Él es el pecado, la lujuria y la oscuridad, él es el Rey Demonio que conquistó el mundo y llenó la tierra de destrucción. Ella, una humana, cazadora, sobreviviente, con deseos de vengarse y liberarse de una maldición. Ambos lucharán contra el odio, el deseo e intensa atracción que los dominará poco a poco.
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ENEMIGOS QUE APARECEN
...IVONNE:...
El camino se hizo eterno y silencioso, guiada por un cruel y odioso demonio que se mantenía callado no era de extrañar, andaba demasiado rápido para la poca fuerza que me quedaba.
No entendía esa posesividad, tampoco esos celos extraños.
Tal vez todos los demonios eran así con sus fijaciones, sentirse superior y que poseen todo les complacía.
Aún así seguía sin comprender la actitud de Ezra, demasiado protector conmigo.
No sabía si confiar del todo en él, me había amenazado con matar a Peter.
Peter era el bueno, era el chico que siempre estuvo de mi lado y que nunca hizo ningún mal a nadie, se merecía mi cariño, mi consideración.
Ezra era el malo, cruel, despiadado, destructor del mundo, con una apariencia de descomunal perfección y rasgos de dios, incluso en su forma de bestia era imponente.
No era justo.
Siempre pensé que el rey demonio lucía como un ser de piel putrefacta, extremidades delgadas, garras largas y rostro de sabueso, como los demás.
Ezra tenía razón al decir que la belleza escondía pecado y oscuridad, siempre debía tener eso en cuenta.
El beso volvió a mis pensamientos, el movimiento del sus labios sensuales y perversos, fríos y encantadores, causando estragos en mi cuerpo.
Debía ser él, definitivamente, ese ser estaba haciendo algo para atontar mi mente.
Me senté cuando mis piernas cedieron, a la orillas del cause seco de un río, mi garganta estaba seca y mis labios agrietados.
Tenía sed y el vino no me hidrataba.
Ezra siguió caminando con mucha afán, su ala dañada estaba muy recogida, las plumas se estaban cayendo y la herida había crecido, chamuscando su piel.
Debía dolerle mucho.
Volví a sacudir mi cabeza.
Eso no se comparaba con el sufrimiento de mi gente.
Se detuvo, girando al percatarse de que no lo seguía.
Se devolvió, manteniendo el ceño fruncido.
— ¿Qué sucede?
— Estoy cansada, déjame descansar.
Su expresión se ablandó y observó a su alrededor.
— ¿Tienes hambre? ¿Sed? ¿Qué sientes?
— Tengo sed, he caminado mucho — Apoyé los codos de mis rodillas.
Se frotó la nuca — ¿Sabes dónde hallar agua?
— Si lo supiera no estaría en ésta situación — Gruñí y soltó una respiración pesada.
— No podemos quedarnos mucho tiempo aquí.
— Lo sé — Observé el río muerto.
— Descansa un poco — Hizo ademán de alejarse.
— ¿A dónde vas?
— Veré si encuentro algo para hidratarte.
— Mira a tu alrededor, todo está muerto — Le lancé una mirada de odio y apretó su mandíbula.
— La tierra del río es fangosa, debe haber agua en alguna parte.
Se marchó, pasando por las rocas del río.
Me quedé sentada, con los ojos pesados por el cansando. Registré la mochila que llevaba conmigo y saqué la bolsa de las semillas, todavía quedaba un poco, pero comerlas aumentaría mi sed y no quería agravar mi deshidratación.
Me froté el pecho cuando el ardor del veneno volvió a extenderse.
Ya era la tercera vez en el día que sentía el latigazo, lo que me indicaba que no tenía tiempo y tampoco mi gente.
Los chicos podrían estar pasando por lo mismo o peor, no, no iba a considerar esa posibilidad, ellos tenían que aguantar otro poco.
La ayuda estaba cerca.
Tenía el presentimiento de que no llegaría al refugio, no sin que Ezra me quitara la maldición.
Se lo exigiría, si quería entrar al refugio sin que mi gente lo atacara entonces tendría que darme la cura.
Salí de mis pensamientos cuando sentí algo detrás de mí.
Un resoplido me hizo girarme con abrupto.
Hallé una fila de dientes largos.
Tropecé hacia atrás, cayendo al suelo.
Había una criatura extraña, no era un demonio, al menos uno que haya visto antes.
Tenía la piel llena de pelaje negro, andaba en cuatro patas y sus orejas eran puntiagudas.
Era más grande que un oso y sus ojos eran oscuros.
Empezó a gruñir, acercándose lentamente, con los vellos erizados, sus grandes patas con garras se hundieron en la tierra.
Retrocedí lentamente, sin darle la espalda, buscando mi cuchillo con lentitud.
Otra bestia saltó, bajando por la colina y mi corazón se aceleró, luchando contra el miedo que amenazaba con dejarme paralizada.
Alcancé la empuñadura.
Las bestia que estaba más cercana se agachó, preparándose para lanzarse hacia mí.
Apoyé las manos de la tierra, aferrando mis talones a la tierra.
La otra criatura terminó de bajar, para rodearme por el costado.
La bestia se lanzó al mismo tiempo que la otra.
Me levanté y salté, a milésimas.
Corrí hacia donde se hallaba Ezra, cruzando por las piedras hacia el otro lado.
Las bestias saltaron sin complicación y corrí aún más rápido cuando me siguieron, dando saltos largos y estrechando sus cuerpos contra los troncos y rocas.
— ¡Ezra! — Grité cuando los sentí pisando mis talones.
Ezra apareció frente a mí y me aventó a un lado para quedar frente a la bestia. Giré en el suelo y observé como la criatura se aventaba en su contra.
Él lo tomó del cuello, su cuerpo retrocedió por el impacto, dejando marcas en el suelo cuando la bestia se movió, arrastrando sus garras por los brazos, dejando rasguños y sangre negra al ras del corte.
Los dientes mordieron el aire.
Ezra lo aventó a un lado, la bestia volvió a levantarse, gruñendo para volver a atacar.
La otra ya estaba lanzando su cuerpo hacia el demonio.
Él sacó sus garras y las arrastró el abdomen del animal.
Se apartó antes de que pudiera profundizar en el ataque.
Retrocedí, alejándome para quedar fuera de la batalla.
Ezra dejó salir su hocico y las bestias lo atacaron a la vez. Revoltijos de cuerpos y garras cayeron rodando al suelo, los chillidos, gruñidos y rugidos hicieron eco en el lugar.
Me intenté acercar con mi cuchillo, pero se movían rápidamente.
Ezra apartó a una, la otra le cayó encima, para morderlo. Él fue más rápido, hundió sus garras en su garganta y la aventó a un lado.
La bestia se lanzó, pero no hacia él.
Elevé mi cuchillo cuando me embistió.
Ezra saltó, soltó un rugido cuando las garras se clavaron en su espalda, fue aventado por la criatura hacia un tronco.
Caí al suelo cuando se lanzó sobre mí.
Grité cuando guió sus dientes a mi rostro.
Un brazo rodeó su cuello y la levantó, Ezra tenía una expresión salvaje y enojada. La criatura pataleó, luchando sin oportunidad, Ezra apretó los dientes y movió su brazo, el hueso sonó y la bestia cayó lánguida al suelo.
Me quedé jadeando cuando cayó arrodillado.
Lo observé cuando soltó un gruñido, cerrando las heridas de sus brazos y su pecho, con un poco de esfuerzo.
Me aproximé gateando hacia él.
Entornó una expresión de alivio cuando logró cerrar sus heridas.
Sus ojos apagaron el brillo y las oscuridad en sus párpados desapareció.
— ¿Estás bien? — Pregunté y asintió con la cabeza.
— ¿Tú lo estás?
— Sí — Observé hacia las bestias muertas — ¿Qué son esas criaturas?
Apartó el cabello de su rostro, tenía la frente sudada, desvió sus ojos hacia las bestias.
— Perros del Inframundo.
— ¿Cómo?
— Criaturas salvajes, comen carne de demonio.
— Jamás las había visto — Lo evalué — ¿Tú las trajiste?
— No, yo no soy responsable de esto, es primera vez que las encuentro.
Me recorrió un escalofrío — Eso no me gusta.
— Si hay más, es grave. Ahora que están sobre la tierra cazarán humanos — Se levantó y me tendió una mano.
La tomé y me puso de pie.
— Esto es extraño, primero te atacan con lava del Inframundo y luego aparecen estos perros, que también vienen de tu mundo.
Sopesó mis palabras — Alguien más nos está cazando, cuando mis demonios salieron del Inframundo, yo estuve presente y jamás dejé salir otra criatura cuando la puerta se abrió para nosotros.
— Debes tener muchos enemigos.
— En marcha, pueden haber otros cerca y mi energía está al límite.
Ezra tiró de mi mano y la observé.
Bajó su mirada a nuestras manos entrelazadas.
— Ivonne, somos un equipo ahora, compañeros.
Evalué su rostro.
— Hasta que consigas la cura, quiero que cumplas con lo de quitarnos las maldiciones — Dije, acercándome a él, elevando mi rostro ante su altura — Y luego nos dejarás ser libres, incluso a mí, ya no me forzarás a estar a tu lado.
— De acuerdo, Ivonne.
Me dió una sonrisa sutil.
Respiré pesadamente, ante la sensación de su piel fría en mi mano.
— Necesito que me quites la maldición, está avanzando muy rápido y no llegaré al refugio si no lo haces.
Sus hombros se tensaron y su ojos volvieron a su salvaje brillo.
— Ivonne... Tengo que decirte...
— ¿Vas a negarte? — Estreché mis ojos.
— No, pero puede que tú sí.
— ¿Qué? — Entorné una expresión confundida — ¿Por qué me negaría a esto? He luchado contra la maldición toda mi vida, tratando de hallar la cura y se que tu si puedes darme una.
— El proceso no te gustará.
— ¿Por qué? Si es doloroso no me importa, he soportado dolor toda mi vida — Insistí y entre abrió sus sensuales labios.
— Ivonne, tendrá que...
Algo lo hizo ponerse alerta y giró su rostro al cielo.
Seguí su mirada cuando una extraña oscuridad avanzó, tapando las nubes espesas, era como un humo negro que avanzaba, acercándose más y más a la tierra.
— ¿Qué es eso?
— ¡Mierda! ¡Corre, Ivonne!
Tiró de mí y empezamos a correr a toda velocidad.
Sin comprender, el humo avanzó, lanzándose contra la tierra, devorando la claridad, acercándose más y más hacia nosotros.
Ezra corrió más rápido, tirando de mi brazo.
Mis piernas ardían y caí arrodillada.
El humo se aproximó peligrosamente.
Ezra me levantó del suelo, llevándome cargada de la cintura, bajó su brazo.
El humo se extendió, desviándose a los lados.
Cerrando nuestro paso como si estuviera destinado a eso.
Ezra volvió a maldecir y giré mi cabeza en busca de una salida.
— ¡Allá, Ezra! — Señalé hacia arriba, en un barranco, había una grieta lo suficientemente grande para entrar.
Ezra corrió rápidamente, el humo avanzó por encima de su cabeza cuando trepó cuesta arriba.
La oscuridad se percató de nuestra jugada y avanzó como una serpiente para rodearnos.
A un segundo de alcanzar nuestros cuerpos Ezra saltó, metiéndose al hoyo conmigo.
Grité cuando nos deslizamos hacia abajo, aterrizando en una cueva de piedra.
La oscuridad cubrió la luz que se filtraba por el hoyo, pero no entró en la grieta.
Nos quedamos callados, inmóviles, acostados en el suelo mientras esperábamos.
— ¿Eso también es del Inframundo? — Giré mi rostro hacia un lado.
Ezra seguía observando hacia la grieta.
— Otra mascota de mi padre. Devora todo ser vivo a su paso, no deja ni los huesos.
— Qué encantador.
Él soltó una carcajada.
— Eso es como una mariposa en mi mundo.
— No quiero saber — Hice un gesto de dolor cuando intenté levantarme.
— ¿Dónde te lastimaste? — Se giró de lado, peligrosamente cerca.
— Un pequeño golpe, no es nada.
— Los golpes se vuelven heridas graves.
— Estoy acostumbrada a golpearme — Le dí una expresión despreocupada.
— Eres toda una guerrera.
— En un mundo como éste, hay que aprender a defenderse.
Tocó mi mejilla, sus ojos iluminaban la pequeña cueva.
Acercó sus labios y giré mi rostro a un lado.
Su nariz terminó en mi cuello.
Aspiró profundamente y me abrazó contra él.
No entendí el gesto, pero me quedé inmóvil, disfrutando de la sensación.
Tan entretenida que le piden volver como una vieja chismosa diría 😜❤️🤣🤣🤣🤣