Elizabeth es una mujer de veinte años con condiciones de vida precarias, luchando por sugir en una sociedad empeñada a darle la cara difícil de la moneda, trabaja y estudia en la universidad, tiene ua familia numerosa, su madre y sus hermanos, su padre los abandono cuando eran pequeños, por ende su madre siempre fue su apoyo.
Las cosas comienzan a ponerse mas difíciles para Elizabeth cuando una tarde normal de su dia a dia es secuestrada por unos traficantes, luego es llevada a una gran subasta realizada solo para los grandes magnates de la alta sociedad, con ella siendo la pieza principal de dicho evento. Su comprador resulta ser un hombre alto, de cuerpo fornido, quien promete liberarla luego de que esta le pague el costo de su compra con intereses incluidos, mientras el será su dueño.
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CAPITULO 16
No podía dejar de pensar en el rostro de Elizabeth, creyó haber visto sus ojos hinchados, ¿estaría llorando?, tal vez el estar tanto tiempo en ese lugar la estaba empujando a la depresión, eso explicaría su comportamiento de los últimos dos días.
- ¿Qué te sucede? – le pregunta Rebecca, sacándolo de sus pensamientos
- Tengo un poco de jaqueca – le dice suspirando
- ¿quieres un calmante? – le pregunta
- No, puedo tolerarlo, quiero terminar aquí y poder ir a descansar – el cuerpo de Frederick siempre ha sido fuerte, era extraño estar en ese estado.
- Bien, ya casi terminamos, solo falta ver la locación del centro, revisar los planos y la mueblería – le dice la mujer.
- Si, ya lo sé – la mujer lo abraza
- A menos que quieras ir a otro sitio luego de terminar – lo mira incitándolo.
- No estoy de humor – le dice apartándola.
- Llevas tiempo de esa forma, pensé que solo eran rumores, pero veo que en realidad estas conteniéndote con las mujeres – sonríe, Frederick le mantiene la mirada - ¿será que, la pequeña conejita que vi esta mañana, tiene algo que ver? – lo mira
- Ese no es tu problema Rebecca – la mira de forma fría- centrate en tu trabajo.
- Tan frio e inexpresivo como siempre – ríe – hasta me siento mal por la pobre victima que tienes en casa Frederick suspira y camina hacia el auto.
Se encontraba revisando la locación ya pasaba de las seis de la tarde, cuando de pronto, recibió una llamada, saco su teléfono y miro el nombre de Samanta, no estaba para sus cuestiones en ese momento, así que mejor prefirió colgar, luego la llamaría, el problema radicaba en que la mujer era muy persistente, su teléfono no paraba de sonar, así que molesto decidió atender.
- Samanta, más te vale que sea algo importante – le dice al atender, se podía escuchar una música a alto volumen.
- Tu hombre mal nacido – la mujer se escuchaba ebria – bestia sin corazón
- Esta ebria, voy a colgar – le dice, la que faltaba para completar el estrés.
- ¡No te atrevas, desgraciado! – le grita entre risas - ¿Cómo pudiste hacer llorar a una chica tan linda e inocente?, no tienes perdón alguno – comienza a quejarse
- No entiendo de que hablas – le dice molesto de las tonterías de la mujer – mejor, hablame cuando se te pase la borrachera.
- AH, se nos acabó el alcohol, creí haber comprado suficiente – no le prestó atención al hombre.
- No sigas tomando, ve a darte una ducha y duerme – Esa mujer era un karma.
- ¡Elizabeth! – grita – vuelvo enseguida nena, iré por mas – ríe
- ¡Elizabeth! – dice alterado – Samanta, ¿estas con Elizabeth? – sintió un impulso en su cuerpo, parecido a la ansiedad.
- ¡Si! – dice riendo - ¡Saluda Elizabeth! – se escucha cuando la hala hacia la bocina.
- Ho, Hola – Dice con dificultad, también estaba ebria - ¿Quién es? - le pregunta a Samanta
- Es Frederick – le dice riendo – oh, Dios, hay va de nuevo, no llores mujer. Ese mal nacido las pagara y yo me encargo de la perra.
- ¿Qué están hablando? - dice Frederick, las mujeres hablaban y se movían, haciendo imposible entender lo que sucedía - ¡Samanta! – le grita desesperado
- Púdrete mal nacido, desgraciado, pagaras por todo – le grita y cuelga la llamada.
- Maldita sea – dice – Sabia que esa mujer sería una muy mala influencia – marca el número del guardia que debería estar en el departamento - ¿Qué mierdas está sucediendo allí? – le dice molesto en cuanto contesto la llamada
- La señora Samanta está embriagándose con la señora Elizabeth – le dice
- ¿Por qué no las detuviste? – le dice
- Lo siento señor, pero no creo que la señora Samanta me haga caso alguno – era verdad, la mujer era una yegua descarriada, no podían controlarla, ni siquiera su propio abuelo pudo hacerlo, y antes de morir le paso ese problema andate a él.
- Quitate, vamos a salir a buscar unos tragos – Se escucha a Samanta por la línea, peleaba con el guardia quien se encontraba frente a la puerta.
- Señora, no creo que deba
- ¡Estorbas! – le grita Samanta – Elizabeth y yo saldremos y no vas detenernos – se escuchaba amenazante – así que más te vale que te quites de en medio.
- Malnacida mujer, la arrojare a los perros – dice Frederick escuchando la discusión – No dejes que salgan.
- Frederick, ¿Qué sucede? – dice Rebecca luego de notar lo alterado que estaba.
- Si permiten que esa mujer se lleve a Elizabeth, les aseguro que matare a todos y cada uno de los que se lo permitan- el hombre estaba renuente a seguir sus órdenes, Samanta era muy influyente entre ellos, además que la mujer se escuchaba hecha una furia – Hagan lo que tengan que hacer para retenerlas - Rebecca estaba a su lado, pero no podía prestarle atención a la mujer - ¡iré para allá! – cuelga la llamada y corre hacia el auto.
- ¡Frederick! – le grita Rebecca al ver que el hombre se iba corriendo del lugar, no le dio explicación alguna, solo se marchó dejándola allí.
- Maldita sea, esto era lo que faltaba para terminar con mi paciencia – dice Frederick subiéndose al auto – Samanta pagara por esto, mujer loca demente – Desde un principio supo que algo así podría suceder, pero al ver lo feliz que hacía a Elizabeth la presencia de la mujer, decidió permitirle tener una amistad, ahora se arrepentía de ello.
El departamento parecía una perrera, se escuchaban los gritos de Samanta luchando con los guardias, los hombres suplicándole que se calme mientras forcejaban con la mujer, Frederick abrió la puerta y vio todo regado, Samanta mordía la oreja de uno de los hombres, los otros trataban de quitarla de encima y calmarla, mientras Elizabeth ahogada en alcohol reía sin parar de la escena.
- ¿Qué mierdas sucede aquí? – grita Frederick, sin prestarle atención alguna, la escena siguió su curso- Ya me hicieron hartar – va hacia su habitación y saca un gas pimienta – tú te lo buscaste Samanta – la rociá con él, de inmediato la mujer soltó al hombre cayendo al piso por el ardor.
- Frederick, mal nacido – dice entre quejidos – esta me la pagaras, lo juro.
- No me dejaste opción – le dice, viéndola en el suelo – levántela y llévenla a casa, rocíenla de nuevo se trata de atacarlos – le entrega el gas, voltea y ve a Elizabeth que seguía riendo sin parar – tu vienes conmigo – la carga en sus hombros, la lleva al baño y la deja en la ducha.
- Ja, ja, ja, Samanta es demasiado divertida – seguía riendo.
- ¡Ya basta! – le dice, abre la regadera y empapando a la mujer de pies a cabeza, de inmediato dejo de reír – duchate, hueles a puro alcohol, pediré que te preparen un café fuerte – se da la vuelta.
- Tú, me odias, ¿no es así? – dice Elizabeth con voz suave y baja, mientras las lágrimas corrían.
- ¿Qué? – se da la vuelta para verla, estaba bajo el agua, su expresión era de llanto.
- Porque tienes que odiarme – le dice – de lo contrario, ¿por qué actúas de esa forma conmigo? – sin aguantar su llanto Frederick la abraza fuerte contra su pecho, el agua lo empapo.
- Yo no te odio, Elizabeth – la besa suave, sus labios estaban fríos por el agua.
- ¡No! – lo aparta – tú la tienes a ella, porque me besas a mí.
- ¿ella? – le dice confundido - ¿de quién hablas?
- La mujer que te beso, ella vino en la mañana a buscarte – baja la mirada.
- Estas confundida, esa mujer solo trabaja conmigo – acaricia su mejilla y levanta su rostro - la única que ocupa mis pensamientos, eres tu – la besa.