La banda del sur, un grupo criminal que somete a los habitantes de una región abandonada por el estado, hace de las suyas creyéndose los amos de este mundo.
sin embargo, ¡aparecieron un grupo de militares intentando liberar estas tierras! Desafiando la autoridad de la banda del sur comenzando una dualidad.
Máximo un chico común y normal, queda atrapado en medio de estas dos organizaciones, cayendo victima de la guerra por el control territorial. el deberá escoger con cuidado cada decisión que tome.
¿como Maximo resolverá su situación, podrá sobrevivir?
en este mundo, quien tome el poder controlara las vidas de los demás. Máximo es uno entre cien de los que intenta mejorar su vida, se vale usar todo tipo de estrategias para tener poder en este mundo.
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parte 4. Elías y el discípulo del mal
En la tarde, Frank caminó con paso firme hacia Colonia, el distrito que albergaba la casa de Elias, el comandante de Raphael y Oliver, así como de todos los mandos de su rango. El aire fresco acariciaba su rostro mientras avanzaba, cada paso acercándose a la reunión que había planeado meticulosamente. La casa de Elias se alzaba frente a él, rodeada de un ambiente tranquilo, casi como si el lugar en sí se preparara para una conversación importante.
Al llegar, fue recibido de manera cordial, como ya había anticipado. La cálida bienvenida de Elias contrastaba con la frialdad habitual de Frank, pero ambos sabían que su encuentro no era casual. Se sentaron en la amplia sala, las luces tenues proyectando sombras suaves sobre las paredes, y la conversación comenzó con la calma habitual de Frank.
Elias, acomodándose en su silla, dejó que sus dedos juguetearan con un pequeño objeto sobre la mesa antes de mirar a Frank, un brillo de curiosidad en su mirada. "¿Y bien, qué te trae por aquí? ¿Sucedió algo importante?"
Frank, con su tono controlado y tranquilo, no se apresuró a responder, el silencio entre ellos siendo tan pesado como el aire en la habitación. "Siendo usted quien me dio la autoridad de mando," comenzó, dejando que sus palabras se deslizaran lentamente, "vengo a presentar una solicitud personal."
Elias levantó una ceja, sorprendido por la elección de Frank de usar una solicitud personal en lugar de un asunto más directo. La leve sonrisa que apareció en sus labios indicaba algo de diversión, pero su mirada se endureció al instante, curiosa. "Por supuesto, ¿de qué se trata? Estoy escuchando, cuéntame."
Frank no mostró ni un atisbo de duda en su rostro. "Como usted sabrá, no tengo personal bajo mi mando y siento que necesito un ayudante... o más bien, un compañero."
La ligera sonrisa de Elias desapareció momentáneamente, reemplazada por una expresión más seria. "Así que de eso se trata," murmuró, sus dedos ahora quietos sobre la mesa. "Pero es repentino. En varios intentos te di varias tropas para que las dirigieras, pero tú mismo rechazaste todas mis propuestas hacia ti."
Frank no titubeó, su mirada fija en Elias mientras respondía con firmeza, como si cada palabra estuviera calculada: "Lo sé. Hay muchas razones por las cuales no quiero dirigir mi propio comando."
Un silencio pesado llenó el espacio entre ambos. Ninguno se apartó de la mirada del otro. La tensión era palpable, como si ambas mentes estuvieran buscando la verdadera intención del otro. Los veinte segundos que pasaron en ese intercambio de silencios fueron más largos de lo que parecían, y Elias percibió la determinación inquebrantable en los ojos de Frank, aunque no lo dejara ver.
Finalmente, Elias, rompiendo la quietud del momento, dijo con calma, como si hubiera tomado una decisión dentro de sí: "Perfecto. Puedes elegir a cualquiera que esté disponible para tu servicio. Hay muchos muchachos aptos para hacer equipo contigo, con habilidades y capacidades ideales para combinarlas con las tuyas. ¿Quieres que te dé la lista de los mejores?"
Frank, sin dudar, mantuvo la misma serenidad en su tono, como si ya hubiera tomado su decisión mucho antes de llegar a la casa de Elias. "Tengo pensado integrar a mi comando a un novato que está repitiendo el curso básico. Se llama Maximo."
La propuesta de Frank no pasó desapercibida para Elias, quien frunció el ceño al instante. Su mirada se endureció mientras expresaba su desacuerdo, la irritación clara en su voz. "¿No crees que sería estúpido integrar a tu comando a un novato? Según las estadísticas, no tiene ni habilidades ni capacidades para el combate. Solo es bueno analizando un poco el entorno; nada especial."
La molestia de Elias era palpable, y su cuerpo tenso se inclinaba hacia adelante, como si buscara enfatizar su desaprobación. Sin embargo, Frank, imperturbable, mantuvo la calma, sin dejar que las palabras de Elias lo afectaran. Con voz serena, respondió: "Usted sabe que no acepto a nadie en mi comando, pero le diré dos razones por las que quiero a este novato en mi equipo."
Elias, con una mirada más inquisitiva, dejó escapar un leve suspiro, el ceño todavía fruncido. La sorpresa cruzó su rostro, pero la curiosidad pudo más. "Convénceme y lo integro al muchacho en tu mando."
Frank, esbozando apenas una sonrisa, dejó que el silencio se alargara unos segundos antes de hablar, como si sus palabras necesitaran el tiempo necesario para hacer efecto. "El primer motivo: si este novato llegase a morir bajo mi responsabilidad, usted no tendría que preocuparse por perder a un buen muchacho. Y el segundo motivo: enseñarle a alguien mis conocimientos desde cero me ayudará a perfeccionar los míos junto con mis habilidades."
La lógica de Frank hizo que Elias se quedara en silencio, su rostro suavizándose mientras una leve sonrisa se asomaba a sus labios. "¡No dejas de sorprenderme, Frank!" dijo, la sorpresa y la admiración fugazmente asomándose en su tono. "Está bien, puedes integrar al muchacho."
Con esas palabras, Elias cedió finalmente, y Frank sintió el peso de la victoria al lograr lo que se había propuesto. Integrar a Maximo a su comando no solo era una estrategia personal, sino también una oportunidad para perfeccionarse aún más, y tal vez descubrir algo más sobre ese chico que parecía llevar más en su interior de lo que dejaba ver.
El silencio que siguió envolvió la sala como una niebla espesa, y mientras Frank permanecía allí, su mirada se volvió distante, como si un pensamiento fugaz le atravesara la mente. La satisfacción de haber logrado su objetivo era palpable, pero también un leve vacío, como un recuerdo olvidado al que aún no quería enfrentarse.
Elias, cambiando repentinamente el tono de la conversación, rompió el silencio. "Recuerdo muy bien la primera vez que te vi," dijo con un tono casi nostálgico, una sonrisa juguetona asomando en su rostro. "¡Eras un niño llorón y muy dependiente de los demás!" Dejó escapar una risa, ligera, pero sincera.
Frank, sin perder su serenidad, respondió con una calma casi despreocupada. "Y usted sigue siendo el mismo de siempre. Hay algunos vicios que no puede dejar, pero trata de ocultarlos," comentó, provocando una leve carcajada en Elias.
"Has cambiado tanto que casi no te reconozco, muchacho," continuó Elias, su tono ahora más reflexivo, pero con un atisbo de desafío en la mirada. "Y cómo no esperar muchas cosas de ti... fuiste el discípulo directo de una leyenda, a nadie le había enseñado todo su conocimiento excepto a ti." Sus ojos se entrecerraron, clavándose en Frank con una intensidad casi incómoda.
Algo en esas palabras sacudió a Frank. Su expresión permaneció neutral, pero en su mirada, por un breve instante, se reflejó algo que él no quería mostrar. Un destello de incomodidad, como si algo de su pasado hubiera despertado, pero no, no quería que eso se viera. De inmediato, volvió a tomar el control de sí mismo, recobrando su calma. La expresión neutra que tanto dominaba regresó, tan imperturbable como siempre.
El ambiente entre ellos se relajó poco a poco, como si la tensión de la conversación se disipara con la llegada de la noche. Los ecos de la tormenta que se acercaba parecían calmarse, y con ellos, el aire en la habitación también se suavizó.