Redención Nuestra

Luego de casi tres meses, Rose pudo regresar a su casa. Aun tendría que mantener la dieta estricta del doctor, y mucho descanso, pero por lo demás estaba bien. Lo único malo que tendría que hacer su trabajo desde casa. Rose había insistido que podía ir a la oficina, pero el mismo Silvain no dejó que vaya, insistiendo en su salud.

-Me voy a enmohecer – suspiró Rose mientras miraba los datos de su computadora. Estaba sentada en el estudio de la casa.

Sabía que debería aun descansar, pero no le gustaba estar sin poder hacer algo, y ciertamente su trabajo era su motivo de vivir. Estudió mucho y se mezcló en este círculo para poder mantenerse en pie. Que le pidieran que solo se quedara en casa a descansar, no era su estilo ni nunca lo sería. Estaba revisando los informes de sus subordinados cuando alguien tocó la puerta y quien entró fue el mayordomo Mauro, quien hasta ahora había sido un señor bastante diligente y amable. Aún no habían verificado sus antecedentes, y menos con lo del accidente. A pesar de que nadie parecía tener un pensamiento extra, aun debían averiguar para evitar sorpresas futuras, cuando Silvain regresará se lo recordaría nuevamente.

-Señora, aquí está su medicamento y agua. También para avisarle que la comida ya está lista.

-Gracias – tomó la caja de medicamentos – ¿Ya es medio día?

-Sí, señora. ¿Le digo a la cocina que ponga la mesa?

-Sí, gracias.

Rose suspiró y apagó la computadora. Después de comer se tomaría un descanso porque sentía el cuerpo exhausto.

***

Por otro lado, Silvain revisaba algunos informes en su oficina, cuando recibió un mensaje en su teléfono. Cuando lo vio, frunció el ceño y llamó al número del mensaje. Era el supervisor en la fábrica de químicos, luego de hablar por casi una hora, colgó y luego marcó a otro teléfono.

-Mario, necesito que se vigile a cierta persona 24/7. Y quiero a alguien de confianza que pueda recabar información y evidencias fotográficas y video.

-Sí señor, ya tengo a alguien en mente.

Después de colgar, Silvain se reclinó en el respaldo de su silla de cuero y se masajeó las sienes. No pensó que su tío se moviera tan rápido, pero el hombre no adivinaría que Silvain había estado esperando que se moviera. El abuelo había dado permiso de limpiar a sus tíos y haría todo lo posible porque nunca pudieran levantarse, menos aun por lo que había intentado Julia con su esposa.

No podía negar que disfrutaría despojarlos de todo lo que anhelaban, porque nunca fueron buenas personas, y menos cuando se ponían de acuerdo para acosarlo y eso hay que sumar que su padre no le importaba absoluto su bienestar e incluso lo ignoraba, se preguntó muchas veces si eran parientes, pues no comprendía esa despreocupación por su propio hijo. Incluso su madre tampoco parecía importarle mucho él, solo el dinero y los lujos que podía tener con él en sus manos.

Rememorando esos días, eran realmente tristes y desesperantes; no podía entender la razón de que sus padres ignoraran su existencia, usándolo como un arma para perjudicar la vida al otro. Ninguno de los dos se preguntó cómo se sentía con todo, se sintió traicionado y más aún ver a su propia madre, pasando por amantes ricos uno tras otro, exprimiendo todo el valor de sí misma, y de su propio hijo pequeño con la familia James. Su visión de las personas se torció, y él mismo se llenó de espinas, no dejando que nadie penetrara su coraza protectora. Claro, hasta que Rose había calado sin darse cuenta.

Sonrió con burla a sí mismo, pero ya no rechazó el hecho que estaba enamorado de ella, el accidente solo reafirmó lo que ya sospechaba, y ahora tenía una razón para luchar. No le importaba todo este consorcio, pero si solo por ello luchaban, estaba dispuesto a limpiarlos, aunque destruir todo el núcleo de su riqueza sería más que eficiente, pero no quería preocupar al anciano.

***

Kate miró a través de los binoculares, mientras estaba escondida en su auto, observando el paradero de Louis James. Hasta ahora en su bitácora había apuntado algunos lugares que frecuentaba el señor, aunque parecían esporádicos, pudo notar un patrón luego de estarlo vigilándolo por un mes. De pronto su atención fue distraída por el hombre musculoso de su lado que sostenía una cámara de grabación.

No era un mal compañero que le ayudaba a grabar las cosas, pero ciertamente le molestaba que le hayan impuesto uno, es como si no confiaran en su trabajo minucioso o lo más probable es que no confiaran por completo en ella. Aunque había discutido con ese hombre guapo musculoso llamado Mario, el hombre no aceptó la negativa y tuvo que resignarse si quería el bono. Por supuesto que el dinero era bastante y había retrasado cierto trabajo siempre relacionado a esa familia. A penas había logrado obtener información valiosa de cierta persona, pero no podía actuar por cuenta propia, por lo que le dejó el trabajo a un colega de confianza que no se dejaría comprar y recibiría informes de los descubrimientos.

-El objetivo se desplaza.

Kate salió de su molestia y asintió para que el hombre a su lado arrancara el coche. Discretamente siguieron el auto de Louis. Ella aprovechó trazar el mapa en sus manos y pronto vieron el nuevo destino del hombre, un bar de alto prestigio, donde solo la alta clase podía pasar. Evidentemente no podían entrar, se necesitaba una tarjeta del lugar y el lugar no proporcionaba tarjetas a cualquiera. Entonces el hombre a su lado le entregó una tarjeta amarilla con el nombre del club y lo miró con sospecha.

-¿Cómo tienes esta cosa en tus manos?

-Todas las familias con cierta riqueza recibe esta tarjeta.

Kate quiso preguntar si él era miembro de una de esas familia, pero no le dejó hablar y se bajó del coche, se apoyó en la ventanilla y la miró a los ojos, dejándola pasmada por la intensidad de su mirada, haciendo que su corazón latiera como loco.

-Es mejor que entre solo, por seguridad, quédese en el auto vigilando.

Kate abrió la boca para protestar de estar entorpeciendo su investigación, pero al ver esa mirada mandona, se quedó callada y asintió de mala gana.

-Tenga cuidado – murmuró.

Y vio al hombre sonreír con cierta picardía, dejándola descolocada, y sin oportunidad de verlo entrar al lugar. Se palmeó el rostro y sacó la cámara, esperando por el momento de tomar algo de valor.