel apenas le prestaba atención. No es que no le interesaran las películas, pero disfrutaba mucho más esas conversaciones cuando era Emmett quien las dirigía. Con él, podía pasarse horas discutiendo sobre cine, series, y cualquier tema relacionado sin aburrirse, pero con Edgar sentía una distancia que le impedía involucrarse de la misma manera.
Aun así, mientras caminaban hacia el estacionamiento, Ansel asentía de vez en cuando y lanzaba preguntas superficiales, solo para no parecer completamente desinteresado. De repente, al levantar la mirada, lo vio: Emmett estaba frente a él, acompañado por otra persona, una figura que se aferró a él de manera íntima. El corazón de Ansel dio un vuelco, y, sin quererlo, miró de reojo a Edgar. Este también había visto a Emmett y, tras fruncir el ceño por un breve segundo, una sonrisa arrogante se formó en su rostro.
Sin previo aviso, Edgar pasó un brazo alrededor del cuello de Ansel, acercándolo hacia él. Ansel, sintiendo una mezcla de molestia y frustración, apretó las manos, pero logró devolverle una sonrisa, casi sincera.
—Es muy interesante todo lo que me cuentas, Edgar —dijo Ansel con un entusiasmo fingido—. Por favor, sigue contándome más detalles.
Edgar, satisfecho con la aparente atención de Ansel, asintió y continuó hablando, como si nada hubiese pasado. Sin embargo, el ambiente se volvió más tenso cuando una voz conocida interrumpió sus pensamientos.
—An, espera... —La voz de Emmett resonó.
Ansel se detuvo por un segundo, pero no se giró. Estaba enojado, celoso, y lo último que deseaba en ese momento era enfrentarse a Emmett. Los recuerdos de las promesas tácitas, los momentos compartidos, todo parecía insignificante ahora que había visto a Emmett con otro. Decidió no ceder a su primer impulso.
—Hablamos mañana —respondió Ansel sin darle importancia, utilizando exactamente las mismas palabras que Emmett le había dicho antes. Se giró hacia Edgar, tratando de concentrarse en su conversación, y continuó caminando sin mirar atrás.
Si hubiera volteado, habría notado la expresión de sorpresa y agravio en el rostro de Emmett, pero en ese momento, estaba decidido a no darle el gusto de saber cuánto le afectaba.
El trayecto hacia su casa fue silencioso. Edgar, a pesar de su habitual tono despreocupado, respetó el mutismo de Ansel. Ambos estaban inmersos en sus pensamientos. Ansel no podía apartar de su mente la imagen de Emmett con aquel chico, tan cercanos, tan cómplices. Sentía que lo habían traicionado, reemplazado. El dolor y la ira bullían en su interior, luchando por desbordarse. Su corazón estaba herido, y una parte de él quería hacer algo drástico, algo impulsivo.
Cuando finalmente llegaron a su destino, se quedaron en el auto durante unos minutos, sumidos en un tenso silencio. El eco de los pensamientos de Ansel lo atormentaba. ¿Había sido siempre tan ciego? ¿Había malinterpretado la relación con Emmett todo este tiempo?
La voz de Edgar rompió el silencio.
—La propuesta sigue en pie, Ansel. La decisión es tuya. —Edgar lo dijo con una calma aparente, pero había una insistencia subyacente en sus palabras.
Ansel se giró lentamente para mirarlo. Sabía que Edgar no había dejado de recordarle su oferta de explorar algo más que una amistad entre ellos. Y aunque había dicho que no lo presionaría, lo repetía cada vez que encontraba la oportunidad. Hasta ese momento, Ansel siempre había rechazado la idea, pero ahora, las emociones lo superaban. La rabia y el dolor nublaban su juicio, y en ese instante, todo lo que quería era escapar de la sensación de ser invisible para Emmett.
Sin pensar demasiado en las consecuencias, se inclinó hacia Edgar y tomó su rostro entre las manos. Los ojos de Edgar se abrieron levemente, sorprendido por la acción repentina, pero antes de que pudiera decir algo, Ansel lo interrumpió.
—Entonces acepto —susurró con una voz cargada de determinación y desesperación.
Antes de que Edgar pudiera reaccionar, Ansel lo besó.
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Me dolió escribir esto (ᗒᗩᗕ)