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Pequeña Rebelde

Pequeña Rebelde

Status: En proceso
Genre:Embarazo no planeado / Profesor particular / Amor-odio / Diferencia de edad / Donde hubo fuego cenizas quedan
Popularitas:3.5k
Nilai: 5
nombre de autor: Miry - C

La mujer con la que se iba a casar murió en el altar, pero Adiel Mohamed no podía superar es emomento, hasta que regresó a su pueblo, y unos ojos verdes los flecharon.
Se enamoró perdidamente de Kiara Salma, la sobrina del capataz de su hacienda, una chiquilla que su madre odiaba con toda el alma. Pero eso no impidió que Adiel la amara, y la convirtieran en su todo.
Lo único que logró apartarlo del lado de su amada, fue que era menor de edad, sobre todo, era su alumna, y estaba prohibida para él, en todos los sentidos.
Decidió marcharse, y regresar cuando ella fuera mayor de edad, pero antes de partir, la hizo suya, marcando la como suya, pensando en su regreso convertirla en su esposa. Pero cuando regresó, Kiara ya no estaba, ella había desaparecido. Y su padre habría muerto, lo que le dejó destrozado y desdichado por cinco años, hasta que la volvió a ver, con una niña en brazos, la cual supo inmediatamente que era su hija.
Pero resultaba que Kiara lo odiaba.

NovelToon tiene autorización de Miry - C para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

¡Su novia!

RELATA KIARA:

Siento un leve mareo al momento que pronuncia "novia". Afirmo mi mano en la manija de la puerta al mismo instante que retengo las lágrimas que pican sobre la glándula lagrimal y amenazan con salir. Inhalo el aire que rodea mi nariz y abro la puerta.

Con un nudo atorado en mi garganta, camino de prisa. Quiero salir lo más pronto posible de los pasillos porque estoy a punto de colapsar. Mi respiración es agitada, tanto así que no puedo retenerla. Acelero el paso y emprendo una corrida. Corro por los largos pasillos apartando a todos los que se cruzan en mi camino y, una vez que llego hasta el baño, enjuago mi rostro.

Joder, no tengo ni puta idea de por qué me duelen sus palabras, no sé por qué mi corazón se ha roto en pedazos. O sí lo sé, solo que no quiero aceptarlo.

—¡Su novia...! —Esa palabra perfora mi corazón dejando un hoyo en el pecho.

Después de drenar unos segundos, me miro al espejo y sonrío. "No quiero que eso llegue a oídos de mi novia"... rezongo haciendo muecas de burla. Imbécil, luego de besarme tantas veces dice que tiene novia. Luego mojo mi rostro y lo restriego con fuerza. Quiero dejar de llorar, pero las lágrimas no paran de rodar.

Me quedo el resto del recreo en el baño sin importarme cuánta chica quiera ingresar. He puesto el seguro y no abro hasta que la sirena suena. Al salir, los pasillos están vacíos y suspiro con alivio. Al llegar al aula, veo la puerta abierta y mi corazón se detiene cuando mis ojos captan a Adiel sentado en el escritorio.

Trago grueso antes de hablar. —¿Puedo ingresar? —Pregunto mirando al suelo.

—Adelante —Pronuncia fríamente.

Camino hasta mi pupitre y le veo levantarse. Va dejando las hojas sobre la mesa al mismo tiempo que deja su aroma impregnado en mis fosas nasales.

—Si no se han dado cuenta, se los hago saber: seré su profesor de contabilidad, matemática y administración. Este es el último examen que tendrán conmigo. Después de esto, nos veremos dentro de quince días cuando vuelvan a clases —Replica mientras se vuelve a su escritorio. Al sentarse, mira el reloj y alza la mirada pronunciando—. Corre el tiempo.

Respirando profundo, agarro el lápiz y empiezo a resolver el examen. No me es difícil hacerlo puesto que es una de mis materias favoritas. Una vez terminado, me debato entre ir o no ir. Después de unos minutos, decido levantarme y caminar hasta el escritorio para entregarle el examen. Adiel se encuentra revisando los exámenes de otros alumnos, no se toma el tiempo de mirarme o pronunciar una palabra. Parece otra persona, no se asemeja al hombre que conocí hace unos días atrás, aquel perverso que se atrevió a robar mi primer beso. Su indiferencia me duele, y no sé desde cuándo ese hombre me empezó a importar. Dejo la hoja de mi examen a un costado mientras le veo formar un cero en la parte superior de otra hoja y sin piedad alguna.

—¿Puedo salir? —pregunto, y solo mueve la cabeza en forma de aprobación.

Salgo sin voltear a ver a nadie. Camino por los pasillos aún vacíos y me encuentro con Leila pelo de lote, quien me detiene parándose delante de mí, obstruyendo mi paso. Le miro directo a los ojos y no voy a negar que es muy guapa. Tiene unos ojos que atrapan a cualquiera, su rostro es delgado y sin impureza alguna. Aunque su boca no tiene bien formado el arco de Cupido, se ve bien. Sus grandes pestañas son arqueadas llegando hasta el arco de la ceja. Lo único horroroso que tiene es su cabello, es que eso no puede llamarse cabello, más bien parece lustre. Tiene rizos los cuales, en vez de arreglarlos, los alborota y parece un lote lleno de grama o más bien una mococha. Sonrío en mi interior al imaginar cómo los piojos construyen sus casas ahí.

—Tú y yo tenemos que hablar —ladra y me jala del brazo ingresándome a un aula vacía.

—Suélteme...— bramo sacudiendo mi brazo— No tiene derecho a tratarme así, además...

—¡Cállate! —pronuncia rabiosa— ¿Es verdad que te atreviste a ponerle una tranca a mi novio para que caiga? —cuestiona y me quedo perpleja— Escúchame bien, Kiara, no quiero volverte a ver cerca de Adiel...

—Ah, pues fíjese que eso no se podrá, porque si no lo sabe, él dará clases en este instituto y, por si no se ha dado cuenta, yo estudio aquí... —Informo cruzándome de brazos.

La escucho crujir los dientes y soltar con fuerza los libros que tenía en sus manos—. Pues eso puede cambiar, ya que estudias aquí gracias a una beca que mi suegro te consiguió, y después del cero que sacaste conmigo, más los que vendrán, podrías no solo perder la beca, sino también el año— lanza amenazas venenosas.

—¿Me está amenazando?

—No, querida —verbaliza al acariciar mi barbilla con sus largas uñas—. Solo te lo estoy advirtiendo. Aléjate de mí Adiel, porque ya no necesitamos de tu ayuda, cupidita. Gracias por todos los mensajes que llevabas cuando eras niña. Como puedes darte cuenta, ya somos oficialmente novios —puntualiza y sale con una ancha sonrisa.

Ingiero saliva con un nudo atrapado en mi gaznate, el cual me obliga a respirar de prisa y parpadear rápidamente tratando de evitar que las lágrimas se desborden. Inhalando profundamente, apaciguo el dolor terrible que se ha formado en mi pecho, y salgo. No voy a llorar por algo que no tiene sentido. Adiel Mohamed no es nadie para mí, no tengo por qué desperdiciar mis lágrimas en él.

Camino hasta el bar y me siento junto a Gonza y Mer, mis dos grandes amigos.

—¿Dónde estabas, Kiara? —cuestiona Mer— Salí segundos después de ti y no te encontré por el pasillo.

—Estaba en el baño —miento y bajo la mirada. Cuando la vuelvo a alzar, la vista me lleva hasta Adiel y Leila, que vienen ingresando al comedor tomados de la mano.

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