Soy ama de casa desde hace cinco años, acompaño de todo corazón a mis hijos y cuido a mi esposo. ¡De repente trajo de vuelta a su amante que quiere divorciarse de mí! Como ama de casa de tiempo completo en los últimos años, he dedicado no solo tiempo y energía, sino también oportunidades para desarrollar mi carrera, ¡así que decidí luchar! Pero no esperaba que el joven abogado que me ayudó con la demanda me dijera que yo le gustaba desde hace mucho año...
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Capítulo 18 Desesperación
El hombre se fue y pude tranquilizarme un poco. Jesse temblaba y lloraba en voz baja mientras lo abrazaba, pero el contacto conmigo logró calmarlo. Después de un rato, dijo:
—Mami, está demasiado oscuro. Quiero irme a casa.
—Lo sé. Nos iremos tan pronto como sea posible —le aseguré mientras besaba su rostro. Jesse era un niño inteligente y entendía a la perfección todo lo que le decía. Después de un rato, agregó:
—¿Vamos a morir, mami?
—No —respondí con voz tranquila. Él era demasiado joven como para entender un concepto tan abstracto como la muerte, pero sabía que morir era algo malo.
Desde el exterior llegó el sonido del motor del automóvil poniéndose en marcha y me sentí aliviada: el hombre había tomado mi tarjeta para extraer dinero del banco y se estaba yendo a probar la contraseña. Me puse a analizar sus movimientos, el proceso de secuestro y qué podría llegar a hacer a continuación. Si mis cálculos no fallaban, estaba solo, y estaba yendo a buscar dinero. Tenía más de un millón de dólares en el banco, pero lo máximo que se podía sacar de un cajero automático era tres mil dólares, así que tendría que conducir en busca de más cajeros si quería seguir realizando extracciones. Tendría que pasar por unos cincuenta o sesenta cajeros para lograr vaciar mi cuenta; incluso si sacara solo medio millón tardaría por lo menos dos horas en regresar. Rogué que Isaac hubiera visto el mensaje y la ubicación que le había enviado más temprano.
El tiempo transcurría lento, pero no dejé de friccionar la soga ni por un segundo. El hombre nos había atado a una columna de cemento y había hecho un nudo extremadamente ajustado que me había dejado las manos inmovilizadas. Forcejeé con la soga durante más o menos media hora y lo único que logré fue lastimarme una mano y dejar algunas manchas de sangre en la columna. No sabía qué tanto había logrado gastar la soga y no tenía más alternativa que seguir moviendo las manos para frotarla contra el cemento. A medida que el tiempo pasaba me iba poniendo más nerviosa. Calculé cuántos cajeros automáticos habría recorrido ya y de repente recordé que la tarjeta estaba asociada al número de teléfono de Ivan. ¿Sospecharía algo si de repente recibiera muchos mensajes del banco?
La soga no se cortaba y yo empezaba a entrar en pánico, pero de repente escuché una sirena a la distancia. Me inundó una ola de esperanza y quise gritar para pedir ayuda, pero me di cuenta de que estaba muy lejos como para escucharme y, además, temía que, en lugar de llamar a la policía, los gritos atrajeran a las personas equivocadas. Moví los brazos hacia arriba y hacia abajo con más fuerza y de repente la soga se cortó. ¡Era libre! Di un grito de alegría, cargué a Jesse y comencé a buscar a tientas la puerta, pero oí pisadas afuera: había regresado. El corazón me dio un vuelco y me escondí detrás de la maleza, junto a la puerta. El hombre tenía un aroma muy particular, podía notarlo incluso a la distancia. A medida que se acercaba a la puerta me ponía más nerviosa y, preocupada por que Jesse hiciera algún ruido a causa del miedo, le cubrí con delicadeza la boca con la mano y le susurré al oído:
—No hagas ni un ruido.
El hombre entró en la habitación. Al encender la linterna del celular, vio la soga en el piso, maldijo y se volvió para salir. Volví a oír la sirena de policía que antes se había alejado y permanecí escondida detrás del arbusto mientras veía cómo las luces venían en nuestra dirección. Quería salir corriendo a pedir ayuda, pero el automóvil estaba lejos y el hombre a tan solo unos pasos de distancia. Me agaché un poco más para que no me viera. La patrulla iba y venía por el camino, pero no venía hacia el páramo; sin embargo, cuando estaba a punto de alejarse de nuevo, un hombre abrió la puerta y se bajó. Estaba bastante lejos, pero al verlo me di cuenta de que era Isaac. Llevaba una camiseta blanca, pantalones del mismo color y tenía el cabello rubio con rizos, y las luces del auto hacían resaltar su atuendo.
si ya tuvo el valor para hablar con ella. mínimo debió de tener dignidad frente al poco hombre del esposo. muy poca cosa la protagonista