Mi Vecino Es... Gigolo...

Llego al bar pasada el medio día, despido al personal dándole unas horas libres. Miro la hora y sé que falta poco para que mi princesa llegue. Busco en la oficina la carpeta con el contrato donde estipula algunos detalles de la fiesta que se darán, todavía queda discutir cómo será el servicio y los pedidos particular que desean llevar a cabo.

Dejo la pequeña sala de junta organizada para esta junta que tendré con la demandante de un servicio en específico. Termino aquí y miro la hora, ya debe d estar por llegar, son casi las tres de la tarde.

Salgo de la oficina y escucho la puerta siento tocada. Me acerco y abro para encontrármela para en frente de mí. Mi boca se seca. Lleva una peluca corte Bob color platinado, su cuerpo esta enfundado en una camisa blanca que sus botones no aguanten semejante escote y parece que los botones volaran por la presión que ejercen sus pechos. Sigo mi recorrido y tiene una pequeña falda que no sé cómo alcanza a cubrir su trasero. Sus piernas tonificadas están envueltas en medias de red que no llega a cubrir su falda dejando ver unas ligas a juego. Los tacones que lleva se los ve fino y de esos que seguro causan vértigo, sonrió. En sus manos para completar lleva un maletín.

Me hago a un lado y pasa contorneando sus caderas de forma provocativa. Es toda una ejecutiva sexi y caliente. Aunque si llevara un mono para dormir de igual manera estaría como lo estoy ahora.

—Señorita Evans, tan puntual como siempre —mi voz suena ronca por la excitación, ella me mira y baja sus lentes de pasta negros que le da ese toque serio a su atuendo y me mira sobre ellos.

—Espero que este preparado para todas mis exigencias, señor Black —murmura ella y manda una ola de electricidad que recorre todo mi cuerpo. Mierda me tiene perdido.

Pasamos a la sala de juntas y veo como acaricia la madera de la mesa, llega hasta donde deje las carpetas las toma y luego las tira al piso. Se voltea a mí, estoy tan cerca que siento su respiración. Deja la maleta que carga y me empuja sobre la pared.

—Quiero escuchar todo lo que tiene para ofrecer —murmura recorriendo con sus manos mi pecho. Llega a mi pantalón y sin quitar la mirada de mis ojos desabotona y mete una de sus manos dentro. Cierro los ojos cuando siento el contacto de su mano y reprimo un gemido—, no lo escucho señor Black.

—Contamos con un servicio completo de cáterin —comienzo y ella inmediatamente cae de rodillas frente a mí, esto va a estar difícil—, música en.... —su boca hace contacto con mi piel y pierdo el hilo de la conversación.

—Siga señor Black —demanda desde la altura de mi cadera, dejándome sin aire y sin razonamiento, esto me las vas a pagar princesa, pienso.

Sigo enumerando a duras penas todo lo que tenemos que ofrecer hasta que el éxtasis recorre mi cuerpo y termino en su boca. Luego de eso, tomo su cintura la subo a la pequeña mesa de juntas y libero a su cuerpo de la presión que ejerce esa camisa a punto de reventar. Sus pechos saltan al aire robándome un jadeo y enseguida me ocupo de jugar con ellos.

Un momento después sin mucha espera, levanto su falda para encontrarme con su centro dispuesto para mí, miro su cara y me encuentro con su sonrisa perversa.

Terminamos discutiendo tosas sus exigencias mientras mi boca se ocupa de su centro y para un cierre exitoso, luego de arrojar su peluca lejos de su bella cara, me adentro en su interior haciéndola gritar mi nombre más de una vez.

Agitados y sin ropa alguna, ella sobre mi pecho nos quedamos un momento recuperando el aliento. Estas reuniones me están gustando.

—Dime que no viniste en taxi —digo mirando su cara sonrojada luego de tan buen momento de ejercicios, ella me mira y sonríe—, la próxima vez te paso a buscar, no quiero que nadie vea a mi princesa tan despojada de tela.

—¿Celoso? —pregunta apoyando su cara en sus manos sobre mi pecho.

—Si, mucho —digo apretándola a mí, miro los girones de telas que se convirtió su camisa— Te llevare a tu departamento no loco te dejo salir de aquí sin ropa.

—Tengo el repuesto en mi maletín —anuncia despegándose de mi pecho. Toma el maletín y saca un vestido que parece guante.

—¿Ese es tu repuesto? —pregunto— ¿Planeas convertirme en terrorista?

—Es solo un vestido —si claro. Me levanto y rozo sus piernas que todavía lleva esas medias de red, llego a su centro y reprime un gemido.

—Esto es mío y no quiero que nadie lo vea y con este harapo todos lo verán —mi vena posesiva sale a la luz.

—Bien, entonces me lo quito —espeta desafiante y se quia el vestido quedando desnuda nuevamente, coloca sus manos en su cintura y me reta con la mirada.

Su desafío me excita de sobremanera que termino tomándola de la cintura y levantándola, ella enrosca sus piernas en mi cadera y cubre mi boca con la suya a la vez que la llevo contra la pared.

Salimos del bar, mi bella princesa cubierta con ese harapo de vestido que lleva puesto y sobre sus hombros mi camisa que le queda gigante. Abro la puerta de mi coche para que se suba y llevara al departamento a que se cambie, y luego la llevare de nuevo a la oficina. Es tarde, la junta se retrasó y pasamos más de dos horas discutiendo sus exigencias. Las cuales no quedaron muy caras y quedamos que mañana a la hora del almuerzo tocaríamos esos puntos que ella exige replantear.

En todo el camino a nuestros departamentos, ella se dedica a responder llamadas y algunos correos.

—¿Te retrase mucho? —pregunto luego de que cuelga una llamada.

—No, solo que estoy reemplazando a la secretaria de mi padre y el trabajo de ella es mucho al parecer —dice mirando como su teléfono vuelve a sonar.

Llegamos a los departamentos, entro al mío para cambiar mi camisa por una remera más cómoda. Salgo y espero a mi bella dama apoyado en mi coche. Quince minutos después la veo salir luciendo un traje sastre, su cabellera al aire. Se la ve tan hermosa que me quedo como bobo mirándola cuando llega a mi lado, habla por teléfono y levanta sus cejas al percatarse que no me he movido por quedar deslumbrado por su belleza.

—Lo siento —me disculpo moviendo mi cuerpo para abrirle la puerta como si fuera una reina, mi reina, ella sube y sigue hablando por teléfono.

En todo el camino a la oficina de su padre no ha dejado de hablar, termina una llamada y enseguida contesta otra. Llegamos y me bajo para abrirle, ella sale del coche y se encamina a la oficina, me quedo mirando su hermoso trasero mientras se contornea al interior del edificio, pero frena como olvidándose de algo, voltea y se acerca a paso apresurado a mí, que la miro con mis manos en los bolsillos. Llega a mí y me plata un beso en los labios, sonríe y sigue hablando por teléfono, vuelve sus pasos y me quedo con una sonrisa de oreja a oreja mientras la veo perderse en tan lujoso edificio.

Volteo para volver a mi coche y así manejar nuevamente al bar, debo dejar ordenada la sala de juntas antes de que arranque el turno nocturno.