El Mago Que Quemó Todo

Cedric se sentía incómodo en medio del bullicio del banquete. A pesar de las felicitaciones y los elogios que recibía por su supuesto acto heroico, se sentía como un extraño entre la multitud. Las conversaciones de los generales y la realeza zumbaban a su alrededor, pero su mente estaba en otra parte.

Agradeció silenciosamente a Evangeline por ocuparse de Lysander. Sabía que tener al niño lejos del escrutinio público era lo mejor para él. Aunque había aceptado su papel como héroe del reino, Cedric anhelaba la paz y la tranquilidad de la vida cotidiana, lejos de los flashes de la fama y la atención no deseada.

Mientras los invitados brindaban y celebraban, Cedric se encontraba perdido en sus pensamientos.

Observó a los generales y a la realeza brindando y riendo, y se preguntó si realmente comprendían el costo de la guerra y la pérdida que había sufrido. A pesar de sus diferencias, todos estaban unidos por un deseo común de paz y seguridad para el reino.

Cedric se prometió a sí mismo que haría todo lo posible para garantizar un futuro mejor para Lysander, uno en el que no tuviera que vivir en un mundo marcado por la violencia y el conflicto. Con esa determinación en mente, Cedric levantó su copa en el brindis, comprometiéndose a defender a su hijo y a su país con todas sus fuerzas.

El príncipe Adrian se acercó a Cedric con una sonrisa amistosa, rompiendo el bullicio del banquete.

—Es bueno volver a verte, Cedric—, dijo con cortesía. —Quería agradecerte personalmente por tu valentía y tu determinación. Gracias a tus esfuerzos, hemos logrado encontrar a los magos negros restantes y nuestro reino se está convirtiendo poco a poco en un lugar más seguro—.

Cedric asintió con gratitud, apreciando las palabras del príncipe.

—Me alegra escuchar eso, Su Alteza—, respondió con cortesía. —Estoy comprometido a hacer todo lo que esté a mi alcance para garantizar la seguridad de nuestro reino—.

El príncipe sonrió y luego miró a su alrededor, observando a los invitados que disfrutaban del banquete.

—Dicen que eres un mago muy talentoso, Cedric—, comentó con curiosidad. —¿Podrías mostrarnos un poco de tu habilidad? Estoy seguro de que sería un espectáculo impresionante—.

El general Magnus interrumpió con cautela, tratando de proteger la mentira de su hijo.

—Quizás no sea el momento adecuado para una demostración, Su Alteza—, sugirió, buscando una salida diplomática.

Sin embargo, Cedric sintió las miradas expectantes posadas sobre él y comprendió que no podía evadir la solicitud del príncipe.

—Bueno, tal vez debería hacer una pequeña demostración—, dijo Cedric con una sonrisa forzada. —He estado entrenando bastante últimamente—.

El príncipe Adrian asintió con entusiasmo.

—¡Excelente idea!—, exclamó. —¿Qué te parece si tienes un pequeño encuentro conmigo? Sería interesante ver si has perfeccionado tus habilidades desde la última vez que te vi—.

El rey, con la sabiduría que caracterizaba su liderazgo, expresó con prudencia sus reservas ante la idea de una demostración pública de habilidades mágicas.

—Quizás no sea necesario este espectáculo en este momento—, sugirió, con una voz que reflejaba tanto su preocupación por la seguridad como su deseo de evitar cualquier incidente innecesario en el banquete real.

Sin embargo, el príncipe, con su típica confianza y ansias de emociones, contrarrestó la cautela de su padre con una sonrisa desafiante.

—Solo seremos dos amigos pasando un rato agradable, ¿verdad, Cedric?—, instó, con una mirada chispeante que dejaba en claro su entusiasmo por el desafío.

Cedric, aunque sintió un atisbo de incertidumbre, no pudo negarse al desafío del príncipe. Asintió con una mezcla de determinación y nerviosismo, siguiendo al heredero hacia el centro de la sala donde se desplegaría el enfrentamiento mágico. Mientras se preparaba para el duelo, su mente se llenó de preguntas sobre las motivaciones del príncipe y las implicaciones de este desafío en un evento tan importante.

Observó cómo el cabello rubio del príncipe ondeaba ligeramente con la energía mágica que lo rodeaba, añadiendo un aire de gracia y majestuosidad a su figura. Los ojos del príncipe brillaban con un resplandor desafiante y orgulloso, desafiando a Cedric a mostrar sus habilidades en un enfrentamiento que prometía ser tanto un espectáculo emocionante como una prueba de destreza.

Cedric se preparó para enfrentar al príncipe, consciente de que esta pelea sería mucho más que una simple demostración de habilidades. Sería una oportunidad para demostrar su valía ante la corte real y para mantener oculto el verdadero poder de Lysander.

El príncipe desató su poder con un gesto majestuoso, invocando un águila etérea que parecía haber sido esculpida de la misma luz. Cedric, ante la imponente presencia del ave mágica, mantuvo la calma y se preparó para lo que vendría a continuación.

Con un graznido resonante, el águila desplegó sus alas brillantes y comenzó a lanzar plumas resplandecientes en dirección a Cedric. Las plumas, cargadas de energía mágica, cortaban el aire con precisión, apuntando directamente hacia él como flechas afiladas en busca de su blanco.

Sin embargo, Cedric no se dejó intimidar. Con una concentración intensa, canalizó su magia y creó una barrera de fuego alrededor de sí mismo, quemando cada una de las plumas en el aire antes de que pudieran alcanzarlo. El calor intenso y el destello de las llamas se contraponían al resplandor del águila, creando un espectáculo impresionante que capturó la atención de todos los presentes.

El público, asombrado por la habilidad de Cedric para repeler el ataque, estalló en aplausos y aclamaciones, reconociendo su destreza y valentía en la cara del peligro. Cedric, aunque agradecido por el apoyo, mantuvo su enfoque en la tarea en mano, sabiendo que esta demostración no solo era un espectáculo, sino también una prueba crucial de sus habilidades y su capacidad para proteger a aquellos que amaba.

Con determinación, Cedric canalizó su poder y comenzó a invocar una cascada de fuego a su alrededor. Las llamas ardientes danzaban en el aire, crepitando y retorciéndose como serpientes de fuego que obedecían su voluntad. Con un movimiento fluido de sus brazos, Cedric comenzó a dirigir las llamas hacia el príncipe, quien se preparaba para el desafío.

Sin embargo, el príncipe no se quedó de brazos cruzados. Con un gesto de su mano, invocó un escudo de luz en forma de tortuga que lo rodeaba, protegiéndolo de las llamas que Cedric dirigía hacia él. La barrera resplandeciente emanaba un aura de poder y resistencia, reflejando la determinación del príncipe para enfrentar cualquier desafío que se le presentara.

Cedric, impresionado por la habilidad defensiva del príncipe, intensificó su ataque, aumentando la velocidad y la fuerza de las llamas en un intento por superar la barrera luminosa. Sin embargo, el escudo se mantuvo firme, desviando cada embate de fuego con una eficacia impenetrable.

Mientras tanto, el público observaba con fascinación y asombro la batalla de poderes que se desarrollaba ante sus ojos. El choque entre el fuego ardiente y la luz brillante creaba un espectáculo impresionante, inundando la sala con una energía intensa y palpable.

Con un giro repentino de la batalla, el príncipe envió el escudo de luz hacia Cedric con la intención de derribarlo, mientras se preparaba para enfrentar las llamas que se acercaban. El escudo avanzaba velozmente, dispuesto a chocar contra Cedric y neutralizar su ataque.

Sin embargo, en un acto de sorprendente destreza, Cedric se elevó en el aire impulsado por las llamas que crepitaban a su alrededor. Su cuerpo se alzó en un ascenso majestuoso, como si estuviera desafiando la gravedad misma, mientras evitaba hábilmente el escudo que se aproximaba.

Cedric continuó ascendiendo en el aire, superando el escudo del príncipe y dejando atrás las llamas que seguían su estela.

El príncipe invocó un majestuoso águila y se subió a ella con gracia, elevándose para continuar el enfrentamiento en el aire. Cedric, con determinación en la mirada, preparaba su próximo movimiento mientras observaba al príncipe desafiante.

—Vamos, demuéstrame lo que tienes, príncipe—, desafió Cedric con voz firme.

Con una sonrisa enigmática, el príncipe respondió desde lo alto:

—Estás a punto de verlo—.

Justo cuando sus poderes estaban a punto de colisionar en un choque espectacular, el rey se puso de pie y, con autoridad en su voz, declaró que era suficiente.

—Basta. Esto ha llegado a su fin—, dictaminó el rey con seriedad, deteniendo el enfrentamiento.

El príncipe, obediente a la orden de su padre, disipó su magia y descendió del águila con una sonrisa enigmática.

—Obedeceré, padre—, afirmó el príncipe, aceptando las palabras del rey con respeto.

El rey se acercó a Cedric y al príncipe, su presencia imponente llenando la sala.

—La paz es lo que necesitamos ahora. No más enfrentamientos—, sentenció el rey, transmitiendo su deseo de calma y armonía.

El príncipe asintió con respeto, aceptando las palabras de su padre.

—Entendido, padre—, respondió con solemnidad.

Con una sonrisa, el príncipe se aproximó a Cedric y le extendió la mano en señal de respeto.

—Has sido un oponente formidable, Cedric. Espero que algún día podamos enfrentarnos nuevamente—, expresó el príncipe con sinceridad.

Cedric aceptó la mano del príncipe con una sonrisa de entendimiento.

—Será un honor, príncipe—, respondió Cedric con calidez.