🔞⚠️ ADVERTENCIA: ES UNA HISTORIA CON CAPITULOS SENSIBLES ⚠️ PARA +18
Edward Safra lo tenía todo: belleza, dinero, poder y un escándalo familiar que casi lo destruye. Ahora dirige su propia empresa y jura no repetir los errores de su padre. Hasta que dos mujeres llegan para ponerlo de rodillas.
Estrella Portugal, sofisticada y prohibida, le enseña lo que es el deseo sin límites. Marcela Molina, audaz y curiosa, lo despierta con una dulzura peligrosa.
Entre encuentros secretos, miradas que queman y una tensión que no da tregua, deberá decidir si ¿someterse a la pasión que lo consume o dejarse llevar por la que podría destruirlo o reconstruirlo?
Una novela cargada de sensualidad, secretos, traiciones y encuentros que nadie debería confesar.
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16. Un vecino no tan misterioso
Marcela subía las escaleras con una bolsa de pan caliente en la mano. Eran poco más de las siete de la mañana, y ya estaba corriendo para no llegar tarde a su primer día oficial como nutricionista en la clínica; le bastó una semana para demostrar que pese a su juventud, era excelente en el trabajo, así que la modalidad de contratación cambió.
Entró corriendo a su departamento, se cambió frente al espejo sin detenerse a peinarse demasiado, se echó corrector y un labial color vino, recogió el cabello en una coleta rápida, y se fue con la chaqueta en la mano.
La jornada pasó rápido, fue un día bastante tranquilo, a lo lejos vio pasar algunas veces a Edward, ahora lo admiraba un poquito más, no solo fue valiente para enfrentar a su propio padre, sino que ahora se dedicaba más que nunca a salvar vidas, en un programa que apuntaba a las personas de escasos recursos; pero siempre tenía la mirada apagada y la expresión seria, no volvió a ver a Estrella Portugal, así que supuso que las cosas no estaban bien entre ellos, no volvió a acercarse y mucho menos preguntar, ahora era su jefe por lo que debía ser formal, aún necesitaba el trabajo para alcanzar sus sueños.
Salió del hospital, con un aire de satisfacción, había atendido a pacientes, había ayudado a las personas. Marcela caminó hasta su barrio con los auriculares puestos, canturreando a media voz. Subió las escaleras con calma, mientras el aroma a jazmín que venía del balcón vecino la envolvía como una caricia.
Y ahí lo vio; el hombre que salía del departamento de enfrente, el mismo con el balcón repleto de plantas, con la silueta que había notado la noche en que llegó. Al principio creyó que era una coincidencia, alguien parecido, pero cuando él levantó la mirada y sus ojos, tan azules que parecían fríos, pero no lo eran, se cruzaron con los suyos, supo la verdad. Se le heló la espalda.
- "¿Usted...?", balbuceó Marcela.
Él arqueó una ceja, levemente desconcertado.
- "¿Marcela?", dijo él.
Marcela asintió.
- "Qué raro encontrarlo aquí, pensé que vivía en una torre de vidrio o algo así", dijo, forzando una sonrisa nerviosa.
Edward esbozó una sonrisa apenas visible, pero que en él se sentía como un eclipse completo.
- "Supongo que eso piensan todos, pero a veces uno necesita un lugar donde no tenga que aparentar lo que en el fondo no es", manifestó Edward.
- "Perdón. No quise sonar invasiva", dijo ella, un tanto avergonzada, nuevamente esa faceta suya de no quedarse callada, cuando debería se dijo a sí misma.
- "No lo fuiste", respondió con voz grave, cálida, sin tener que poner un armamento delante de él, como si no fuera necesario defenderse, como si por alguna extraña razón, le contagiara su naturalidad. "¿Te acomodas bien en este edificio?"
- 'Sí. Es pequeño pero lo siento muy mío", contestó ella, con esa mezcla entre orgullo y ternura que la caracterizaba.
- "Eso tiene valor, más del que crees; tuve que ser más grande que tú, para decidir volar lejos de casa", dijo Edward.
Hubo un silencio. Él parecía a punto de decir algo más, pero no lo hizo, se sentía extrañamente cómodo, y él no se permitía relajarse, porque lo bueno era posible de ser lastimado por alguien como él, y un demonio no debería juntarse con los ángeles.
- "Nos vemos mañana, Marcela", dijo Edward para terminar la conversación.
Ella se quedó mirándolo mientras subía las escaleras. Su vecino, era su jefe. El hombre de las sombras, ahora tenía nombre y rostro. Y una historia detrás de los ojos que no terminaba de entender.
Cerró la puerta de su departamento, apoyó la espalda en la madera, y respiró hondo.
- "Ok… esto se va a poner interesante", murmuró Marcela para sí, antes de reírse con incredulidad.
Esa noche, mientras editaba un nuevo video con una mascarilla en la cara y el pelo envuelto en una toalla, pensó en cómo la vida se las arregla para juntar personas que jamás habrían cruzado caminos en otras circunstancias.
Y al otro lado del pasillo, Edward miraba la pantalla apagada de su televisor, sin prestar atención al libro entre sus manos. En su mente, una idea incómoda se iba abriendo paso: cuál sería la respuesta de Estrella, y qué haría después de eso.
Su impulso juvenil lo impulsó a llevar a Estrella a una encrucijada, y cuándo ella decidió entrar en esa incertidumbre, él resulta que ahora ya no..
Me encanta ese poderío
Que excelente trabajo 👍🏻
Que verdades tan cargadas de realismo y sinceridad les fueron dadas a Edward, quizás para contextualizar la relación