son amigos de la infancia se quieren como hermanos pero ella siente algo más que una amistad ¿un amor no correspondido por él?
NovelToon tiene autorización de valeria isabel leguizamon para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
capitulo 16
El sonido de los pasos de Amelia resonaba contra las baldosas del pasillo de la escuela. Había aprendido a caminar erguida, con la frente en alto, a pesar de los recuerdos que todavía intentaban anclarla al pasado. Desde su conversación con Stiven, sentía como si una pesada carga se hubiera levantado, aunque no del todo. No era fácil dejar atrás algo que había significado tanto, pero ahora estaba segura de que había tomado la decisión correcta.
Ese día, durante la clase de literatura, Amelia recibió un mensaje de Axel. El profesor hablaba sobre simbolismo en la poesía, pero ella apenas lograba concentrarse.
—¿Planes para hoy después de la escuela? — leyó en la pantalla de su teléfono.
Amelia sonrió. Axel tenía esa capacidad de hacer que los días complicados se sintieran más ligeros. Era su manera de recordarle que no estaba sola, que podía apoyarse en alguien sin miedo a ser juzgada.
—Tal vez. ¿Qué tienes en mente? — respondió.
No pasó un minuto antes de que Axel le contestara:
—Sorpresa. Nos vemos a las cuatro afuera de la escuela.
Cuando las clases terminaron, Amelia salió al portón principal y encontró a Axel apoyado contra su bicicleta, con una sonrisa despreocupada.
— ¿Me vas a decir adónde vamos? — preguntó ella, entre curiosa y divertida.
Axel negó con la cabeza.
— Confía en mí. Es algo diferente.
Sin mucho más que agregar, la llevó a un parque al otro lado de la ciudad. No era un parque común: en lugar de columpios y toboganes, había senderos de tierra que llevaban a un pequeño lago rodeado de árboles. La tranquilidad del lugar contrastaba con la rutina ruidosa de la escuela, y Amelia sintió que su pecho se llenaba de aire fresco.
— ¿Por qué aquí? — preguntó mientras caminaban hacia el lago.
Axel se encogió de hombros, manteniendo su mirada fija en el agua.
— A veces creo que necesitamos espacios como este. Lugares donde podamos despejar la mente. Pensé que te gustaría.
Y tenía razón. Amelia no recordaba la última vez que había estado en un lugar tan pacífico. Se sentaron cerca de la orilla, en un pequeño banco de madera, y pasaron unos minutos en silencio. Aunque no hablaban, la presencia de Axel era reconfortante.
— A veces siento que todo está cambiando demasiado rápido, ¿sabes? — dijo ella finalmente, rompiendo el silencio. — Antes pensaba que mi vida giraba en torno a Stiven, a lo que él quería o esperaba de mí. Pero ahora… no sé. Estoy empezando a descubrir que hay más cosas ahí afuera.
Axel la escuchó con atención, asintiendo ligeramente.
— Eso es bueno, Amelia. Descubrir quién eres realmente es parte del proceso. Aunque a veces dé miedo.
Ella lo miró, sorprendida por lo acertadas de sus palabras.
— ¿Cómo haces para siempre saber qué decir? — preguntó, sonriendo levemente.
Él soltó una risa suave.
— No siempre sé qué decir. Pero contigo es diferente. Contigo siento que puedo ser yo mismo.
Amelia se quedó mirándolo, conmovida por la sinceridad de Axel. Había algo en él que la hacía sentir segura, como si no tuviera que esconderse detrás de una fachada.
El tiempo pasó rápido en el parque, y cuando comenzó a oscurecer, Axel la llevó de regreso a su casa. Antes de despedirse, ella lo detuvo.
— Gracias por hoy. Lo necesitaba más de lo que imaginaba.
Axel sonrió, y antes de irse, respondió:
— Para eso estoy.
Esa noche, mientras Amelia estaba en su habitación, revisó su teléfono y vio un mensaje de Stiven. Dudó antes de abrirlo, pero al final lo hizo.
— Amelia, sé que me pediste que no interfiera más, pero necesito decirte algo. Mañana en la escuela, ¿podemos hablar?
Amelia frunció el ceño. Había sido clara con Stiven, pero parecía que él no estaba listo para dejarla ir. Dudó un momento antes de responder.
— No creo que tengamos nada más que hablar, Stiven. Espero que lo entiendas.
Apagó el teléfono y lo dejó sobre la mesa. No quería pensar en él, no esa noche. Había tenido un buen día y no permitiría que el pasado volviera a perturbarla.
Al día siguiente, sin embargo, la decisión de Stiven de insistir quedó más clara. Lo vio en los pasillos, esta vez acompañado de algunos de sus amigos. Aunque no intentó acercarse, sus ojos seguían cada movimiento de Amelia, y ella podía sentir el peso de su mirada.
En la hora del almuerzo, mientras se dirigía a su mesa habitual con un par de compañeros, Axel la interceptó en la entrada de la cafetería.
— Amelia, ¿puedo hablar contigo un momento? — preguntó, señalando hacia un rincón más tranquilo.
Ella asintió, intrigada. Al llegar allí, Axel lucía algo preocupado.
— ¿Pasó algo? — preguntó ella, confundida.
Él negó con la cabeza, pero su expresión seguía seria.
— Es sobre Stiven. Lo vi hablando con algunos chicos y… no sé, creo que deberías tener cuidado. Siento que podría intentar algo.
Amelia suspiró, cansada de sentir que Stiven aún tenía poder sobre su vida, incluso después de todo lo que había pasado.
— No voy a dejar que me afecte, Axel. Estoy cansada de jugar a su juego.
Axel la miró con determinación.
— No estás sola en esto, ¿sabes? Si intenta algo, estoy aquí para ayudarte.
Amelia sonrió, sintiéndose agradecida por tener a alguien como él a su lado.
La tarde pasó sin mayores incidentes, pero Amelia sabía que Stiven no se rendiría tan fácilmente. Al salir de la escuela, lo vio esperándola cerca de la entrada. Su corazón latió con fuerza, pero esta vez no era miedo: era indignación.
— Amelia, solo dame un minuto, por favor — dijo Stiven al acercarse.
Ella lo miró con frialdad, sin detenerse.
— Ya te dije que no tenemos nada de qué hablar.
Stiven no insistió, pero su expresión reflejaba frustración. Amelia continuó su camino, sintiendo cómo el peso de su presencia se desvanecía lentamente.
Esa noche, mientras se preparaba para dormir, pensó en cómo había cambiado su vida en las últimas semanas. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que tenía el control. Y aunque sabía que habría días difíciles, también sabía que tenía a personas como Axel para apoyarla.
Antes de apagar la luz, escribió un mensaje rápido:
— Gracias por todo, Axel. En serio.
Él respondió casi al instante:
— Siempre.
Y con esa palabra en mente, Amelia cerró los ojos, lista para enfrentar lo que viniera.