*Han pasado exactamente dos años desde que me dejaron prácticamente en el altar.
Me llamo Montserrat Diaz, CEO de MONSE COMPANY.
Sentada en mi sillón de color rojo, con una copa en mi mano, mirando el vacío que ofrecía mi ventana, me puse a llorar.
"Maldita seas Enrique, maldita seas Victoria" maldecía a las personas que más odiaba en el mundo, mientras leía en una página de chisme, que ellos dos se habían casado en Hawaii.
Mi vida da un giro al conocer a Aaron Palacios, un joven que al igual que yo, lo han traicionado, mientras yo lo quiero cerca como un juguete, él solo quiere estar lejos de mi.
NovelToon tiene autorización de Luna Azul para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
17.
AARÓN PALACIOS
Después del susto del secuestro, nos llevaron al hospital, tenía un par de costillas rotas y me dolían mucho las manos. Estuvimos amarrados y amordazados durante varias horas.
Llegó el rector de la universidad. Una de mis compañeras le agradeció.
— Pensé que nos iban a dejar morir, pedían 100 millones de Euros. En mi mente ya me había despedido de mi madre y le había pedido perdón a Dios por todos mis pecados.
— Realmente la universidad no fue quien pagó esa cantidad de dinero. No tenemos tanto, Pero recibimos la ayuda del señor Diaz. El Magnate del país M.
Escuchaba al rector. Ese Magnate, era el padre de Montserrat.
Al llegar a la residencia, después de varias horas en el hospital. Me acosté, el celular había quedado destrozado con todo el alboroto del secuestro.
— Maynor, me puedes prestar tu celular, quiero revisar mi cuenta de Facebook.
— Sí, solo me voy a desloguear. — unos minutos después Maynor me prestó el celular.
Desde que llegué aquí, desinstalé todas mis aplicaciones sociales, quería evitar la tentación de estar buscando noticias de Montserrat.
Al entrar a Facebook, había unos mensajes privados (Messenger).
Estos mensajes son cuando me acababa de viajar. Empecé a sacar cuentas. El bebe ya habría nacido.
Le envié un mensaje. Ella me contestó.
Era de suponer que ese bebé no era mío, ella se casó. Todo alrededor de Montse es un ir y venir de emociones. Estaba confundido.
El tiempo no se detiene. Con dos años de estar en España, y después del secuestro, a veces me da un poco de miedo salir.
Me he acercado como amigo a Camila, una compañera de clases, que al igual que yo, lleva la maestría, con la diferencia que ella es residente de aquí. Ella es una mujer de 26 años muy resiliente. Sus padres son personas muy amigables, a pesar de que tienen mucho dinero.
Estábamos en la biblioteca cuando de las fosas nasales de Camila empezaron a sangrar y se desvaneció de la nada. Inmediatamente, llegó la ambulancia, uno de los estudiantes había llamado. Yo fui con ella. Tomé el celular de ella y llamé a sus padres.
Ellos llegaron en unos veinte minutos aproximadamente. Los doctores hablaron con ellos. La madre de Camila se puso a llorar y abrazó a su esposo.
Me acerqué a ellos.
—¿Camila, está bien? ¿Ya despertó?
— Él cáncer regresó— La mamá de Camila me contestó entre lágrimas.
— ¿Cáncer? — No sabía que ella había pasado, por tanto— y ella ya lo sabe
— Aún no. Tenemos que decirle.
Los padres de Camila entraron a la habitación con el doctor. Yo quedé afuera. Escuché como Camila gritaba "Otra vez no" Sentí como mi piel se enchinaba. Le tenía un gran cariño a Camila, ella es mi amiga.
Salió el doctor y le pregunté.
— Doctor, ¿Puedo preguntarle algo? La verdad es que no puedo creerlo. ¿Es cáncer? ¿Ella se va a curar?
— Sí, es una leucemia mieloide. Si ella empieza desde hoy con el tratamiento puede que esté bien.
Entré a la habitación y me acerqué a Camila. Le tomé la mano.
Camila dejó la maestría y empezó su primera sesión de quimioterapia.
Después de cada clase iba al hospital a verla. A veces podía verla y hablar con ella, otras veces solo la veía desde la puerta.
El cabello se le empezaba a caer, así que le raparon su cabeza. Constantemente, tenía vómito y diarrea, había bajado de peso.
— He hablado con mis padres el día de ayer. Sabes, siento que no voy a resistir esta vez.
— No digas eso, tú puedes, eres fuerte.
— Yo lo siento, siento que no voy a durar. La quimioterapia no está resultando.
— Pero no puedes decir eso, apenas empiezas. Ten fe.
— Estoy enamorada de ti— me quedé sin palabras— Quería decirte eso, antes de morir. No quiero llevarme ningún secreto— Ella empezó a llorar y yo sentí un nudo en la garganta.
— Estarás bien. Eres fuerte como un león.
— ¡Cásate conmigo! — la miré un poco serio– Es una locura, más en mi estado, pero quiero morir con mi sueño cumplido. Por favor.
— ¿Cómo podría? Eres mi amiga. Siempre estaré para ti, de eso no lo dudes.
— Es triste saber que pronto no estaré en este plano, y me voy sin dejar rastro. No sé cuanto tiempo puede resistir mi cuerpo. Cásate conmigo y ayúdame a morir con mi sueño hecho realidad. Soy egoísta, si, pero no me queda de otra.
Solo la miraba en silencio, mordía mis labios mientras tenía el entrecejo fruncido.
— Piénsalo. Ya hablé con mis papás de eso, y si estás de acuerdo, nos casamos mañana mismo.
— Es que no sé si debería. Eres mi amiga y te tengo afecto, pero— Camila sé levantó a vomitar.
¿Cumplir su sueño? No sé si soy egoísta, por negarle la felicidad en esta situación.
Me regresé a la residencia, cuando Camila se quedó dormida. Me acosté, es tonto pensar en estas alturas en Montse. Ella se había casado y tenía un hijo. Aunque me quedaba la espina de que si ese niño era mío.
A eso de las 6 de la mañana, el padre de Camila me llama.
— Camila sé ha puesto muy mal, quiere verte— Sé escuchaban sollozos.
Me levanté de la cama, me puse algo de ropa y tomé un taxi.
Al llegar, Camila tenía una mirada opaca. Pensé en su propuesta. Ella se veía realmente mal.
— Casémonos Camila— le tomé la mano.
Me Sentía guiado por los sentimientos de pérdida y tristeza, ver que ella se veía muy mal.
Ella sonrió y unas lágrimas salieron de sus ojos.
— Gracias— la mama de Camila, me abrazó— Gracias Aarón. Gracias por cumplir su último deseo.
El padre de Camila llamó a un amigo que era juez para que oficiara la boda. El director del hospital accedió a la petición de los señores.
— Ven conmigo joven, la boda será en dos horas. Así que iremos por el vestido de Camila y por un traje para ti. Mientras ellas se arreglan— me hablaba el padre de Camila, el señor José Sotelo.
Me llevó a una boutique, el señor Sotelo escogió el vestido. Yo tomé un traje de mi talla color blanco. Llegando al hospital me cambié en unos de los baños. Se acercaba la hora.
Entré a la habitación, Camila tenía puesto su vestido. Ella estaba acostada en la cama.
Él juez nos casó.
Camila me miró y me dio una sonrisa forzando sus labios pálidos.
— Gracias Aarón.
Me senté a un lado de la cama.
— Camila.
Dos días habían pasado después de la boda cuando Camila tomó mi mano y sonrió. Sus ojos se iban apagando, en presencia de sus padres, ella falleció.
La mamá lloraba sin consuelo. Me imagino que es duro para los padres enterrar a sus hijos, cuando por regla de la vida, son los hijos los que deben enterrar a sus padres.
Mi amiga se había ido. Mis lágrimas empezaron a salir. El sepelio fue un día después.
Empecé a ver la vida desde un ángulo distinto.