Soy ama de casa desde hace cinco años, acompaño de todo corazón a mis hijos y cuido a mi esposo. ¡De repente trajo de vuelta a su amante que quiere divorciarse de mí! Como ama de casa de tiempo completo en los últimos años, he dedicado no solo tiempo y energía, sino también oportunidades para desarrollar mi carrera, ¡así que decidí luchar! Pero no esperaba que el joven abogado que me ayudó con la demanda me dijera que yo le gustaba desde hace mucho año...
NovelToon tiene autorización de judy111 para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 17 En peligro sin razón
En el preciso instante en el que terminaba de enviar el mensaje, el vehículo se detuvo y miré por la ventanilla para encontrarme con que estábamos en las afueras de la ciudad. Mentiría si dijera que no tuve miedo: estaba tan asustada que me temblaban hasta las manos y los pies. El chofer apagó el motor y abrió la puerta sin darme tiempo de reaccionar; luego tomó mi móvil, lo miró y lo arrojó al suelo sin dudar. Unos minutos antes, después de haber enviado el mensaje, había encendido el «Modo avión» por si me descubría, así que el hombre pudo ver que no tenía señal antes de deshacerse del aparato.
En este punto yo solo rezaba para que Isaac viera mi mensaje rápido. «Que no esté borracho», pensé. De hecho, lo normal hubiese sido que acudiera a mi esposo, pero no había podido; quizás porque, inconscientemente, sabía que no podía contar con él. Incluso me imaginaba que, si hubiese recibido ese mensaje, Ivan se habría reído con indiferencia y habría pensado que intentaba engatusarlo.
—Bájese —bramó el hombre. Jesse se despertó sobresaltado y comenzó a llorar. El desconocido intentó acercarse para agarrarlo, pero yo me interpuse, por lo que solo pudo tomar su mochila. En ese momento, el tipo se quedó inmóvil mirando el logo de la mochila, y yo sentí que mi corazón se paralizaba. Jesse iba a un jardín de infantes aristocrático en Goldcester cuya cuota anual superaba los cincuenta mil dólares, lo cual significaba que la situación era aún peor.
—Nada mal, hoy agarré un pez gordo. —El delincuente soltó una risa y arrojó la mochila a sus pies para luego tomar mi cartera. Yo no podía hacer nada más que dejarlo y no resistirme hasta que llegaran los refuerzos. El hombre sacó todo el efectivo y las tarjetas bancarias, una de crédito y dos de débito—. ¿Cuál es la contraseña? —preguntó.
—Tres veces el número diez —respondí mirándolo con temor.
—¿Me está tomando el pelo? No puede ser esa. —Comenzó a violentarse.
—¡Lo es! Pruebe y verá que sí —le aseguré mientras intentaba tranquilizar a Jesse.
—Está bien. —Al terminar de decir eso, me arrastró fuera del coche con el niño en brazos y me advirtió—: Asegúrese de que no llore. Si vuelve a llorar, lo mato.
Me estremecí de miedo y no pude hacer nada más que intentar apaciguar a Jesse, que se escondió en mi pecho y poco a poco fue recuperando la calma.
Caminé por el páramo durante diez minutos con un cuchillo en la cintura obligada por aquel criminal. Estaba oscuro y no había farolas en el camino, pero yo intentaba observar los alrededores mientras lo seguía. Había un dique en el río, que debía tener bastante agua, pero el lugar estaba desolado y no pasaba ningún auto. Él parecía conocer bien el lugar porque caminaba seguro a pesar de la irregularidad del terreno. Al final del camino había una casita en penumbras; él abrió la puerta de una patada y nos empujó al interior, que estaba aún más oscuro y no se podía ver nada. No tenía idea de dónde estaba pisando y estuve a punto de caer al suelo. Abracé con fuerza a mi hijo. El hombre entró detrás nuestro e intentó arrancarlo de mis brazos, pero él estaba muerto de miedo por la oscuridad y, tan pronto como sintió las manos del malhechor, comenzó a llorar.
—Si no quiere llamar la atención de algún transeúnte, deje que yo lo tenga —le sugerí. Él dudó un momento y luego me devolvió al niño; estaba claro que hacía todo aquello por dinero y le convenía que las cosas salieran bien. Acto seguido, nos amarró a los dos juntos a una columna de cemento dentro de la casa y, por último, me rellenó la boca con algo desagradable para que no gritara. Cuando terminó, se aseguró de que la cuerda estuviera firme y se dio vuelta para irse. Ni bien el ruido de sus pasos se perdió en la distancia intenté mover las manos, pero la cuerda era resistente y no se podía romper. Lo único que me quedaba era depositar todas mis esperanzas en Isaac.
En el momento en que el hombre me había amenazado había entendido que el Taekwondo y cualquier otro tipo de combate cuerpo a cuerpo eran inútiles porque no servían de nada frente a un arma. Mucho menos con un niño en brazos y estando tan asustada.
si ya tuvo el valor para hablar con ella. mínimo debió de tener dignidad frente al poco hombre del esposo. muy poca cosa la protagonista