El Mago Que Quemó Todo

El ambiente en la casa de Cedric estaba impregnado de una atmósfera tensa y cargada de expectación. A medida que se acercaba la fecha de la ceremonia en la que sería nombrado como el mago que quemó todo, la ansiedad se apoderaba cada vez más de él. Aunque el mundo ahora sabía quién era, Cedric se sentía más solo que nunca, con el peso del secreto que llevaba sobre sus hombros y la responsabilidad de proteger a Lysander.

Mientras contemplaba a su hijo en la cuna, Cedric sintió una mezcla de amor y preocupación. Lysander, ajeno al caos que lo rodeaba, dormía plácidamente, con una expresión serena en su rostro angelical. Cedric se preguntaba qué futuro le aguardaba a su hijo.

La ceremonia se avecinaba, y Cedric sabía que tendría que enfrentarse a las miradas de admiración y temor de la multitud. Aunque su nombre resonaría en todas partes como el mago que cambió el curso de la historia, en su corazón seguía siendo el mismo Cedric, el joven que una vez soñó con aventuras.

Pero ahora, su mundo estaba lleno de secretos y responsabilidades que nunca antes había imaginado. La soledad lo envolvía como una sombra constante, recordándole la carga que llevaba como el guardián de un poder tan grande y peligroso como el de Lysander.

Con un suspiro resignado, Cedric se acercó a la cuna y acarició suavemente la mejilla de Lysander. En ese pequeño ser, veía la esperanza de un futuro mejor.

—Descansa, mi pequeño. Protegeré este mundo para ti, cueste lo que cueste —murmuró Cedric, con determinación en su voz, antes de apagar la luz y retirarse a descansar, preparándose para el día que cambiaría su vida para siempre.

El corazón de Cedric cuando extrañamente una oscuridad empezó a cubrir su hogar. La luz de la luna se desvanecía lentamente, mientras que las estrellas parecían perder su brillo, sumiendo la casa en una penumbra inquietante. Cedric no podía ignorar el presentimiento de peligro que lo invadía, un instinto arraigado en su experiencia con los magos negros.

Con una rapidez instintiva, Cedric creó una esfera de fuego a su lado y tomó a Lysander en sus brazos, iluminando el interior de la casa con su resplandor ardiente. La luz parpadeante proyectaba sombras danzantes en las paredes, mientras Cedric se movía con cautela, alerta ante cualquier señal de amenaza. Sus sentidos estaban en alerta máxima, buscando cualquier indicio del origen de aquella oscuridad sobrenatural que había invadido su hogar.

Mientras avanzaba hacia la puerta, Cedric se preguntaba qué podía estar causando aquella oscuridad. ¿Eran los magos negros que habían regresado para vengarse? ¿O había algo más siniestro acechando en las sombras? Cedric no podía permitirse bajar la guardia, especialmente con Lysander en sus brazos.

Con paso firme y determinado, Cedric salió de la casa, llevando consigo a Lysander envuelto en una manta. El aire nocturno estaba cargado de tensión y misterio, mientras Cedric se preparaba para enfrentarse a lo desconocido. A medida que avanzaba por el jardín, el corazón de Cedric dio un vuelco al reconocer la figura que se recortaba en la oscuridad. Era Natalia. Su sonrisa, más que amable, era una mueca de locura y obsesión que enviaba escalofríos por la espalda de Cedric.

Un nudo se formó en la garganta de Cedric mientras observaba a Natalia acercarse lentamente, sus ojos brillaban con una intensidad que denotaba una determinación inquebrantable. Cedric sabía que enfrentarse a Natalia no sería una tarea fácil; su magia era formidable y su obsesión por él la había llevado a cometer actos de locura desenfrenada.

Instintivamente, Cedric apretó con más fuerza a Lysander en sus brazos, protegiéndolo de cualquier peligro que pudiera acechar en la oscuridad. Sabía que debía encontrar una manera de escapar de la trampa en la que Natalia lo había atrapado, pero con cada paso que ella daba hacia él, la sensación de desesperación se apoderaba de él.

Con nerviosismo palpable, Cedric buscó a su alrededor en busca de una salida, pero la oscuridad y la incertidumbre lo rodeaban por completo. Sabía que no podía permitir que Natalia lo atrapara de nuevo, pero tampoco podía abandonar a Lysander en medio de aquella amenaza.

—¡Natalia! Qué... sorpresa verte aquí —, dijo Cedric, tratando de ocultar su nerviosismo detrás de una sonrisa forzada. —Entiendo que estés molesta, pero las cosas han sido complicadas últimamente —.

Natalia lo miró fijamente, sus ojos centelleando con una mezcla de emociones.

—Has roto tu promesa, Cedric —, dijo con voz firme pero cargada de decepción. —Te esperé pacientemente, pero elegiste a este niño sobre mí —.

Cedric se sintió culpable por haber herido los sentimientos de Natalia, pero sabía que debía mantenerse firme en su decisión de proteger a Lysander.

—Lo siento, Natalia, de verdad lo siento —, respondió, buscando las palabras adecuadas para calmarla. —Por favor, pasa a la casa. ¿Puedo ofrecerte un poco de té? Quizás podamos hablar y... encontrar una solución juntos —.

Mientras Cedric preparaba el té, su mente trabajaba a toda velocidad, buscando una salida a la situación cada vez más tensa. Sabía que tenía que ser cuidadoso con cada palabra que decía, ya que cualquier paso en falso podría desencadenar la furia de Natalia.

***

Las lágrimas rodaban por las mejillas de Natalia mientras escuchaba la historia de Cedric. Su corazón latía con fuerza mientras absorbía cada palabra, sintiendo el peso de la culpa y la desesperación que emanaban de Cedric. Era evidente que la situación había sido difícil para él, y Natalia se encontraba en un torbellino de emociones encontradas.

—Cedric... — murmuró Natalia, su voz apenas un susurro ahogado por el llanto. —Nunca quise causarte tanto dolor. No deberías tener que cargar con todo esto solo —.

Cedric la miró con tristeza, comprendiendo el tormento que ella también estaba experimentando.

—Natalia, yo... Quisiera poder estar contigo, de verdad lo haría —, admitió con algo de malicia. —Pero no puedo. Lysander es mi responsabilidad, mi prioridad. Si estoy contigo, solo podría ponerte en peligro —.

Natalia asintió con pesar, entendiendo la situación imposible en la que se encontraban. Aunque su corazón anhelaba estar junto a Cedric, sabía que sus caminos estaban destinados a seguir separados.

—Lo entiendo, Cedric —, dijo con voz temblorosa. —Te prometo que no te molestaré más. Haré lo que sea necesario para ayudarte a proteger a Lysander, incluso si eso significa... estar lejos de ti —.

Cedric sintió un pellizco en el corazón al escuchar las palabras de Natalia.

—Cedric, pero si me entero de que estás en tus aventuras de nuevo, no dudaré de llevarte conmigo —.

—Debes estar tranquila Natalia, he prometido no dar mi corazón a alguien más —.

Con un suspiro resignado, Cedric y Natalia compartieron un momento de silencio, cada uno perdido en sus propios pensamientos y emociones. Cedric tan solo esperaba que Natalia se hubiera tragado sus palabras.