- No eres más que una pobre omega - le dice con desdén la novia de su amigo de infancia...
Amelie lleva años soportando malos tratos y burlas indiscriminadas de parte del grupo de amigos de Armand.
Su abuela Selene lo pondrá en jaque cuando casi la pierda.
¿Podrá demostrar su valía, pese a ser una omega?
¿O el destino le tendrá preparado algo más?
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Un hogar
Luego de la fallida invasión de los renegados, la manada volvió a la tranquilidad. Amelie se sorprendió mucho al saber que quien alertó a todos, fue Marion. De verdad no le gustaba ser prejuiciosa, pero la rubia nunca dio muchos signos de solidaridad. Lo bueno fue que recapacitó antes de que fuera demasiado tarde.
Todos miraban con curiosidad al humano que la acompañaba, quien también estaba curioso. En su cabeza era imposible aún, asimilar que la mayoría de esas personas fueran cambia-formas. Se preguntaba para sí mismo, si los vampiros, duendes, etc. Existían de verdad. Muy seguramente es así.
- Marion, hija, me alegra que hayas regresado y que la alfa te haya dado la absolución. - dice la madre de Marion que la abraza y llena de besos.
- No podía permitir que ustedes sufrieran, ahora entiendo que la diosa me utilizó para proteger a mi manada. - ella vira un poco y extiende la mano hacia el rubio. - Mamá, el es Pierre, mi destinado y quien hizo posible que llegara justo a tiempo.
La madre de Marion no se contuvo y abrazó al chico, dejándolo anonadado ante la efusividad del saludo de su futura suegra.
- Soy Liz Becker, madre de Marion.
- Un gusto señora, soy Pierre Lambert. - dice muy educado el chico.
- Oh vamos, solo dime Liz.
El rubio asintió sonriente.
- Él es mi padre, Peter Becker.
- Es un gusto conocerte jovencito.
Lo irónico es que los padres de la loba, apenas si parecían estar alcanzando los 30, se veían demasiado jóvenes para ser los padres de su rubia.
- Igualmente, señor.
Los padres de Marion estaban más que encantados con los modales de Pierre.
Bien, vayamos a casa, supongo que deben tener hambre. - expresó Liz.
Los cuatro se fueron a la casa de los Becker, Pierre se dio cuenta que la chica no estaba mal económicamente. Lo que le hablaba d3 que en esa manada, todos viven cómodamente y sin restricciones. Él había crecido entre lujos y opulencia, sin embargo, a él jamás le interesó esa vida, para él era más importante la esencia de las personas y lo que estas podrían aportar, tanto intelectual como espiritualmente. Eso siempre fue el talón de Aquiles en la relación con su padre, quien deseaba que fuese más ambicioso en lo económico. Él era ambicioso, solo que él ambicionaba tener amor. Su madre nunca fue la más cariñosa, siempre estuvo ''enferma'', como para atenderlo como debía ser.
Entraron a una sala, rodeada de muchas ventanas que daban una linda vista del bosque que conformaba el patio. Algo que caracteriza a Lune de Sang, es que las propiedades tienen amplios patios con muchos árboles, algunos más antiguos que otros. El equilibrio con la naturaleza es vital para una manada.
- Este lugar parece sacado de un cuento de hadas. Nunca estuve en un lugar así, ni siquiera en Suramérica o en Vietnam.
- Me alegra que te guste. - habló Marion. Todo el tiempo se mantuvo en silencio, observando los gestos de esa belleza de hombre junto a ella.
- Imposible no gustarme, es como estar soñando. ¿Hay otros humanos aquí? - tenía mucha curiosidad.
- Sí, de hecho, la anterior luna es humana.
- ¿Luna?
- Sí, son algunos de los términos que debo explicarte, para que puedas entender mi naturaleza. - se rasca un poco la nuca - Espero que mi hogar sea de tu agrado.
- Si estás tú, creo que me gusta. - dice en un impulso.
- Vamos a descansar, te quedarás conmigo, Yira está loca por estar contigo todo el tiempo.
Esa afirmación por alguna razón, le llenó el corazón de una desbordante felicidad. Esa mujer lo tenía fascinado y él quería perderse en su mundo.