Valentino nunca imaginó que entregarle su corazón a Joel sería el inicio de una historia de silencios, ausencias y heridas disfrazadas de afecto.
Lo dio todo: tiempo, cariño, fidelidad. A cambio, recibió migajas, miradas esquivas y un lugar invisible en la vida de quien más quería.
Entre amigas que no eran amigas, trampas, secretos mal guardados y un amor no correspondido, Valentino descubre que a veces el dolor no viene solo de lo que nos hacen, sino de lo que nos negamos a soltar.
Esta es su historia. No contada, sino vivida.
Una novela que te romperá el alma… para luego ayudarte a reconstruirla.
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Capítulo 15
El peso en mi pecho no se iba. Llevaba días sintiéndome así, como si cada respiro doliera un poco más. Me preguntaba por cuánto más podía soportar antes de que todo terminara por romperme.
La última conversación con Joel había sido la misma de siempre: superficial, llena de respuestas automáticas y silencios incómodos. Yo intentaba mantener el hilo de la conversación, encontrar un punto en el que él pareciera realmente interesado en hablar conmigo, pero no lo había. Su mente estaba en otro lado. Con ella.
No sé por qué seguía intentando. Sabía que el resultado siempre iba a ser el mismo. Sabía que Joel solo me buscaba cuando lo necesitaba, cuando estaba peleado con Rosalina o cuando quería que le hiciera un favor. Pero aún así, seguía ahí. Seguía esperando por migajas.
Esa tarde, en el salón, todo se sintió peor. Estaba sentado en mi puesto, tratando de concentrarme en cualquier cosa, en cualquier tarea que me hiciera olvidar, pero mis pensamientos seguían volviendo a ellos. A Joel y Rosalina. Estaban del otro lado del aula, hablando, riendo. Él la abrazaba, la miraba con una ternura que yo nunca había recibido.
Aparté la mirada. No quería verlo, pero mis ojos volvían sin que yo pudiera evitarlo. Sentí el ardor en la garganta, esa sensación de ahogo que me hacía querer desaparecer. Me incliné sobre el escritorio, apoyando la frente en mis brazos. Nadie notaría si me quedaba así un rato. Nadie nunca notaba nada.
Las voces alrededor se convirtieron en un ruido lejano. Me concentré en respirar, en calmarme. No iba a llorar. No aquí. No delante de todos.
—¿Estás bien? —escuché la voz de Fernanda cerca de mí.
Levanté la cabeza apenas. Me miraba con una expresión que intentaba ser comprensiva, pero yo sabía que no lo era del todo. No le respondí. Ella suspiró y se sentó a mi lado.
—Valentino… no puedes seguir así.
—¿Así cómo? —pregunté, sin emoción en la voz.
—Así. Dejando que esto te destruya.
No respondí. Sabía que tenía razón, pero también sabía que no iba a hacer nada al respecto. No podía.
—¿Sabes qué es lo peor? —murmuré después de un rato—. Que aún con todo, si Joel viene ahora y me habla, si me busca, voy a estar ahí como un idiota.
Fernanda me miró con algo que parecía tristeza, pero también resignación. Como si ya hubiera escuchado esto antes y supiera que no iba a cambiar nada.
—Tal vez deberías alejarte.
Solté una risa sin humor.
—Si fuera tan fácil, ya lo habría hecho.
No hablamos más. Ella se quedó conmigo un rato y luego se fue a hablar con alguien más. Me quedé ahí, en mi escritorio, sintiendo que el mundo seguía girando mientras yo me quedaba atrapado en el mismo lugar.
Pasó una hora antes de que Joel me hablara. Como siempre, era cuando lo necesitaba.
—Oye, Valentino, ¿me ayudas con esto? —dijo, acercándose a mi mesa con su cuaderno en la mano.
Lo miré. No tenía ninguna intención de preguntarme cómo estaba. No le importaba.
Pero aún así, asentí.
—Sí, claro.
Mientras le explicaba, él asentía, hacía preguntas, actuaba como si estuviera realmente interesado en lo que le decía. Por un momento, me permití imaginar que esto era real, que realmente quería pasar tiempo conmigo, que le importaba.
Pero luego su teléfono vibró. Y todo se acabó.
Sacó el celular de su bolsillo y sonrió al ver la pantalla.
—Es Rosalina —murmuró, más para sí mismo que para mí.
Se levantó casi de inmediato, sin siquiera terminar de escuchar mi explicación.
—Ya vengo —dijo, y se fue sin más.
Me quedé en mi asiento, sintiendo el vacío expandirse en mi pecho. No sé por qué me sorprendía. Esto pasaba todo el tiempo.
Pero dolía. Siempre dolía.
Tomé una bocanada de aire y solté un suspiro tembloroso. No podía seguir así. No podía seguir permitiendo que Joel me hiciera sentir de esta forma.
Pero tampoco sabía cómo detenerlo.
Cerré los ojos y apoyé la cabeza en mis brazos otra vez. Solo quería que este día terminara.
Solo quería que todo esto terminara.