"Guardianes"

La luna llena iluminaba el cielo nocturno sobre los muros del reino de ReindHart, donde la calma reinaba tras la terrible batalla.

A lo lejos, los tres jóvenes observaban cómo Eleonora, el sacerdote Temerio, y Kuro se alejaban, caminando entre las sombras. Alex, agotado, colgaba inerte sobre los hombros de Temerio, quien avanzaba con paso firme, mientras la anciana sacerdotisa observaba el cielo con una serenidad inquietante.

—¿Está bien que lo dejemos con ellos? —preguntó Leon, rompiendo el silencio mientras miraba a su hermana, Franchesca, quien también seguía con la mirada a los tres que se alejaban.

Franchesca suspiró profundamente, sus ojos brillando con una sabiduría más allá de su edad.

—No hay nadie mejor en el reino que Eleonora para tratar las heridas de un cuerpo que jamás ha usado poder mágico —respondió con firmeza—. La energía espiritual de Rei, esa fuerza que ahora late dentro de Alex, no es algo que cualquier sanador común pueda manejar. Rei no era un simple ser celestial... era un arcángel, uno de los más poderosos que el cielo pudo enviar para ayudarnos en nuestra lucha contra la oscuridad que se profetizó hace siglos. Si no fuera por el destino que entrelazó su camino con el de Alex y el de Rei, si no fuera por esa batalla contra Mamon, el mundo entero ya estaría al borde de la destrucción... y los seis reinos no sabrían cómo enfrentar al Señor Demonio sin la ayuda de un ser divino como Rei.

Sakura y Leon se quedaron en silencio, asimilando las palabras de Franchesca. Los recuerdos de hace solo unas horas, cuando la horda de Mamon asoló el reino, volvían con fuerza.

—Lo recuerdo... —dijo Leon, su voz baja—. Cuando Rei llegó a nuestro reino hace tres años... todos pensábamos que algo así jamás ocurriría. Un arcángel descendiendo del cielo… parecía imposible.

—Sí, todo parecía tan lejano... —respondió Sakura, con un suspiro—. A pesar de la masacre de Mamon y su ejército, todo se sentía como una noche interminable, como si todo estuviera a punto de desmoronarse. Pero no lo hizo. Gracias a ellos… a Alex, a Rei.

El silencio se alargó entre los tres jóvenes, mientras veían cómo la sombra de los tres se desvanecía en la oscuridad. La tensión del momento había dejado una huella profunda en cada uno de ellos.

Mientras tanto, camino al orfanato, Eleonora avanzaba con la figura de Kuro acurrucada en su regazo. Sobre una maceta de flores con lianas que se movían, como si tuviera vida propia, desplazándose sobre las flores como si fueran patas. Temerio, cansado, caminaba a su lado, mirando de reojo la figura del joven sobre sus hombros.

—¿Me darás una de esas macetas también? —preguntó Temerio, entre cansado y preocupado, mirando la extraña planta que acompañaba a Eleonora.

Ella no respondió inmediatamente, su mirada fija en las estrellas. Después, con una risa suave, le dijo:

—No tengo macetas suficientes para ti y el chico, pero… ¿qué harás cuando despierte? ¿Qué le dirás cuando se dé cuenta de que todo lo vivido esta noche fue real? ¿Qué le dirás cuando quiera irse con sus padres, cuando quiera dejar de intentarlo porque el peso que lleva ahora es algo que nadie debería cargar?

Temerio bajó la mirada, su rostro endureciéndose bajo el peso de esas palabras. Sus ojos reflejaban la preocupación, pero también una firme determinación.

—Fui criado por un hombre increíble hasta los diez años, cuando murió protegiéndome a mí y a mi hermana, Sara —dijo con voz grave, como si las palabras le costaran—. Después llegaron Marlon y tú, y nos acogieron. Nos criaron como si fuéramos tus propios hijos. Ahora… siento que es mi deber ayudar y guiar a este muchacho. Lo que él ha hecho hoy, dejar toda su vida atrás en un solo segundo, no será un arrepentimiento para él. Lo guiaré, Eleonora, lo guiaré para que se convierta en lo que debe ser, para que la partida de Rei no destruya aún más lo que queda de nuestro reino.

Eleonora lo miró en silencio, sus ojos brillando con una comprensión profunda.

—Te prometo que lo harás, Temerio —respondió suavemente—. El sacrificio de Rei será una llama que debe mantenerse viva. Tu padre, Marlon, vivió una vida larga y feliz, y ahora es tu turno de continuar. No todo está perdido. Aún podemos salvar a este joven, a nuestro reino.

Temerio se detuvo y miró a la anciana con firmeza. No pudo evitar que unas lágrimas traicioneras brotaran de sus ojos.

—Madre… ayúdame a entrenar a este muchacho. Ayúdame a convertirlo en el exorcista que profetizaste hace 50 años. ¡Ayúdame a salvar a nuestro reino!

Eleonora asintió lentamente, y antes de que pudiera decir más, continuaron su camino hacia el orfanato.

Continuará...

XintaRo.

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