Will García, un empresario prestigioso, que en una práctica intenta encontrar la respuesta y la paz que su pasado no le permite encontrar, la desesperación lo llevará a envolverse en un triangulo amoroso, ¿podrá el BDSM sacarlo por completo? o ¿será la culpa quien lo alejé de su verdadera felicidad?.
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Capítulo 17
Isabel toma la caja la abre y en ella había un hermoso collar con tres bridas para atar cadenas.
Camina hacia Jhordan con la misma tranquilidad que ha visto caminar a su maestra, llega a Jhordan y coloca el collar.
—Guía a tu sumiso, tú serás la voz que él obedezca.
Explicó Itzel.
Todos miraban expectantes, ya que no podían creer que una de las dominantes más sádicas que había, cediera su puesto a un aprendiz.
Alicia no podía con el asombro, dado que su amiga parecía otra persona, mientras que Will reía de medio lado, pues él sabía que todo dominante iniciando, no media los castigos que ponía.
Vannesa se mantenía en silencio, y malos recuerdos llegaban a ella.
Mario se encontraba en una esquina y desde allí analizaba toda la triste situación.
En el escenario, Isabel miró a Jhordan con severidad y emprendió a ordenar.
Jhordán como un sumiso experto, acató cada orden dada por su ama. Con la cabeza agachada, nervioso y ansioso, obedeció.
Al llegar al lugar ordenado. Ella siguió, lo miró y siguió con su orden.
Isabel, hizo que él se acostara en una mesa, y siguió la explicación que le daba Itzel, pero ideas propias llegaron a su mente queriendo fantasear con él.
Itzel la observó y le dijo.
—Toma esto, deja la impaciencia, que todo va a quedar a tu gusto.
Le pasó una barra separadora, veía mucha impaciencia en la joven, pero era normal en cualquier iniciado. Isabel no sabía qué hacer con ellas.
Itzel le dijo.
—Amarrala a sus tobillos y después prueba, abrirla, vive la experiencia.
Aconsejo a la mujer, disfrutando de la impaciencia de la chica.
Isabel, hizo la maniobra tal cual como le expuso Itzel, cuando ella abrió la barra, Jhordán brincó y jadeó tal acción hizo que Isabel se sintiese a gusto y volvió a realizar el acto. Cuando lo dejó abierto a su gusto, se paró y lo observó detenidamente, le gustó verlo indefenso, era una vista majestuosa para sus ojos; sin embargo, le faltaba lo mejor castigarlo sin el orgasmo deseado.
Itzel agarró unas bridas cortas y se acercó a Isabel y dijo.
—Ahora vas a aprender a castigar, a retener el orgasmo y sentir el placer al aplicarlo, mira bien lo que voy a hacer.
Itzel explicaba a la chica los pasos que debía realizar para obtener el máximo placer de un hombre, Isabel y el resto de los espectadores observaban con mucha atención, aprendiendo de la maestra.
Isabel dejó que Itzel explicara y ella realizaba lo enseñado, lo hizo como observó, fue algo extraño al empezar, pero luego le fascinó la sensación de conocer por completo las partes más sensibles del hombre.
Mientras ella se sentía dichosa aprendiendo, Jhordan sudaba y no dejaba de gruñir. Quería venirse solo con la suavidad de las manos de su mujer; en ese instante sentía que la vida no le podía dar algo mejor. Si ella fuese su ama, viviría por ella y para ella siempre.
Isabel se dirigió a la mesa y se quedó mirando todo lo que había en la misma. Le dio curiosidad un dildo con una joya roja, que hacía buen contraste con lo que se imaginaba.
Itzel observó su curiosidad y dijo.
—Haz lo que quieras hacer, si tienes alguna duda, aquí estoy, trata de no hacerle daño a los sumisos. Solo dales placer y junto con eso recíbelo tú. Ya sabes, cualquier duda, aquí estoy para ayudarte.
Itzel agarró una silla y se sentó a observar el espectáculo orquestado por la niña.
Isabel agarró el dildo; sin embargo, Itzel desde su puesto le dijo que preparará primero la zona. Isabel observó a la mesa y sostuvo un tubo de aceite, uno de lubricante, una fusta y el dildo. Caminó hacia donde se encontraba Jhordán como si fuese toda una experta en el tema, puso todo a un lado con delicadeza, tal cual como había visto a Itzel realizarlo anteriormente con ella.
Tomó el tubo de aceite, lo abrió y se echó un poco en las manos, empezó a sobar a Jhordán primeramente en sus muslos, para luego continuar por todo su cuerpo.
Jhordan se sentía en el cielo, mientras las hermosas y suaves manos acariciaban toda su piel y cumplia su fantasia con aquella joya roja.
Isabel al ver la piel de Jhordán que brillaba del aceite dio unos azotes con la fusta dejando las huellas del objeto, era una obra de arte verlo en ese estado.
Isabel se encontraba satisfecha de su obra con los latigazos, la piel de Jhordán brillaba. Ella volvió a la mesa en donde se encontraban las cosas y agarró unas bridas largas. Itzel se levantó y le preguntó qué quería hacer con ellas.
Isabel volteó a donde se encontraba Marisol y le contestó.
—La quiero amarrar a ella y que quede elevada a mi altura como si estuviera acostada.
Itzel miró a Isabel y le dijo.
—Eso es otro nivel, pero yo te lo resuelvo.
Enseguida llamó a Will y le comunicó lo que Isabel quería hacer:
Will envió de inmediato a otro hombre que practicaba el bondach.
El hombre se acercó y le dijo a Isabel que tenía que poner el cuerpo de Marisol sensible. Isabel agarró unas vendas y un látigo de siete puntas como el que Itzel había usado en ella, pues sabía que le iba a funcionar para lo que quería, ya que lo había probado.
Agarro unos cascos de música y se fue a donde Marisol, al llegar a donde la mujer tiró todo en el piso, tal acción hizo eco ocasionando que la inmóvil mujer diese un pequeño brincó en el lugar donde su cuerpo se encontraba amordazado.
Marisol la observaban expectantes con los ojos llenos de lujuria, Isabel sin decir nada recogió la venda de bondach, la pasó por su cabeza y le tapo los ojos, le puso los cascos y con un control encendió la música, que ella suponía iba a sonar solo en los cascos, pero para su sorpresa sonó en toda la sala. Sin embargo, no le importó el hecho, sino que le pareció más emocionante y excitante.
Entonces optó por mandar a cambiar la música por una de WERNER del cantante IRNET, el cual empezó a sonar a todo volumen. Todos los espectadores y conocedores de la práctica se encontraban espaciados, sabían que era una promesa lo que se venía.
Isabel agarró el látigo y empezó a dar azotes mientras acariciaba todo a su paso, Marisol, gemía sin parar, su cuerpo quería cada vez más y ella en sus gritos lo suplicaba, quería más y cada vez más.
Isabel, cuando vio las fuerzas de la mujer desfallecer, decidió culminar el acto. Tiró el látigo con sudor, recorriendo por su hermosa piel extasiada de poder y grandeza, se sentía flotar en la mismísima gloria. Su empoderamiento tomó vida propia y, mientras todos admiraban su obra de arte, soltó a Marisol por completo, ocasionando que el cuerpo de la débil mujer cayera a sus pies