El Aliento De Los Suspiros

El reino de Easterwood es uno prosperó y lleno de vida, el pueblo entero era protegido por las enormes montañas congeladas.

Las primeras filas del ejército de Easterwood yace en uno de los campamentos que se encontraban en la frontera donde el reino de Hermea comenzaba. El traje militar los diferenciaba, mientras que los soldados de Hermea eran vestidos por sus uniformes verdes, los del enemigo eran de un negro tan profundo.

El reino Easterwood, al encontrarse protegido por las enormes montañas, se encontraba la gran muralla que protegía al pueblo de Roswell.

Era prosperó, la riqueza era innegable, y en lo más alto de una de las tantas montañas se encontraba el castillo de Easterwood, uno donde la nieve lo cubría, aunque el invierno era la estación principal del reino, el reino también era golpeado por el verano, provocando que los verdes pinos volvieran a brillar en ese espléndido verde.

Un monarca gobernaba esas tierras prósperas, un rey oscuro y maligno, muchos lo consideraban el villano, el villano que tenía demasiada sangre derramada corriendo en sus manos. La verdad era, que el mismo ejército no dejaba a ni un solo sobreviviente y quien vivía, era capturado.

Justo ahora se deliberaba las nuevas estrategias de ataque, ahí el mismo monarca se encontraba escuchando las estrategias de sus jefes de guerra.

Pero algo le molestaba, no había ninguna idea que los llevara más cerca de su enemigo, todos eran planes absurdos que no tenían ni pies ni cabeza, que tan solo lograban más que dominar un pedazo de tierra. Cuando él, lo que mas deseaba, era la destruccion del reino enemigo.

Escuchando las ideas absurdas de los hombres, suspiro con pesadez haciendo que todos voltearon a ver la inconformidad en su rostro, algunos pasaron saliva, otros limpiaban el sudor por la errante emoción de los nervios, que los traicionaba.

—Majestad, considero viable atacar al reino de Lyria, así tendríamos la ventaja de una posible invasión, así podríamos debilitar su ejército...

Sus ojos permanecían cerrados con una de sus manos tomando el costado de su rostro y dando un suave golpe con su dedo en la cien.

—Es absurdo, los Valyrian cuentan con un númeroso ejército, además tendrían una comunicación rápida con Hermea, nos estarían esperando, es muy arriesgado...

—¿Qué tienen los Valyrian que no podamos superar?

—El poder de la luz

Dijo uno de los comandantes quien miró al rey, que al fin, después de tanto tiempo había levantado la vista.

—¿El poder de la luz?

—Si, el poder de las estrellas, capaz de destruir todo lo que se proponga, capaz de destruirnos...

El mismísimo rey empuñó con fuerza su puño ante la afirmación de uno de sus colegas, si bien, él poder de las estrellas estaba fuera de su alcance, no podía permitirse una derrota.

—Suficiente

La voz retumbante, grave y varonil resono del mismísimo monarca, resonó en la sala con tanto poder que silencio a los presentes. Esa era la habilidad de un monarca tan temido como él. Con la molestia aún más predominando su cuerpo, se levantó de la silla y finalizó con la reunión para marcharse. Todos observaron la espalda de su rey, su figura les causaba impotencia, su espalda era de una ancha musculatura, sus brazos eran largos y poderosos, su altura era demasiado considerable, tanto que la altura de ellos no era nada comparada con la del rey.

Ese era el mismísimo rey de Easterwood, Rafael VI Roosevelt Zimmermann, el hombre que portaba una belleza inigualable, un porte refinado y elegante, un poder envidiable.

Cerrando la puerta de sus aposentos en un azote que retumbó en el eco de la habitación, camino hasta el balcón mostrándose bajo la luz de la luna, viendo la luna es su mejor forma, viendo lo redonda que era.

Rafael VI se mostraba bajo la luz de la luna con un rostro neutral. Su belleza era innegable, cejas pobladas, cabellos azabaches cuál noche, labios delgados, nariz perfilada, mandíbula marcada, un rostro bello, digno de la belleza que sus padres le heredaron.

—Rafael

La abrupta presencia de un hombre lo hizo voltearse a ver al que consideraba un compañero.

—¿Que haces aquí?

—Descansando

Dijo con el libertinaje de sentarse en una de las orillas del balcón.

—¿No deberías estar al frente?

—Si, debería, pero lamentablemente los maestros de guerra no saben que hacer para impresionar a su rey

Menciono reposando sus brazos detrás de la nuca con un pie colgando en la nada. Ese era uno de los comandantes del ejército, el extrovertido Maximilian Dietrich Graf, el mejor compañero de batalla que podía tener y su segundo mejor amigo, despues de Jeffrey Duncan quien es un buen espadachín.

—Es inaudito, no hacen más que discutir sobre planes tan absurdos y mediocres que no logran conseguir alguna ventaja

—Y como culparlos, son tan solo unos viejos decrépitos que te sirven con lealtad…

Dijo con la ironía del momento, provocando una reacción de desespero en su amigo que empezó a dar vueltas y vueltas buscando la solución para poder tener la ventaja contra el reino enemigo.

—Quizás, deberías pensar en ganar más aliados que en planes absurdos

Tenía razón, antes no dependía de tan solo unos hombres, únicamente era él, siempre fue él y su amigo, la confianza solo era para ellos dos, para nadie más, ¿Pero, qué esperaba? Nadie podía satisfacer su sed de venganza excepto él.

—Sabes, no eres estúpido después de todo...

Dijo el monarca, para con posterioridad entrar de nuevo a la habitación y extender uno de los mapas sobre una de las mesas, tomó un lápiz he hizo suaves trazos sobre el papiro. Su amigo, quien había entrado de tras de él y observar lo que hacía fue entonces que comprendió el plan astuto de su amigo. Sonrió al reconocer el plan del cual el rey pensaba.

—Eso, se ve mucho mejor...

—Por supuesto, la mejor oportunidad que tenemos para atacar y debilitar al enemigo, es saquear sus reservas, si privados el paso de las vías marítimas, tendremos un bloqueo directo a Lyria y así, podremos atacar.

Ambos amigos, chocaron sus palmas y continuaron la velada, haciendo los preparativos para la emboscada que ocurriría en tan solo tres días. En tres días, el futuro de los Hermeanos se definiría.