En un reino deslumbrante, la princesa Ailén se encuentra atrapada entre el deber y el deseo. Casada con Elian, el príncipe de un corazón frío, descubre la traición en su matrimonio mientras su corazón se inclina hacia Kael, un hombre sin títulos pero de fervor inigualable. En un palacio lleno de intrigas y secretos, Ailén debe elegir entre mantener la estabilidad del reino y seguir el anhelo que desafía todas las normas.
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Capitulo 16
La mañana llegó con una brisa fresca que colaba por las rendijas de las ventanas de la casa de Dorian. Desperté con el sol naciente, Edén dormía plácidamente. Al verla despertar con una sonrisa, mi corazón se llenó de una calidez que hacía tiempo no sentía. La idea de regresar al palacio era aún distante, pero la perspectiva de compartir el desayuno en la casa de Dorian me ofrecía un pequeño consuelo.
Una vez que nos preparamos, nos dirigimos al comedor. La casa de Dorian tenía un aire acogedor, a diferencia del frío y distante palacio. Dorian y la jovencita estaban ya en la mesa, y al vernos, Dorian se levantó con una sonrisa cálida. La jovencita, que se parecía mucho a Tomás, también nos recibió con una mirada amistosa.
“Buenos días, Edén, Ailén,” dijo Dorian mientras Mara y Tomás comenzaban a servir la comida.
Edén, como era habitual, saludó alegremente. “¡Buenos días!” exclamó, sus ojos brillando de emoción. Yo, aunque un poco avergonzada, ofrecí una sonrisa amable. La jovencita, al presentarse como la hermana menor de Dorian, se unió a nuestra conversación con un entusiasmo natural. A medida que nos sentábamos y comenzábamos a comer, el ambiente era cálido y familiar, algo que no había experimentado en mucho tiempo.
La comida era sencilla pero deliciosa, una agradable sorpresa después de las opulentas y a veces frías cenas en el palacio. Dorian y su familia parecían genuinamente interesados en nuestra compañía, y yo me sentía agradecida por su hospitalidad. Edén estaba encantada, disfrutando de la compañía y del ambiente relajado, mientras yo observaba con una mezcla de satisfacción y tristeza.
Cuando llegó el momento de partir, Kael aún no había hecho acto de presencia. Tomé nota de la necesidad de agradecerle personalmente por el refugio y la ayuda que nos había brindado. Estaba decidida a proponerle a Elian que Kael y Dorian se convirtieran en mis caballeros personales. La oferta de protección y compañía en el palacio parecía una forma adecuada de reconocer su amabilidad.
Finalmente, cuando regresamos al palacio, me encontré con Elian en la entrada de nuestra residencia. La tensión entre nosotros era palpable, pero estaba decidida a presentar mi propuesta.
“Elian,” comencé, “quiero informarte que he decidido que Kael y Dorian se conviertan en mis caballeros personales. Ellos nos brindaron refugio y buena comida, y creo que merecen esta oportunidad.”
Elian me miró con una expresión que mezclaba sorpresa y escepticismo. “¿Por qué habrías de hacer eso?” preguntó, su tono despectivo. “¿No crees que este tipo de decisiones deben ser evaluadas más cuidadosamente?”
A pesar del tono mordaz, mantuve mi compostura. “No creo que sea una mala decisión. Ellos nos protegieron y han demostrado ser dignos de confianza.”
Los sirvientes que estaban presentes intercambiaron miradas de desaprobación. Era evidente que la idea de integrar a plebeyos en la corte no era bien recibida. Me sentí juzgada y observada con desagrado, lo que solo intensificó la presión sobre mis decisiones.
“Si eso es lo que deseas,” dijo Elian con una frialdad apenas disimulada, “procederemos con ello. Pero asegúrate de que esta decisión no afecte el funcionamiento del palacio.”
Con esas palabras, Elian se alejó, y yo me quedé sola, sintiendo la pesada carga de la aprobación de mis decisiones. La distancia entre nosotros se hacía cada vez más evidente, y la falta de apoyo de la corte solo añadía a mi creciente descontento.
Me dirigí a mis aposentos, con la mente llena de pensamientos confusos y la preocupación por las posibles repercusiones de mis decisiones.
El sol seguía alzado completamente cuando recibí la noticia: el emperador deseaba verme. El mensaje era claro y sin margen para dudas; debía presentarme en sus aposentos sin demora. Sentí una oleada de nerviosismo mientras me preparaba para el encuentro, mi mente dándole vueltas a la posible razón detrás de esta convocación.
Cuando llegué a la sala privada del emperador, me encontré con una atmósfera tensa y formal. El emperador estaba sentado en un gran trono de madera tallada, su presencia imponente enmarcada por una serie de tapices dorados que adornaban las paredes. Su cabello blanco y sus ojos rojos brillaban con una intensidad que no dejaba lugar a dudas sobre su autoridad.
“Princesa Ailén,” comenzó con un tono frío y autoritario, “tu comportamiento reciente ha causado una gran preocupación en la familia real. Nos haces pasar vergüenza con tus acciones y decisiones. Es inaceptable que una princesa de nuestra estirpe se asocie con plebeyos de tal forma.”
Mi corazón se aceleró ante sus palabras. “Su Majestad, solo intentaba mostrar mi agradecimiento a quienes nos ayudaron.”
“¡No se trata de agradecimientos!” exclamó el emperador, levantándose con rapidez. “Se trata de la dignidad y el honor de la familia real. El hecho de que hayas aceptado a una niña plebeya como Edén en tu vida es un desatino. ¿No comprendes la magnitud de la vergüenza que has traído a nuestra casa?”
El emperador dio un paso hacia mí, su mirada cortante como el hielo. “Te advierto, Ailén, que si continúas en esta senda, tanto Edén como Elara lo pagarán caro. No permitiremos que la reputación de nuestra familia se vea manchada por asociaciones tan indignas.”
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda al escuchar las amenazas. La preocupación por Edén y Elara se hizo aún más intensa, pero me esforzaba por mantener mi postura firme. “Haré lo que esté en mi poder para corregir cualquier error,” respondí con un esfuerzo por mantener la calma.
“Más te vale hacerlo pronto,” dijo el emperador, su voz llena de desdén. “Recuerda que la familia real no tolera fallos que pongan en riesgo su honor. Considera esto como un último aviso.”
Con esas palabras, el emperador se volvió, señalando que la audiencia había terminado. Me retiré con una mezcla de alivio y preocupación, sintiendo el peso de las advertencias sobre mis hombros. Cada paso que daba me parecía más pesado que el anterior mientras salía de sus aposentos, y la amenaza sobre Edén y Elara resonaba en mi mente.
Regresé a mis habitaciones con el corazón acelerado, la inquietud por la seguridad de Edén y Elara dominando mis pensamientos. La advertencia del emperador había sido clara: mis acciones debían alinearse con las expectativas de la familia real, o enfrentaría graves consecuencias.
y que Elián se arrepienta de averla tratado mal.
y como en toda novela todo puede pasar,espero que ella tenga unos hijos hermosos.
y Elián sea que no puede dar hijos.