MonteSereno es un pequeño pueblo rodeado de montañas, tradiciones y secretos. Mariá creció bajo la mirada severa de un padre que, además de alcalde, es el símbolo máximo de la moral y de la fe local. En casa, la obediencia es la regla. Pero Mariá siempre vio el mundo con ojos diferentes — una sensibilidad que desafía todo lo que le enseñaron como “correcto”.
La llegada de los hermanos Kael y Dylan sacude las estructuras del pueblo… y las de ella. Kael, apasionado por los autos y el trabajo manual, inaugura un taller que rápidamente se convierte en la comidilla entre los habitantes. Dylan, en cambio, con su aire de CEO y su control férreo, dirige los negocios de la familia con frialdad y encanto. Nadie imagina el secreto que ambos cargan: un linaje ancestral de hombres lobo que viven silenciosamente entre los humanos.
Pero cuando los dos lobos eligen a Mariá como compañera, ella se ve dividida entre la intensidad de Kael y el magnetismo de Dylan. Mariá se encuentra entre dos mundos — y entre dos amores que pueden salvarla… o destruirla para siempre.
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Capítulo 17
Mariá
Tan pronto como me despido del señor Girasol, salgo corriendo, con el caballo de alas volando justo encima de mí. Siento el viento que provocan sus alas acariciando mi rostro.
Sonrío y giro en el extenso césped verde. Hasta que caigo acostada entre las florecitas. De repente oigo susurros a lo lejos, como si alguien susurrara mi nombre. Pero esos susurros no vienen de este lugar.
Miro entonces mis muñecas: las marcas de los lobos parecen palpitar emitiendo un leve brillo.
—Kael... Dylan... —susurro mirando las marcas.
En eso, mi atención es atraída por un sonido característico de algo saltando en el agua. Aún acostada en la hierba, giro mi cabeza y allí, a cierta distancia de mí, hay un pequeño lago cristalino y en él salta un delfín dando piruetas en el aire y cayendo nuevamente en el agua.
Frunzo el ceño.
—Delfín loco... —susurro ya sonriendo.
Me levanto rápidamente y salgo disparada corriendo hasta el lago. Me acerco curiosa. Me siento en la orilla del lago y observo al delfín saltar.
—¿Le gusta dar piruetas, señor delfín? —pregunto cruzando mis piernas y observándolo saltar más y más.
Él no responde, solo comienza a equilibrarse en su cola rociando agua hacia arriba a través de su boca. No puedo contenerme y comienzo a reír a carcajadas.
Entonces salta en el agua y desaparece por unos segundos. Me inclino curiosa en la orilla del lago mirando mi propio reflejo en el agua. De repente salta y termina arrojándome agua encima y caigo sentada por el susto.
Mi risa resuena alta por el gran jardín colorido de flores.
—Es usted un presumido, señor delfín —digo aún sonriendo.
Nada rápidamente hasta el borde del lago. Me mira profundamente y cuando levanta la cabeza y comienza a emitir sus característicos sonidos agudos, veo un collar colgado en su boca.
Me acerco y lentamente toco su cabeza mojada. Él da un salto: el collar vuela y cuando levanto la cabeza para mirar, el collar cae certero en mi cuello.
El lago entonces comienza a temblar y a hundirse con el delfín. El collar también tiembla en mi cuello y una voz suena:
"Jamás te olvides de sonreír"
Y así, el lago desaparece de una vez ante mis ojos y más flores nacen en el lugar donde estaba el lago. Es entonces que percibo el collar desvaneciéndose en mi propia piel, como si entrara en mi carne.
En este exacto instante oigo un aullido que viene de los cielos. Miro hacia arriba, y mis ojos se agrandan.
—Wow... —susurro admirada.
Ante mis ojos en el cielo lila justo encima de mí, un lobo azul celeste comienza a tomar forma mezclándose con el púrpura del cielo. Observo su cabeza que parece conectar constelaciones enteras.
Entonces, como en forma de espíritu, desciende corriendo del cielo directo hacia mí. Da tres vueltas a mi alrededor, deteniéndose frente a mí.
"Eres bendecida, niña, por los guardianes primordiales de la creación", su voz resuena en mi mente.
—¿Yo? ¿Por qué yo?
Él solo me mira y no responde. En cambio, solo dice con su voz gruesa:
"Vamos. Sígueme"
Y así comienzo a caminar a su lado, comenzamos a caminar en dirección a lo que comienzo a percibir como un espléndido amanecer.
Mi mente entonces se bloquea.
—Pero aquí aún parece de día, ¿cómo puede estar saliendo ese sol?
Él sonríe y su risa reverbera dentro de mí.
"Tu curiosidad es de hecho algo excepcional", dice.
Entonces, a medida que llegamos a un relieve, en una parte más empinada del Jardín, me siento y él se queda de pie a mi lado. Su color azulado mezclado con púrpura danza en ondas de llamas, como un pelaje.
"¿Quieres saber qué sol es ese, pequeña Mariá?", su voz suena nuevamente.
Asiento rápidamente con la cabeza.
—Sí. Por favor, señor lobo. Si pudiera contarme, lo agradecería.
Él asiente y entonces comienza:
"Aquel sol eres tú, pequeña. Eres tú en tu totalidad, en todo tu esplendor"
—¿Yo? ¿Cómo puedo ser yo, señor lobo? Yo estoy aquí —digo ya sintiendo una tremenda emoción consumirme.
"Tú solo estás como una expresión, Mariá. Una expresión que salió para experimentar y explorar, pero aquel sol es donde la agrupación de todas tus versiones se reúnen. Y tú brillas tanto, tanto, niña, que los más ancianos de los guardianes de los susurros del tiempo, se detienen solo para observarte"
—Pero ¿por qué estoy aquí? ¿Morí?
Él sonríe nuevamente.
"Nadie verdaderamente muere, pequeña Mariá. Todos son luces, fractales de Soles, tú solo te acogiste aquí, en tu universo particular, solo estás tomando un respiro en lo que realmente te nutre"
—Esto es confuso, señor lobo. Muy confuso.
"Tú eres la expresión necesaria, Mariá, y jamás, escucha bien, jamás dejes que la oscuridad del camino te ciegue para comprender eso. Cargamos verdades que solamente nos corresponde a nosotros acceder"
—¿Volveré, señor lobo? ¿A casa?
"Eso solo te corresponderá a ti decidir"
