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Después De Mí

Después De Mí

Status: En proceso
Genre:Apoyo mutuo / Cambio de Imagen / Ascenso de clase social / Mujer despreciada
Popularitas:19.5k
Nilai: 5
nombre de autor: sonhar

Valeria era una joven soñadora, la cual deseaba seguir sus estudios en medicina y poder con eso ayudar a las personas; sin embargo, el conocer a cierto hombre y dejarse atrapar por aquel seductor amor, haría que abandonara todo por lo que había soñado y luchado. Entre platos sucios y una triste rutina, sucumbía por haber dejado todo por amor. Decidida a no dejarse enterrar, estando aun llena de vida, intentará luchar para recuperar todo lo que dejó atrás y su primer paso será darse cuenta de lo dañino que ha sido aquel hombre que tanto quiso, ¿tendrá la suficiente fuerza de voluntad para cambiar su propia vida?

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CAPITULO 14

Elías salía tarde de la oficina, con el cansancio pegado a la piel y la cabeza cargada de alcohol. Apenas puso un pie en el estacionamiento subterráneo, dos hombres lo esperaban junto a un auto oscuro. Uno de ellos encendió un cigarrillo, el otro abrió la puerta trasera y le hizo una seña.

—Súbete, arquitecto. Tenemos que hablar.

Elías dudó un instante, pero sabía que no había elección. Subió al asiento trasero, donde lo esperaba el mismo hombre que años atrás lo había engatusado con inversiones fáciles y rápidas. Sus ojos brillaban con un cinismo frío.

—Nos enteramos de algo interesante… —dijo con una sonrisa torcida—. Tu adorada esposa quiere divorciarse de ti. ¿Sabes? Nos encanta estar al día con tus asuntos. Sabemos dónde vive, dónde estudia… incluso dónde trabaja.

Elías apretó los puños con rabia.

—No quieran pasarse de listos.

El hombre soltó una risa seca.

—Tranquilo, Elías. Solo queremos recordarte que la seguridad de Valeria… y de tu hermana, depende de qué tan obediente seas.

Elías lo miró directo a los ojos, con una firmeza que no le conocían.

—Dejen de amenazarme. —Su voz salió dura, sin titubeos—. Sé muy bien cuáles son las consecuencias de hablar, pero aunque lo hiciera, nadie me creería. No tengo pruebas. Ya me destruyeron la vida lo suficiente como para seguir haciéndolo.

El silencio se hizo pesado. El humo del cigarro llenaba el aire del auto.

Elías continuó, con el rostro endurecido.

—Y escúchenme bien: si llegan a tocarle un solo pelo a Valeria o a mi hermana… les juro que no me va a importar nada. Los voy a destruir, aunque me cueste la vida.

El hombre lo observó en silencio unos segundos. Después sonrió, pero no era una sonrisa de burla, sino de interés.

—Mira quién al fin tiene agallas —dijo, apagando el cigarrillo en el cenicero—. Veremos si tus palabras valen tanto como tus proyectos, arquitecto.

La puerta se abrió de golpe, y lo empujaron fuera del auto. El vehículo se alejó entre la penumbra del estacionamiento, dejando a Elías solo, con el corazón golpeando en el pecho y un nuevo juramento clavado en el alma: proteger a Valeria, aunque eso lo enfrentara con sus propios demonios.

Valeria salía de la facultad, con los libros apretados contra el pecho y una sonrisa cansada pero orgullosa. A unos metros, Martín, con su moto negra, la esperaba como cada tarde. Era atento, siempre dispuesto a acompañarla, y sabía exactamente cómo arrancarle una sonrisa con sus bromas ligeras.

—¿Lista, futura doctora? —dijo, levantándose el casco con una sonrisa pícara.

—Lista —respondió Valeria, contagiándose de su energía.

Se subió a la moto, pero antes de que Martín arrancara, notó a alguien apoyado en un auto cercano. Su sonrisa se borró de golpe: era Elías.

Martín frunció el ceño, incómodo.

—¿Quieres que te espere? —preguntó en voz baja.

—Sí… mejor sí —murmuró Valeria, bajándose de la moto. Caminó con paso firme hacia Elías, aunque por dentro se removía una mezcla de ira y dolor.

Elías se enderezó, con la corbata floja y el rostro cansado.

—Solo quería decirte… —empezó, con la voz apagada— que me alegra mucho que estés estudiando otra vez. Sé que siempre fue tu sueño, Valeria. Y… por favor, cuídate. Uno nunca sabe las intenciones de las personas.

Valeria lo miró fijo, con un frío que lo atravesó por completo.

—Tienes razón —respondió con calma cortante—, uno nunca sabe. Por ejemplo, tú. Me desgraciaste la vida… y yo, de estúpida, que me dejé.

Elías bajó la mirada, sin palabras, sin defensa.

—Lo siento… —musitó, pero ella ya había dado media vuelta.

Martín la recibió de nuevo junto a la moto, con el ceño fruncido. No preguntó nada, solo le entregó el casco y arrancó el motor. Su presencia era silenciosa, firme, un contraste absoluto con la sombra derrumbada que quedaba atrás.

Desde la esquina, un auto de vidrios oscuros permanecía estacionado. Dos hombres observaban la escena, tomando fotos.

—Interesante —murmuró uno, mientras hacía zoom en la imagen de Valeria y Martín juntos—. Ahora ya sabemos que no está sola, averigüen quien es el.

El motor del auto rugió suavemente, siguiéndolos a la distancia.

...****************...

La oficina estaba en penumbras. Elías se había servido otro whisky, pero esta vez no lo tocaba. Se limitaba a girar el vaso en la mano, como si buscara en el ámbar del licor una respuesta que no llegaba.

Marcos entró sin tocar, con gesto serio.

—Te estás hundiendo, Elías. Si sigues así, no te va a quedar nada.

Elías levantó la mirada, cansada, con un brillo extraño en los ojos.

—Ya no me queda nada, Marcos.

—No digas estupideces —replicó su amigo, sentándose frente a él—. Todavía tienes la empresa, tienes a tu familia…

—¿Familia? —lo interrumpió Elías, con una risa amarga—. ¿De qué familia hablas? Mi madre siempre prefirió las apariencias, y mi hermana está cansada de buscarme sin que yo dé la cara. Y Valeria… —su voz se quebró apenas— Valeria me odia con toda la razón.

Marcos guardó silencio. Sabía que había algo más detrás de ese tono derrotado.

—Dime la verdad, Elías. ¿Qué está pasando?

Elías dejó el vaso sobre la mesa y se pasó las manos por el rostro. Respiró hondo antes de hablar.

—Los narcos volvieron.

Marcos lo miró incrédulo.

—¿Qué? Pensé que habías roto todo vínculo con ellos.

—Eso creí. Pero no… —Elías lo miró fijamente, con una seriedad que helaba—. Me buscaron hace unos días. Me dijeron que saben que Valeria quiere divorciarse de mí. Saben dónde vive, dónde estudia, con quién anda… incluso mencionaron a mi hermana.

Marcos se tensó, golpeando la mesa con la palma.

—¡Maldita sea, Elías! ¿Te das cuenta de lo que significa?

—Claro que lo sé —respondió él, con un tono seco—. Les dije que se acabó, que ya me destruyeron bastante. Que, si se atreven a tocarle un solo pelo a Valeria o a Nora, no me va a importar nada, los voy a destruir.

Marcos lo observó, entre rabia y miedo.

—¿Y crees que con palabras los vas a detener? ¡Esto es más grande que tú, Elías! No estás lidiando con simples empresarios corruptos, son gente capaz de todo.

Elías apoyó los codos en la mesa, enterrando la frente en sus manos.

—Lo sé, Marcos. Pero ya no tengo nada que perder. Solo me queda protegerlas a ellas… aunque sea lo último que haga.

Marcos lo miró en silencio, con un nudo en la garganta. Por primera vez, entendía el nivel del abismo en el que estaba metido su amigo.

Marcos se pasó la mano por el cabello, nervioso, como si buscara desesperadamente una salida.

—Elías, escucha, no puedes seguir cargando con esto solo. Lo correcto es ir a la policía, denunciarlo todo. Con pruebas o sin ellas, algo se puede hacer.

Elías soltó una carcajada amarga, esa risa que no tiene humor sino dolor.

—¿La policía? Ya lo intenté una vez, Marcos.

—¿Qué? —Marcos lo miró incrédulo.

Elías se inclinó hacia adelante, su mirada oscura y pesada.

—Fue hace años, cuando apenas empezaba a sospechar quiénes eran de verdad. Pensé que podía salir de todo esto por la vía correcta… fui a buscar a un oficial en el que confiaba. Y ¿sabes qué pasó?

Marcos no respondió, apenas lo escuchaba con el estómago encogido.

—Lo único que me gané fue una paliza —dijo Elías, con la voz quebrada, recordando—. Me dejaron tirado como un perro, con la advertencia clara. Días después, Valeria estuvo a punto de ser atropellada en la calle. No fue un accidente, Marcos… fue un aviso.

El silencio cayó pesado entre ellos.

Elías apretó los puños, los nudillos blancos.

—Todos los policías trabajan para ellos, todos. No hay a quién acudir. Si vuelvo a intentarlo, no solo me matan a mí… también la ponen en la mira otra vez. Y esta vez no fallarían.

Marcos tragó saliva, sintiendo un frío recorrerle la espalda.

—Entonces… ¿qué piensas hacer? ¿Vas a dejar que te controlen para siempre?

Elías lo miró fijamente, con una mezcla de cansancio y determinación.

—No lo sé, Marcos. Pero lo único que tengo claro es que no voy a volver a poner en peligro la vida de Valeria. Aunque me odie, aunque no me quiera ver nunca más… prefiero que me maldiga, a verla muerta por mi culpa.

Marcos lo observó en silencio, dándose cuenta de que su amigo estaba atrapado en una jaula sin salida, una jaula que ni siquiera la justicia podía abrir.

1
Eva Zuñiga
odio a esa vieja,,ya veo deschongandola que coraje
Anonymous Carmen diaz
Elias que lo que aportes como prueba te ayude a ser testigo protegido y recuperar aunque sea la confianza de los demás
Anonymous Carmen diaz
Marcos está Renata hizo todo eso y hara más todo por Valeria
Anonymous Carmen diaz
Alise escúchalo no hagas nada qie te ponga en riesgo
Anonymous Carmen diaz
No demuestre que sabes cosas alise o ye puede dañar tu madre y ese hombre
Anonymous Carmen diaz
Sigues si querer ver todo los errores cometidos Elias necesitas ver hacia los demás también sus sentimientos sus intenciones o quedarás realmente solo y muerto
Anonymous Carmen diaz
Elias todo esto que estás diciendo crees que de igual a quien lo escucha como tu amigo Marcos
Anonymous Carmen diaz
Marcos tu amigo Elias no quiere seguirlos exponiendo tienes también que pensar en que los quiso siempre proteger
Anonymous Carmen diaz
Escucha y no dudes de lo que te dice Marcos sigue investigando y faltan muchas cosas más
Anonymous Carmen diaz
Bella historia gracias por compartir escritora sube pronto capítulos
Anonymous Carmen diaz
Nota-Alise tu madre es mala ambicioso y tus tienes miedo en algunos momentos fuiste separada de tu melliza
Anonymous Carmen diaz
Ñora esa mujer Isabela mancini es tu hermana y su bebé ru sobrino si muere ojalá no te hagan pasarte por ella y ese hombre que anda con tu madre es tu padre
Anonymous Carmen diaz
Se desmayó Renata y acaba de salir del hospital Valeria y tu se lo dices sin tacto lo de tu hermano
Anonymous Carmen diaz
Renata el amor de tu vida solo deseo que tuvieras sus hijos serás capaz de dejar de ser esa mujer que ama su carrera y no deseaba hijos
Anonymous Carmen diaz
Valeria por ti y Renata irá martin pero debe escuchar el porqué de su padre ausente
Anonymous Carmen diaz
Pídelo sin que pueda negarse Martín es tu hijo
Anonymous Carmen diaz
Renata será saber lo que dejo Íker que te deje ser madre y renunciar a tu trabajo
Anonymous Carmen diaz
Íker te quiso mucho tu mellizo v as Letis compartía tus sueños
Anonymous Carmen diaz
Escúchalo y díganselo a Renata merece saberlo y que ella decida
Anonymous Carmen diaz
Valeria estás escuchando no te desmayes martin está afuera esperando saber y Julian está con el
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