está es la historia de Betty una jovencita luchadora , positiva y humilde; que sin querer atrae la atención de un hombre que es lo opuesto a Betty.
Antoni Santino un hombre con cicatrices del pasado ,desconfiado y cerrado al amor.
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Capítulo 18: La Verdad y las Consecuencias
Doménico y Valeria regresaron a Manhattan con el corazón pesado pero comprometidos a respetar la decisión de Betty. La promesa de guardar silencio no solo protegía a Betty, sino que también les daba tiempo para procesar todo lo que habían descubierto. Valeria, siempre la voz de la razón, sabía que su hijo Antoni debía enterarse, pero reconocía que la prioridad era que Betty estuviera preparada para enfrentar la situación con sus propios padres.
En Los Ángeles...
Betty sabía que el tiempo de ocultar la verdad había llegado a su fin. Decidió armarse de valor y llamó a su madre. Con el teléfono en la mano, su corazón latía a mil por hora. Soñó varias veces antes de que su madre contestara, pero finalmente, en la última sonada, escuchó la cálida voz de su madre al otro lado de la línea.
—¡Hola, mamá! —saludó Betty con la voz quebrada.
—¡Betty, hija! —respondió su madre con cariño—. Te extraño tanto cariño.
Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Betty. La nostalgia y el miedo se mezclaban en su corazón. Sabía que iba a romper las expectativas de sus padres, pero también sabía que debía enfrentarlo.
—Yo también te extraño, mamá —dijo Betty mientras trataba de recuperar la compostura—. Hay algo muy importante de lo que necesito hablar con ustedes. Viajaré a Manhattan esta semana para verlos y hablar en persona.
La preocupación se apoderó de la voz de su madre.
—¿Todo está bien, Betty? ¿Qué ocurre?
—Sí, mamá, todo está bien —mintió Betty, intentando tranquilizarla—. Solo necesito verlos y hablar de algo serio. Nos vemos pronto, ¿sí?
Después de la llamada, Betty sintió una mezcla de alivio y ansiedad. Había dado el primer paso, pero sabía que la verdadera prueba aún estaba por delante. Llamó a Amanda, su amiga de toda la vida, para informarle de su viaje. Amanda la apoyó incondicionalmente, ofreciéndose a recogerla en el aeropuerto y acompañarla en ese difícil momento.
En Manhattan...
El día del viaje llegó, y Betty se despidió de Esteban, quien no la acompañaría esta vez. Amanda la recibiría en el aeropuerto con un cálido abrazo. Betty sentía que el apoyo de Amanda era un ancla en medio de la tormenta que se avecinaba.
De camino a la casa de sus padres, Betty sentía un nudo en el estómago. Cuando finalmente llegó, dudó en tocar la puerta. Se quedó allí, indecisa, amaga varias veces con tocar, pero al final, cuando por fin se decidió y tocó, ya era demasiado tarde para arrepentirse. Justo cuando pensó en retroceder, la puerta se abrió y su madre apareció en el umbral.
—¡Betty, mi Betty! —exclamó su madre con alegría al verla—. ¡Ya estás en casa!
Su padre también apareció en ese momento, y al ver a Betty, ambos se quedaron atónitos al notar su vientre abultado. El silencio fue sepulcral mientras los ojos de sus padres pasaban de su rostro a su vientre. Betty, con lágrimas en los ojos, apenas pudo susurrar:
—Papito, mamita...las hormonas del embarazo la tenía llorona,a veces las lágrimas se salían sola sin permiso, está muy sensible.
Sus padres, sin decir una palabra, la rodearon en un abrazo cálido y reconfortante. A pesar de la sorpresa, el amor que sentían por su hija era incondicional.
Dentro de la casa...
Más tarde, cuando finalmente se sentaron en la sala, la conversación inevitable surgió. Sus padres, aunque sorprendidos y preocupados, le preguntaron a Betty por el padre del bebé. Betty, aún herida por los recuerdos, evitó dar detalles. Sus padres notaron la tristeza en su rostro y, respetuosamente, decidieron esperar a que ella estuviera lista para hablar.
Betty les explicó que se quedaría un tiempo en Manhattan debido a un proyecto en colaboración de Textiles Milly's con otras empresas de Manhatan. Sin embargo, la verdadera razón de su estancia era aún más importante: necesitaba hablar con Antoni. Sabía que, tarde o temprano, debía enfrentar la realidad y decirle que iba a ser padre de una niña, una niña que ella ya había decidido llamar Antonia.
Betty se preparaba para esa conversación, consciente de que, si Antoni rechazaba a su hija, ella estaba dispuesta a asumir ambos roles, de madre y padre, para Antonia. Su determinación crecía con cada día que pasaba.
Mientras tanto, en la empresa...
Después del viaje a Los Ángeles, Antoni notó un cambio en sus padres, especialmente en Doménico, quien evitaba su mirada y pasaba menos tiempo en la empresa. Esto solo aumentaba la confusión y el malestar en Antoni, quien había regresado de su retiro en la cabaña como un hombre diferente.
La alegría que una vez caracterizó a Antoni había desaparecido. Se había sumido en un estado de seriedad y distancia, enterrando su dolor en largas horas de trabajo. Ya no había sonrisas en su rostro; solo una expresión sombría y fría. Sus ojos, antes brillantes y llenos de vida, ahora reflejaban una oscuridad y vacío que todos a su alrededor podían notar. Sus empleados caminaban con cuidado a su alrededor, temerosos de provocar su ira, que se había vuelto impredecible y feroz.
En cuanto a Samira...
Por otro lado, Samira había desaparecido casi por completo del radar. Se escondía de Antoni, evitando firmar los papeles del divorcio y alargando la situación todo lo que podía. Sabía que sin su estatus como la señora Santino, su vida de lujos y privilegios estaba llegando a su fin. La carrera que alguna vez fue el centro de su vida se desmoronaba junto con su reputación. Los rumores sobre su posible separación de Antoni circulaban, y aquellos que antes la adulaban ahora la evitaban.
Samira, incapaz de aceptar su caída, se hundió en una espiral autodestructiva de alcohol, drogas y fiestas incontrolables. Su belleza, que había sido su mayor activo, se desvanecía rápidamente bajo el peso de sus excesos. Pero en su mente, Samira culpaba a una persona por su desgracia: Betty. Estaba convencida de que la "cuatro ojos", como la llamaba despectivamente, había robado el amor de Antoni, y estaba decidida a hacerla pagar. La venganza comenzó a consumirla, y Samira juró que haría sufrir a Betty el doble de lo que ella estaba sufriendo ahora.
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