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La Sombra Del Olvido

La Sombra Del Olvido

Status: En proceso
Genre:Casos sin resolver
Popularitas:1.7k
Nilai: 5
nombre de autor: Camila Vegas

En un remoto pueblo donde la niebla nunca se disipa, se encuentran vestigios de un antiguo secreto que atormenta a sus habitantes. Cuando Clara, una joven periodista, llega en busca de respuestas sobre la misteriosa desaparición de su hermana, descubre que cada residente guarda un oscuro pasado.

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Capítulo 12: Las Cicatrices del Ocaso

Clara caminó de regreso al pueblo con el cuerpo pesado y la mente cargada de imágenes que se entrelazaban como fragmentos de un mal sueño. El claro del bosque había recuperado su quietud, pero ella sentía que la sombra había dejado algo atrás, una presencia que se escondía entre los árboles, vigilando sus pasos. La niebla, aunque disipándose, aún parecía llevar un eco lejano de aquella voz que había intentado manipularla.

Al cruzar el límite de los árboles, Clara vio las primeras casas de San Everardo y, más allá, la silueta del campanario de la iglesia alzándose contra el cielo gris. Los habitantes, que se habían vuelto más reservados y desconfiados en los últimos días, la miraban desde las ventanas, como si intuyeran que algo había cambiado. Clara se detuvo un momento frente a la plaza central, sintiendo la tensión en el aire, y pensó en el peso de los secretos que había descubierto.

Al llegar a su casa, dejó caer el mapa antiguo y las cartas sobre la mesa, exhausta. Su hogar, que alguna vez había sido un refugio, ahora le parecía un lugar extraño, lleno de sombras. La ausencia de Sofía se sentía más fuerte que nunca, y la soledad la golpeó como una ola fría. Sabía que había salvado al pueblo de la sombra por el momento, pero no podía deshacerse de la sensación de que el precio había sido demasiado alto.

Horas después, cuando la noche comenzó a envolver el pueblo y los últimos vestigios de luz se desvanecieron, Clara sintió un golpeteo suave en su puerta. Abrió con cautela, esperando ver a algún vecino preocupado, pero se encontró con una figura que no esperaba. Era don Ismael, su rostro pálido y los ojos llenos de una urgencia que no había mostrado antes.

—¿Puedo pasar, Clara? —preguntó con voz ronca, y ella asintió, apartándose para dejarlo entrar. Don Ismael se sentó a la mesa y dejó un libro de tapas negras que parecía aún más antiguo que el mapa que le había mostrado antes.

—¿Qué es esto, don Ismael? —preguntó Clara, notando que el anciano tenía las manos temblorosas.

Él la miró, y por un momento, Clara vio un miedo profundo en sus ojos, uno que no había esperado ver en alguien tan acostumbrado a los misterios del pueblo.

—Este libro es la última parte de la historia que no te conté antes, Clara. Algo que me negué a aceptar hasta ahora... La sombra no era solo una entidad que buscaba un recipiente. Era parte de un ciclo mucho más grande, una red de oscuros contratos que los primeros habitantes de San Everardo hicieron para proteger al pueblo... a un precio.

Clara se quedó en silencio, sintiendo cómo el frío del miedo le recorría la columna vertebral. Tomó el libro entre sus manos y lo abrió, dejando que las páginas amarillentas se desplegaran. Las palabras estaban escritas en un lenguaje que no reconocía, lleno de símbolos y diagramas que representaban a la sombra, al altar, y a lo que parecía ser un pacto. Entre las páginas, había un grabado que mostraba una figura envuelta en sombras y a su lado, una figura humana de pie, con las manos entrelazadas.

—Hace siglos, los fundadores del pueblo hicieron un trato con la sombra. Le prometieron un alma cada generación a cambio de la prosperidad y protección de San Everardo. Si el alma no se entregaba, la sombra buscaría reclamar lo que le correspondía. Y ahora, al romper el amuleto, al liberar la sombra, has desencadenado el final de ese trato —explicó don Ismael, su voz cargada de un pesar profundo—. Pero hay algo más que debes saber. Al hacerlo, has tomado el lugar de los antiguos guardianes. Ahora tú eres el vínculo entre la sombra y el pueblo.

Clara sintió que la habitación daba vueltas a su alrededor. Las palabras del anciano la golpearon como una bofetada, y un torrente de preguntas inundó su mente. ¿Había liberado a la sombra solo para descubrir que su lucha no había sido contra la oscuridad, sino contra el propio destino de San Everardo? Y si ella era el nuevo vínculo, ¿qué significaba eso para su futuro y el del pueblo?

—¿Entonces no hay forma de acabar con la sombra de una vez por todas? —preguntó Clara, su voz quebrándose por la frustración.

Don Ismael negó con la cabeza, pero su expresión cambió, como si aún guardara una última esperanza.

—Tal vez no podamos destruirla, pero sí podemos renegociar el pacto, cambiar las reglas del juego. Alguien como tú, que ha enfrentado a la sombra y ha sobrevivido, tiene el poder de alterar el ciclo. Pero esto implica un riesgo, Clara. Si fallas, la sombra tomará no solo tu vida, sino las de todos en San Everardo.

El silencio se apoderó de la habitación, mientras Clara miraba las páginas del libro. Pensó en su hermana, en el eco de la voz de Sofía que la había llevado al claro. Pensó en los rostros de los aldeanos, en las familias que dependían de la tranquilidad del pueblo para seguir adelante. Sabía que no podía permitir que la sombra siguiera reclamando vidas, que no podía dejar que el ciclo se repitiera una vez más.

—Lo haré —dijo finalmente, con una firmeza que la sorprendió a ella misma—. Si hay una forma de cambiar este destino, entonces estoy dispuesta a arriesgarlo todo.

Don Ismael asintió, una sombra de alivio cruzando por su rostro. Se levantó y, antes de salir, le dio un último consejo:

—Nos encontraremos en el claro al anochecer. Trae contigo el libro, y cualquier cosa que te ate a este pueblo. La sombra exigirá un sacrificio, pero quizás podamos encontrar uno que no destruya a todos. Recuerda, Clara: el miedo será tu mayor enemigo, y la esperanza, tu única luz.

La puerta se cerró detrás de él, dejando a Clara sola con el antiguo libro y el peso de su decisión. El cielo se oscurecía rápidamente, y un viento helado comenzó a aullar a través de las calles de San Everardo, como si el bosque mismo estuviera preparándose para el enfrentamiento final.

Esa noche, Clara se preparó para lo que sería su última batalla. Sabía que el destino de todo el pueblo dependía de las decisiones que tomaría en el claro. Envolvió el libro con un trozo de tela vieja y se guardó un pequeño relicario que había pertenecido a Sofía, un amuleto sencillo que ella siempre había llevado consigo. Si iba a enfrentar a la sombra, lo haría con la memoria de su hermana a su lado.

Al llegar al claro, encontró a don Ismael esperándola junto al altar de piedra. La niebla se había espesado de nuevo, y el aire parecía cargado de una electricidad invisible. El anciano le sonrió con una expresión que combinaba la tristeza con la resolución, y juntos comenzaron a preparar el ritual, dibujando símbolos en la tierra alrededor del altar y recitando antiguas palabras que resonaban en la oscuridad.

Pero antes de que pudieran comenzar por completo, la figura de la sombra apareció una vez más entre la bruma, su forma distorsionada como un espejo roto. Esta vez, la presencia de la entidad era más fuerte, como si hubiera ganado poder tras cada encuentro.

—¿Crees que puedes desafiarme, Clara? —susurró la sombra, su voz reverberando con un eco que parecía salir de cada rincón del claro—. ¿Crees que una simple mortal puede cambiar el destino que yo misma forjé?

Clara se adelantó, enfrentándose a la figura, sintiendo que el miedo ardía en su pecho pero que la determinación lo mantenía bajo control.

—No sé si puedo cambiarlo, pero no me quedaré de brazos cruzados mientras destruyes lo que amo. Si debo sacrificarme, lo haré, pero no dejaré que tú dictes las reglas.

La sombra se rió, un sonido que heló el aire y retorció las ramas de los árboles a su alrededor. Pero había algo diferente en esa risa, algo que Clara percibió como una grieta en la armadura de la oscuridad. Un punto débil, un resquicio por el cual podía luchar.

Y mientras la noche avanzaba y el claro se llenaba de la energía de un antiguo poder, Clara se preparó para el enfrentamiento definitivo, sabiendo que el futuro de San Everardo pendía de un hilo. La sombra había ganado muchas batallas, pero Clara estaba dispuesta a luchar hasta el último aliento para romper el ciclo de una vez por todas.

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Francia Silva de Luna
Excelente
Aurora Liand
Excelente historia ❤️
karen B: Gracias 🙂
total 1 replies
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