Mis Tres Vidas

Desde que llegó a casa de sus padres Arón quiso aclarar su mente y ver que sentía realmente sobre Elizabeth, la chica del piano. Una chica única por así decirlo, de una belleza sin igual, pero con una discapacidad que bajo sus ojos no importaba, pero para la sociedad sí, mucho más para sus padres.

Pensaba en como reaccionarían ellos ante el hecho que el quisiera que fuera su esposa, la elegida entre tantas chicas. Ellos querían que se uniera a una de las hijas del conde, la mayor, por ahí era un avance, desposar a la menor de ellas estaba entre lo pactado, al final el resultado era el mismo ante la promesa hecha al rey, ambas familias se unirían de por vida, hasta que la muerte los separara, ya que no existía el divorcio.

Le tomó un poco de tiempo armarse de valor y decirle a sus padres que la quería a ella, incluso a el mismo le costó entenderlo. Para él Elizabeth era muy completa, a pesar de su limitación, a su lado las horas pasaban como si nada. Esa sensación era la que más buscaba en una chica, que se pudiese conversar, más allá del físico, de la posición, buscaba alguien que lo hiciera sentir cómodo, ser el mismo y esa sensación de la daba ella.

Sus padres ofrecieron resistencia en un inicio, no entendían en que habían fallado como padres para que su único heredero quisiera casarse con una persona así. Desde que supieron su decisión, cada día había una cena en casa, una chica nueva que conocer, para ver si la olvidaba, incluso si eso costaba romper lo pactado con el rey.

Luego comprendieron que no iba a cambiar de opinión y lo dejaron en paz. Arón era muy sentimental y de forzarlo hacer algo para lo cual no estuviese de acuerdo, podían perderlo para siempre, lo sabían y no estaban dispuestos a correr el riesgo, entonces le dieron permiso para cortejarla.

El tiempo que compartío con Elizabeth no intentó enamorarla ni nada por el estilo. En un inicio solo le ofrecío un poco de apoyo dado su situación y al ver como era excluida por su propia familia, aquella que se suponía debía amarla por sobre todos. Fue así que una vida llevo a la otra, entonces sin darse cuenta comenzó amarla.

Poco a poco Elizabeth lo fue embrujando con su aroma a flor silvestre, su voz dulce, o tal vez fue su música o toda ella, no sé. La amo a pesar de todo. Al notarlo necesito espacio para reflexionar si era ese el camino correcto y decidió marcharse.

Si marchar más que olvidarla fue lo contrario, la necesitaba y extrañaba demasiado, confirmando lo que su corazón ya sabía. Al confesarlo y sus padres darle la bendición de que podía avanzar en su cortejo le escribío, la invitó a su hogar, le contó sus planes. Que ella aceptara ser su prometida le hizo el hombre más feliz del mundo.

Hoy es el día que llega ella a casa y Aarón está tan nervioso que no sabe como reaccionar. Quisiera decirle que la ama, pero prefiero ir despacio, es muy tímido para abordarla así. Suena la trompeta de los guardias, ya su carruaje está aquí, baja apresurado casi sin respiración a recibirla en la entrada y su corazón late muy deprisa. Sus padres ya están ahí también.

- Bienvenida, dijo su padre al verla bajar del carruaje con la ayuda de su sirvienta.

- Muchas gracias, contestó.

Arón fue hacia ella y beso su mejilla.

- Ven te muestro el lugar, dijo luego de que se presentara formalmente ante sus padres.

Ingresaron todos juntos adentro hacia el recibidor. Varios dulces y refrescos aguardaban por su presencia en honor a Elizabeth. Ella estaba fría, sus manos temblaban un poco, estaba muy nerviosa. Arón lo notó al instante, tomó su mano para calmarla un poco y guío hasta el sofá para que tomara asiento, luego se sentó a su lado.

- Las palabras de mi hijo no te hicieron justicia, eres muy hermosa, dijo su padre.

Ella se sonrojó, luego le dio las gracias. Desde que Elizabeth hizo entrada los padres de Arón la trataron como a una más de familia. Ellos lo querían mucho y si el decidía que fuera ella, harían su mejor esfuerzo por complacerlo, al final el enlace estaba hecho y se había cumplido la promesa hecha al rey.