Ángel de la Luna, es la mujer más hermosa que he visto en mi vida; es una niña de alta sociedad y yo solo soy su escolta personal.
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DETRÁS DE UNAS LÁGRIMAS CRISTALINAS
-Emiliano, ¿Qué relación tienes con Isabel Alameda?, preguntó Emma, bastante confundida y molesta.
-Somos amigos, bueno al menos eso creo...¿Emma, conoces a Isabel?
Expectante, prestaba atención a la breve alocución sobre la chica en consulta, era conocida en toda la institución, la niña pequeña de los Alameda, como alias "La emperadora", cruel, malvada y caprichosa, incapaz de empatizar con los dolores ajenos, mucho menos de tener amigos de una clase social diferente. ¡Debes alejarte de esa mujer Emiliano, es peligrosa!
Su mirada nostálgica vagaba en el horizonte, su funesta actitud le causaba gran aflicción, ¿por qué ese repentino cambio con él?, ¿Cuántas veces había escuchado sobre su reprochable comportamiento? No era posible, ella no era tan despiadada como decían los rumores.
-Emma, no creo que Isabel sea una mala persona, puede ser altiva y algunas veces ofensiva, pero no es cruel como afirman los demás.
-Es mejor que no te acerques a esa mujer, si no quieres salir lastimado.
El día estaba perfecto, el sol brillaba esplendoroso, tan cálido, tan ameno, tan precioso; la brisa fresca se introducía lentamente por todo el lugar, el aroma de su inconfundible perfume despertaba sus sentidos. Por primera vez almorzaban juntos, en contra de la voluntad de Katarina, dejando de lado las advertencias de Marcos y Daniel, nada de eso le importó, tal vez estaba usando la excusa del informe laboral para su madre, con la intención de compartir tiempo con él.
En medio de la tarea asignada, sus miradas se cruzaron, la sangre afluía y los pómulos en tono escarlata no negaban el interés que sentían, un apresurado latido del corazón los obligo a separar la mirada, tímidos y risueños no comprendían a cabalidad lo que sucedía.
Dejaron de lado la primera intención que los congregaba, se enfocaron en temas más personales:"El abandono de mamá, el papá Cristian Beaumont, la sobresaliente medica, el escolta Arturo, las expectativas de sus familias, metas, decepciones e intereses". Incluso Luna, le contó el origen de su nombre, el abuelo de su madre (Su bisabuelo Rodrigo Torres), en noches de luna llena salía con rumbo a la pradera, sentado en una gran roca, contemplaba el firmamento, asegurando que tenía un ángel en la luna, un ente perpetuo que lo amaba y protegía. Angélica maravillada con la historia del abuelo, inmortalizó esa frase en el nombre de su hija.
Alejandro se despedía de Luna, le regalaba la más encantadora de las sonrisas, esos lindos ojos verdes la veían como si fuese un cielo nocturno estrellado, inmerso en fantasía, sumergido en esa inmaculada mujer, que dejaría por siempre una marca indeleble en su historia.
- Ángel, gracias por acompañarme, su presencia es encantadora, aprecio sobremanera su gesto.
La sonrisa de ella iluminaba el lugar, su corazón, su vida, incrustada en lo más profundo de su pecho, revoloteaba como una mariposa, ¿cómo podría disimular esa evidente ventura cuándo estaba junto a ella?. Cada segundo que pasaba se le hacía más dificil esconder sus emociones.
Temerosa pero decidida a recoger los pedazos de su dignidad convertidos en añicos, ingresó a la oficina del profesor Alberto. Recordó cada una de las acciones que la llevaron hasta ese punto. Nunca imagino que su pacífica vida veredal cambiaría de forma tan drástica. Por una oportunidad entre mil de estudiar lo que amaba, sacrificaría incluso su alma.
Emma estaba vulnerable, susceptible a recibir daños físicos y emocionales, no existían círculos de apoyo, ni herramientas a nivel personal y/o social que la protegieran del mundo externo. Sus compañeros aprovecharon todas estas grietas para ultrajarla, pero no solo ellos, incluso uno de sus profesores la lastimo profundamente.
Odiaba evocar esos recuerdos, le dolían esas cicatrices, que por más que tratase de sanarlas simplemente no cerraban, no, estaba equivocada, no eran cicatrices, eran heridas que día tras día se infectaban, laceraban, porque el causante de esos agravios no desaparecía.
Llorando desconsoladamente en un rincón del aula, el profesor Alberto se compadeció de su sufrimiento y le tendió una mano amiga... error, ese fue el inicio de su mayor infierno. Con la esperanza de cambiar su situación, Alberto le proponía cuidarla si accedía a sus caprichos. Al principio solo eran charlas en la oficina, Emma se sentía segura en ese lugar. Poco después, aparecieron los besos y tocamientos, odiaba esa sensación, trato de evitar acercarse a él, sin embargo, el hostigamiento constante era ineludible.
Un día, adentrándose la noche, Emma se dirigió a la oficina de Alberto, le había solicitado entregar un informe escrito de su asignatura, no obstante, este aprovecho la soledad para atacarla. Cerro la puerta, sus ojos llenos de lujuria la miraban con deseo, comenzó a besarla por la fuerza, un frenesí se apoderaba de su cuerpo, la erección de su miembro viril estaba al límite, empezó a desvestirla, al principio trato de resistirse, lloro, grito, pidió auxilio, quizás un espíritu bondadoso la defendería, nadie nunca apareció, después resignada a su suerte solo esperaba que ese amargo momento terminara pronto.
A medio vestir, llorando en esa fría oficina, Alberto se le acercaba, le daba un beso en el cabello y dulcificando la voz le expresaba" mi niña hermosa, esto ha sucedido, porque tú así lo has querido"
- No es así, gritaba ella inconsolable con una actitud medrosa.
-Claro que si mi preciosa niña, tú me has buscado porque querías tener intimidad conmigo.
-Usted abusó sexualmente de mí, le voy a decir a los directivos y a todos en este plantel.
Sacando un cigarrillo, se lo colocó cuidadosamente en los labios, lo quemaba con despacio, el humo se esparcía con rapidez, a Emma le daban arqueadas del asco. Se puso sus anteojos y con el mismo tono de voz le dijo cerca del oído: "No eres una niña ni una adolescente, tienes mayoría de edad, tampoco una jovencita de una clase social alta, yo soy un profesor respetable, nadie creerá en tu palabra, ¿Quién se preocupará por una mujer tan insignificante como usted? Nadie, absolutamente nadie lo hará. Es mejor guardar el secreto de nuestro encuentro furtivo."
Dejo al profesor Alberto en su oficina, salió con su cuerpo maltrecho, su autoestima fracturada, un alma vacía, unos ojos inundados de lágrimas y desespero, ese sentimiento de culpabilidad y vergüenza que la cobijaban con fuerza, era lo único que quedaba.
Regresando al presente se preguntaba ¿Cuántas malditas veces se había repetido esa escena? Utilizó sus amenazas e intimidación en varias oportunidades para acceder a su cuerpo, pero en esta ocasión pondría un punto final a esa historia de terror.
- Mi hermosa niña, me fascina que vengas a buscarme, ven pasa, siéntate a mi lado.
Los ojos de Emma temerosos lo retaban, alejada de él, le decía con seguridad que no permitiría que siguiera perjudicándola, ahora tenía compañeros que la protegían, estaba dispuesta a decir absolutamente todo lo que le hizo.
Se sacó los anteojos, como de costumbre prendió un cigarrillo, contrario a lo que Emma creyó, no se enojó, sentado en su silla le manifestó despreocupadamente:"Emma, ¿qué dirían tus amigos cuándo se enterende que tienes una aventura sexual con un profesor para tu propio beneficio?. Debido a tu condición social, todos pensarán que lo haces por dinero, te odiaran, te miraran con asco y se alejaran de ti. El director me conoce, no creerá en tus palabras, igual tampoco le importas en absoluto"
Su valentía y decisión se esfumaban como por arte de magia al escuchar esas palabras, salió corriendo, su rostro empapado en lágrimas buscaba consuelo, pensó en Emiliano, iría a verlo y le contaría sobre su compleja situación.
Isabel y Emiliano se miraban con minuciosidad dentro del aula educativa, sin embargo, desde la discusión del otro día, no se dirigían la palabra, aunque Emiliano la buscó, ella evitó encontrarse con él, ambos estaban dolidos, cada uno desde su propia interpretación.
Emma llegó al salón de clases para buscar a su amigo, Emiliano vió lo desesperada y angustiaba que estaba, salió inmediatamente para encontrarse con ella, a su paso dejaba el vacilar de sus compañeros que entre burlas y risas aludían una supuesta relación.
Isabel veía el espectáculo, parecía no inmutarse pero la irá carcomia sus entrañas, esa insignificante mujer estaba tentando su suerte, entonces era el momento propicio para destruir todo lo que se interpusiera en su camino. Sus pensamientos malévolos la hacían sonreír, volvía a ser la soberbia y orgullosa mujer de siempre.