Sin Elección Villana

Kristen entró y se sentó en su cama. Ella suspiró recordando a su amiga y figura materna, Anne. Hacía un año había sido envenenada y ella abandonada en el proceso. Ahora no había en quién confiar y solamente estaba ella. Soledad.

Kristen recordaba todo perfectamente. Después de haber regresado de una misión abrió la puerta de la habitación y encontró a Anne en el suelo, aparentemente dormida, sin embargo, por mucho que intentó despertarla fue en vano, Anne ya no estaba respirando. Ese fue el primer día donde lloró con todas sus fuerzas y ese también era el último día que haría algo así. Y como era de esperar el doctor de la familia dijo que Anne estaba muerta y la causa era envenenamiento.

Kristen sabía quienes eran los malditos culpables, y ella los haría pagar a todos. Kristen conocía como era ese sitio, el más fuerte sobrevivía y el débil era pisoteado como una asquerosa rata, esa era la ley en la residencia de los Russen.

Pero duele, ¡Maldita sea, duele mucho!, Anne era como su madre y a ella no le queda nada ahora.

Kristen sintió su pecho doler demasiado mientras que unas lágrimas amenazaban por salirse pero, mordió sus labios fuertemente y miró a la nada con completo enojo.

—Olvidemos este dolor, porque yo debo avanzar y esta porquería no me es útil. —Kristen dijo aquello con la voz temblorosa, estaba casi por romperse, caerse pero, si se caía otro vendría a rematarla o darle un golpe en la espalda. No podía dejar eso pasar.

Kristen dejó su cuerpo caer en la cama de espalda y suspiró mirando el techo como si hubiese algo interesante allí. La puerta fue tocada y Kristen dirigió su vista a ese punto con confusión, mirando la puerta de manera insegura pero, nuevamente volvieron a tocar y esta vez ella se levantó y fue a abrir la puerta.

Cuando Kristen abrió la puerta se encontró con Aine en la puerta. Kristen empleó su mirada fría y sin vida y le preguntó cortante.

—¿Qué quieres?

—Nunca me recibes bien hermana, toma esto. —Le entregó un papel a Kristen.

Eliminar un grupo de mercenarios.

Recompensa 10 mil de oro.

Kristen arrugó sus cejas después de leer y volvió a preguntar.

—¿Qué significa esto? —Le cuestionó a su hermana. Aine sonrió como siempre y sus ojos ámbar brillaron con intensidad.

—La mitad es toda tuya, solamente ayúdame en esta misión. —Kristen la miró sin apartar la mirada de ella y Aine volvió a hablar. —Deja de mirarme de ese modo, solamente dime si podrás o no. —Kristen bajó un poco la mirada y volvió a mirar a Aine de la misma manera.

—Esta bien, ya puedes irte. —Aceptó y se metió dentro de su habitación y cerró la puerta. Kristen volvió a acostarse sintiendo un sentimiento de extrañeza, pero, luego Kristen embozó una sonrisa amplia. —Hora de cazar.

En la mañana a primera hora Kristen estaba esperando a Aine en la zona del jardín, cerca de la habitación de Aine.

Kristen esperó bastante tiempo y cuando no la vio en todo ese tiempo, se levantó para ir a buscarla hasta su habitación. Algo que hizo que Kristen soltara un largo suspiro. Hacía mucho tiempo que no pisaba esa parte de la residencia, las habitaciones donde se hospedaban sus hermanos, la última vez que estuvo cerca de uno no fue muy agradable.

Kristen llegó con una pereza y un sentimiento molesto en su pecho… ¿Era miedo?, estupideces es lo que pensaría Kristen. El sentimiento de miedo no tenía lugar para asentarse dentro de ella, era simplemente un obstáculo en su vida, así que, debería borrar de ella todo lo que le impedía avanzar, alcanzar su meta, la cual era obviamente matar y borrar a los Russen de la faz de la tierra.

Kristen dio un paso y vio la puerta de la habitación de su hermana abierta, no había nadie cerca y mientras más se acercaba escuchaba gemidos y golpes de forcejeo.

Ella se paró en el umbral de la puerta de la habitación y miró en la cama como alguien estaba encima de Aine y ellos dos forcejeaban.

—¡Quítate! —Aine exclamó molesta, Aine se sentía horrible, odiaba no poder defenderse, ¿Acaso se había vuelto débil?, es lo que se preguntaba mientras intentaba apartar a la bestia que tenía encima. —¡Naim, te mataré, lo juro!

En eso ella apartó la vista para no ver más al primer hijo de los Russen y su mirada fue a parar directamente sobre Kristen, quien miraba la escena sin decir nada.

—¡Kristen! Ayúdame. —Naim se detuvo un momento pero, nuevamente volvió a embestir sin nada de vergüenza. Y Aine gimió debido a ello.

—No pareces necesitar ayuda y además, ¿Por qué debería ayudarte? —Kristen miró a Aine embozando una sonrisa cínica imitando la forma de sonreír de Aine.

Kristen simplemente se dio la vuelta y dejó a Aine siendo fuertemente cogída por su propio hermano. Todo es tan asqueroso, Kristen pensó mientras regresaba por donde vino y escupió al suelo debido al asco que sentía. «Qué repugnante».

Después de una hora Aine apareció frente a Kristen mientras se arreglaba la ropa. La boca de ella estaba partida y tenía un ojo morado, su pelo marrón estaba muy despeinado y al parecer ella ni siquiera intentó arreglarlo.

—¿Por qué no me ayudaste?

—Cállate maldita perra. —Kristen se levantó de la piedra en donde estaba sentada, muy molesta. «Es estúpida o se hace», Kristen pensó mientras le cruzaba al lado y luego le dijo. —Vamos, andamos retrasadas.

Aine arrugó las cejas confundida pero, siguió a su hermana menor.

Ambas llevaban ropas de pueblerinas, no querían ser descubiertas y Kristen ya estaba preparándose para fingir ser una joven en apuros o eso era lo que había entendido de Aine. Odiaba hacer misiones con otras personas pero, no podía negar que Aine era una magnífica compañera en algunos casos, en otros se volvía una perra loca.