La ciudad despierta alarmada y aterrada con un horrendo triple crimen y Fiorella descubre, con espanto, que es una mujer lobo, pensándose, entonces en un ser cruel y sanguinario, lo que la sume en desesperación y pavor. Empieza, por ende, su agonía, imaginándose una alimaña maligna y quizás la única de su especie en el mundo. Fiorella es acosada por la policía y cazadores de lobos que intentan dar con ella, iniciándose toda de suerte de peripecias, con muchas dosis de acción y suspenso. Ella se enamora, perdidamente, de un humano, un periodista que tiene la misión de su canal de noticias en dar con la mujer lobo, sin imaginar que es la muchacha a quien ama, también, con locura y vehemencia. Fiorella ya había tenido anteriores decepciones con otros hombres, debido a que es una fiera y no puede controlar la furia que lleva adentro, provocándoles graves heridas. Con la aparición de otras mujeres lobo, Fiorella intentará salvar su vida caótica llena de peligros y no solo evadir a los cazadores sino evitar ser asesinada. Romance, acción, peligros, suspenso y mucha intriga se suceden en esta apasionante novela, "Mujer lobo" que acaparará la atención de los lectores. Una novela audaz, intrépida, muy real, donde se conjuga, amor, mucho romance, decepción, miedo, asesinatos, crímenes y mafias para que el lector se mantenga en vilo de principio a fin, sin perder detalle alguno.
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Capítulo 18
Anthony fue liberado de la cárcel por falta de pruebas. Yo acababa de terminar el examen de Farmacología y Toxicología veterinaria y me sentía mareada con tantas fórmulas y nombres complicados, cuando encendí mi móvil y me encontré con una decena de mensajes de él. Me había estado escribiendo toda la mañana.
-Te espero en la cafetería-, me pedía una y otra vez.
Fui de prisa, dando trancos, sujetando mi mochila. Lo encontré degustando de un delicioso tamal y bebiendo un jugo. Sin embargo estaba demacrado, tenía la cara ajada y se encontraba demasiado delgado. La había pasado muy mal todos estos días que estuvo tras las rejas, no me cabía duda.
-Necesito hablarte, Fiorella-, me anunció con la voz trémula y cortada.
-¿Qué ocurre?-, jalé una silla.
Anthony me miró fijamente a los ojos. -¿Qué sabes de Viviana?-, me preguntó entonces, y su voz me pareció miles de puñaladas clavándose en mi busto.
-Nada, solo que desapareció-, balbuceé como una tonta.
-Vivi me dijo que iba a pegarte y no pude detenerla, luego desapareció, ¿qué pasó luego?-, me siguió él martillando. Yo no lo entendía bien. ¿Acaso me estaba acusando de su desaparición? Me molesté. Arrugué la boca y crucé las piernas fastidiada.
-¿Qué quieres decir? ¿Que yo la maté y luego oculté su cuerpo?-, sentí la cólera alzándose como llamas en mis entrañas.
-No, lo que quiero es que me digas es qué sabes, necesito saber qué ocurrió con Viviana, dónde está ella-, me dijo entre mortificado y desconcertado.
-Yo no sé nada-, le insistí. Esa era la verdad.
-¿Sabes quién soy?-, me preguntó en forma enigmática.
-Ay, no sé, solo sé que estudias conmigo-, empecé a incomodarme.
-Tú eres la bestia que busca la policía-, me disparó, entonces, de frente.
Furiosa le dije que era un imbécil y le tiré el jugo en su cara. Luego me fui con la naricita alzada, moviendo las caderas y haciendo eles con una mano fastidiada de lo que me había dicho y sus preguntas que me parecían realmente estúpidas.
No pensé mucho en lo que me había dicho pero Anthony tenía razón. Yo había sido la última que vio a Viviana. Recuerdo que me enfurecí mucho cuando ella me golpeaba y todo se oscureció. ¿La hice pedazos y enterré sus restos?, me pregunté. Empecé a sentir más miedo que antes. Ahora me sentía una criminal, una asesina cruel y despiadada, sanguinaria incluso. Llegué a creer que Anthony tenía razón.
Él pensaba que yo era una bestia y temía que estuviera en lo cierto.
Según me dijo Kathy, mis padres murieron cuando yo tenía tres años. Recuerdo que cuando me enteré de la muerte de mis padres, acomodaba mi ropita de colegio en la cómoda, y luego guardé mis zapatos en una repisa que estaba junto al televisor. -¿Cómo murieron, señora?-, le pregunté a ella. Kathy me ayudaba a doblar la falda, la blusa y las medias.
-Es la misma pregunta que yo hice al centro de adopción. Dicen que murieron en un accidente pero en la casa donde vivías con tus papás, encontraron sangre pero nunca hallaron los cuerpos, todo fue muy extraño-, me contó.
-¿Los mataron, señora?-, alcé mi naricita.
-No lo sé, niña-, ella era muy parca y cortante.
-¿Y mis tíos, mis abuelos, mis hermanos?-, yo tenía demasiadas dudas.
-Nada. Estuviste en un albergue tres años sin que nadie reclame por ti, entonces pasaste al centro de adopción y adoptarte fue muy complicado porque no habían registros tuyos-, se sentó ella en mi cama, pensativa.
-¿No me llamo Fiorella Malinova?-, pregunté.
-Sí, eso sí, tus padres eran Petko Malinov y Miroslava Todorova, ciudadanos búlgaros, que llevaban un año viviendo clandestinamente en Perú, llegaron escapando de su país de una persecución o algo parecido, dijeron que, acá, en éste país no los buscarían, fue lo poco que supe de ellos-, fue lo que me dijo la señora.
Eso lo recordé perfectamente. Al día siguiente fui donde registros individuales para averiguar sobre mis padres.
-¿Malinov? ¿Todorova?-, balbuceaba a cada rato un joven dando pantallazos en la PC, tecleaba una y otra vez y no dejaba de pasar páginas, sin embargo no encontraba nada. Me sentí incómoda. -¿No existen?-, pregunté otra vez.
-Parece que no. No hay nada de ellos-, me dijo desalentado.
-¿Quién soy yo, entonces?-, me molesté.
-Usted es Fiorella Malinova, hija adoptiva de Kathy Banks y Frank Georgeus, fallecidos, es lo que tenemos-, me detalló.
Estaba como al principio: en nada.