Por Amarte Asi

...ÖMER...

Ahora que soy libre tengo la oportunidad de comenzar de nuevo, obvio que buscaré a mis hijas después de esto. Estudio los planos que Ahmed me dio para el proyecto que quiere que dirija.

Llego el lunes y tengo que ir a la empresa, me arreglo con un simple pantalón azul, una remera blanca y un saco gris.

– ¿Ya te vas, hermano? –pregunta Leila.

– Si tengo que llegar a la empresa –digo–. Ahmed me dejó un auto

– Bueno, ten buena suerte –me dice con una sonrisa–. Ojalá que este proyecto salga bien

– Gracias, hermana –le doy un beso en la mejilla y me voy.

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...EZEQUIEL...

Voy en el auto con mis niñas para llevarlas a la escuela, pero ni hablamos, siquiera me miran. Noe mira su cuaderno y Maddie mira hacia la ventana mientras toca una presiona pulsera de diamante con el símbolo del infinito.

– Que linda pulsera, hija –le digo–. Es muy bonita

– Gracias –me dice cortante.

– ¿Tu mamá te la regalo? –le pregunto–. Tiene buen gusto.

– No fue mamá –mira su pulsera–. Mí papá me la regaló hace años, apenas llegue

– Maddie... Ömer Leviens no era tu padre –le digo–. Tu padre soy yo

– Dime una sola vez que hayas sido un padre –me mira enojada–. ¿Estuviste ahí cuando me enferme?. No. ¿Estuviste ahí cuando empecé la escuela?. No. ¿¡ESTUVISTE AHÍ CUANDO EMPECE LA SECUNDARIA!? ¡NO, NO ESTUVISTE!

– ¡No tuve la oportunidad, Maddison! –le digo.

– ¡Aún la hubieras tenido no lo hubiera hecho! ¡Jamás fuiste un padre presente durante mí infancia! ¡Y cuando POR FIN lo tuve, me lo quitas porque no toleras que alguien se quede con lo que JAMÁS fue tuyo! –me muestra la pulsera–. ¡Él si supo lo que es ser un padre! ¡FUE Y ES MI PADRE!.

Después de esas palabras el auto queda en completo silencio, bastante incómodo. Noe no dice nada, casi nunca habla lo que me preocupa.

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...ÖMER...

Llego a la empresa que Ahmed tiene en este país, estaciono mí auto y veo el enorme edificio que me recuerda al mío, me entristeció pensar en eso pero pronto espante esos pensamientos de mi cabeza.

Entre al edificio y una joven me recibie

– Buenas tardes, bienvenido –me dice–. ¿Señor Leviens?

– Así es, buenas tardes –le digo.

– El señor Ahmed me avisó que vendría –me sonrío–. Por favor, acompañeme lo están esperando.

– Claro, la sigo, señorita –le digo.

Entramos al ascensor y subimos hasta el último piso del edificio salimos y caminamos. Nos acercamos a la oficina al final del pasillo.

– Por aquí, señor –me dice–. Ya casi llegamos.

– De acuerdo –seguimos caminando.

– ¡Espera, Ella! –escucho que alguien grita.

– ¡Es que no entien...! –dice mirándolo.

En ese momento la chica sale de la nada y choca contra mí, logro sujetarla para que no caiga al suelo.

Me quedo helado, encuentro su mirada brillante sorprendida. Nos miramos un momento, se sujeta con sus delicadas manos a mis brazos para no caerse.

– ¿Estás bien? –le pregunto–. ¿Te lastimaste?

– Aammm... no, estoy bien –se aleja un poco–. Lo lamento, no estaba viendo

– No pasa nada –digo sonriendo.

– Gabriella Winter... –dice la chica que me acompañaba–. Siempre distraída, ¿no es así?

– Es que me llamaron a la sala de reuniones –se escusa ella–. Trabajaré en el nuevo proyecto del orfanato

– Bien, pues déjame presentarte –dice la chica–. Él es Ömer Leviens el jefe del proyecto.

– Es un placer, señor Leviens –dice Gabriella–. Es un placer conocerlo, en la empresa se habla mucho de usted

– Igualmente –le respondo–. Es un placer conocerla

– Bien, vamos a la sala de reuniones –dice un muchacho.

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...GABRIELLA...

Vamos a la sala de reuniones con Dani y el señor Leviens, es un hombre muy guapo, verdaderamente atractivo.

Dentro de la sala ya están todos los que forman parte del proyecto en el que vamos a trabajar.

– Bueno todos los que están aquí –dice el señor Ahmed–. Han sido seleccionados para trabajar aquí. Aquí el señor Ömer Leviens, es un gran ingeniero y director constructor, será el jefe de obra de ustedes

– Será un placer trabajar con ustedes –dice el señor Leviens–. Espero que nos llevemos bien.

– Bien, empezarán mañana con el proyecto –dice Ahmed–. Ömer la señorita Gabriella Winter será quien te ayudará, es una gran diseñadora gráfica y también constructora.

– Si, la conocí afuera antes de entrar a la sala –el señor Leviens me mira.

– Que bueno, es una de las mejores –me mira–. Gabriella cuento contigo para ayudarlo

– Quédese tranquilo, señor –le digo con una sonrisa–. Yo le ayudaré.

– Confío en ti, Ella –me dice–. Bueno chicos, les dejo los planos, Ömer ya los conoce, pero cualquiera cosa que noten haganselo saber. Buena suerte –se va.

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...ÖMER...

Somos en total 8 personas, todos nos presentamos, son muy amables. Nos acercamos a los planos y lo vemos entre todos, no puedo evitar ver a Gabriella mientras habla es una mujer que parece inteligente y sabe lo que hace.

– Bueno si tenemos suerte podemos trasladar los árboles sin tener que dañarlos –dice Gabriella–. Ya hablamos para que traigan los camiones.

– ¿Están seguros que los llevarán a un buen lugar y no los tirarán en cualquier parte? –pregunto.

– Son personas de confianza –me responde sonriendo–. Les encanta el medio ambiente

– Entonces está bien –señalo el plano–. Esto tiene un plazo de un año para construirse y debemos hablar con los financiadores para convencerlos.

– No son muy amables –dice Abraham–. Bien, Ella, está será su primera vez hablando con los financiadores.

– Es genial entonces... –dice ella–. Mañana tenemos que ir a la zona de la construcción para verla. Todos nos veremos allá, los obreros también estarán ahí

– De acuerdo –digo–. Ahmed me pasará la ubicación y ahí nos veremos. Pero por hoy creo que tenemos todo claro

– Por supuesto, señor –dice–. Bien, nos vemos entonces

Dimos por concluida la reunión y todos se fueron, quedamos Gabriella y yo arreglando los planos.

– Bien, creo que estos planos debe llevárselos usted –me extiende los planos.

– Gracias –los agarro–. Dime... ¿Hace cuanto trabajas aquí?

– Aamm... soy muy nueva en esto –me dice sonriendo–. Termine la universidad hace dos años, tengo 28 años y bueno... me aceptaron aquí sin experiencia. Estaba aterrada.

– Imagino que si... –le sonrío–. Pero por lo que veo trabajas bien y a todos le agradas mucho

– Si, eso creo –se ríe–. Aunque a veces soy un poco distraída y tonta.

– Espero que no derrumbes el edificio –digo bromeando.

– Me mantendré alejada por si acaso –me dice alegre.

Reímos juntos por unos minutos, la noche cae pronto y todos se van. Vuelvo a la mansión y cenó con mis hermanos y Ahmed. Mí corazón se arruga al recordar las noches en la que cocinaba y cenaba con las niñas, ¿que estarán haciendo ahora?.