El Loto Negro —el Renacer De Un Jade—

«Tap, Tap, Tap» El resonar de los pasos acercándose sonaba cada vez más fuerte, y a pesar de que eran suaves y calmados, no dejaban de ser irritantes. Solo había pasado un día desde la reunión con el Rey Liu y muchos ministros indagaban por qué de mi ausencia. Resoplé en mi escritorio hundiendo mi cara en los pergaminos frente a mí y aún sin levantar la mirada renegué mentalmente ante la presencia de quien sea que haya abierto la puerta para plantear sus quejas. —Dije bien claro que estaría ocupado y n-

—Es por esa razón que tomé la osadía de visitarle, Canciller Hùe.Levanté la mirada ante la suave voz que interrumpió mis palabras. Frente a mí, la consorte real Yù me miraba de una forma complicada, se adentró dos pasos más cerrando la puerta y se inclinó en un saludo formal. —Alteza, por favor, no tiene que inclinarse, lo siento yo...

Me levanté rápidamente evitando que se inclinara en cuanto vi que hizo el amago de hacerlo, la saludé formalmente y le di paso a que se acomodara retirando algunos papeles enfrente de ella. —El emperador se ha ido, no tienes que ser tan formal conmigo aún, los ministros ya han empezado a discutir mi destino, seguramente seré recluida.

La miré seriamente y no supe qué responder. La consorte Yù llegó aquí solo unos años después que Xiao Lían, era solo una niña y fue entregada como regalo al emperador; este jamás la miró, jamás la tocó y jamás le importó. La consorte Yù se mantuvo en silencio durante muchos años hasta que Xiao Lían quedó embarazada.

El descontrol del palacio y el resentimiento de la emperatriz hacia Xiao Lían eran conocidos por todos y si no fuera por la consorte Yù, Xiao Lían jamás habría llegado a término con aquel embarazo. 

Fue ella quien advirtió y me advirtió de los planes del príncipe heredero, y fue también quien me facilitó el escape del plano celestial sin ser notados. Jamás pidió nada a cambio, jamás mencionó nada luego de los sucesos, se mantuvo nuevamente en silencio y hoy, luego de tantos años, viene nuevamente a mí con esa mirada llena de decisión en sus ojos. —Le aseguro que no permitiré que nadie tome una decisión sobre usted, consorte Yù, haré lo que esté a mi alcance para que no se vea perjudicada.

Ella sonrió levemente y negó con suavidad. —No vengo a pedir ayuda, Canciller Hua. Realmente irme de aquí es mi mayor deseo, los cielos siempre han sido mi prisión...La miré sin sorpresa, no había forma de que la consorte Yù estuviese a gusto en este lugar, no cuando cada día era una lucha por sobrevivir a la codicia constante de otros. —¿Entonces, podría saber a qué ha venido su Alteza?

Ella se levantó con gracia del asiento, caminó lentamente mirando y pasando sus dedos por los pergaminos, me dedicó una mirada apacible y batió su abanico con lentitud como ordenando las palabras en su mente antes de hablar. —Estoy aquí porque quiero unirme al asedio del Loto Blanco, el hijo de la difunta consorte Xiao es el único y verdadero heredero del trono. Si queremos que esto se acabe de una vez por todas, él es el único que tiene que sentarse en el trono.

La miré sorprendido, pero no pude evitar curvar mis labios. La mujer frente a mí siempre tuvo fuego en sus ojos; se mantenía en silencio, pero siempre sabía todo lo que pasaba a su alrededor y sabía muy bien usar su mestizaje para su beneficio. —¿Podría preguntar cómo es que la consorte Yu está al tanto de esto?

Ella sonrió llevando su abanico a los labios y caminó lentamente volviéndose a sentar frente a mí. —De la misma forma que supe aquel día que la consorte Xiao estaba en peligro, y al igual que aquel día, guardaré los detalles para mí, Canciller Hùe.

No debería confiar en ella, pero por alguna razón, no podía desconfiar. Por alguna razón, su mirada era más que suficiente para saber que ella estaba tan comprometida en esto como yo. —Bien, si su Alteza quiere ayudar en la Ascensión de su Majestad Xuě Tiān, entonces no tengo nada que refutar. Solo me queda preguntar: ¿Qué es lo que piensa hacer, consorte Yù?Ella llevó su mano elegantemente a la holgada manga de su han-fu y sacó un pequeño cofre de jade rosa. Era casi del porte de una palma y lo dejó delicadamente en la mesa frente a mí. —Puede abrirlo, Canciller Hùe.

Tomé el pequeño cofre entre mis manos y lo abrí, dejando ver una luz demasiado brillante y en medio una pequeña esfera. —¿Esto es...?

Ella cerró el cofre frente a mí y lo retiró de mis manos, negando con suavidad y poniendo un dedo en sus labios en señal de silencio. Guardó el pequeño cofre nuevamente y tomó un pincel y una hoja. Mientras hablaba incoherencias, escribió seriamente en el pergamino. —«Es el núcleo de la difunta consorte Xiao; lo he cultivado durante todos estos años. Aún no llega a su máximo nivel; con mi límite, no es posible hacerlo y no quise arriesgarme a contaminarle con mi energía resentida, pero estoy segura de que si el Loto Blanco termina de cultivarle, podría usar la fuerza de su madre y despertar todo su poder.»

Sentí cómo mi cuerpo tembló ante sus palabras; carraspeé mi garganta intentando recobrar la compostura y le seguí el juego hablando incoherencias mientras intentaba buscar las preguntas adecuadas para no perder el tiempo. —«¿Cómo es posible? ¿Por qué tienes el núcleo de la difunta consorte?»

La consorte Yù sonrió y negó. —Es algo que en el futuro discutiremos, ahora y aquí no es lugar para ello.

Intenté recomponerme; tener el núcleo intacto de Xiao Lían era realmente beneficioso y, si iba a los hechos, el cómo lo había conseguido no era de importancia. Aun así, no podía evitar sentir un sabor agrio en la boca y la melancolía abrazando mi alma. La miré y suspiré intentando centrarme en lo que realmente importaba. —Su Alteza tiene razón; debemos programar una visita al imperio Hēiyù y discutir meticulosamente el ascenso de su Majestad Xuě Tiān.—Wun...

Ella se levantó caminando a la puerta y me dedicó una última mirada. —¿Mm?Negó con suavidad abriendo la puerta. —Él es Wun Tiān. Desde ahora debería llamarle como corresponde, Canciller Hùe; él es el legítimo hijo del emperador Wun Yao.Salió lentamente cerrando la puerta; me quedé mirando por unos minutos antes de caer en cuenta. La consorte Yù tenía razón; si el Loto Blanco planeaba tomar el trono, tenía que presentarse como el legítimo hijo del ex emperador jade; él era su única sangre y, por lo tanto, él debía portar con su apellido. —Wun Tiān...

Sonreí negando y me paré caminando lentamente hasta uno de los estantes de la oficina. Corrí los libros y posé la mano en la pared soltando una pequeña descarga de energía que provocó que se abriera un pequeño cajón secreto. Saqué una horquilla de jade en forma de loto y la miré por unos segundos antes de volverla a su lugar. Aquella horquilla fue el último regalo que había recibido de su Alteza Xiao Lían; sonreí recordando su cara sonriente y sus ojos llenos de vida. —Xiao Lían, ¿estás feliz? Tu hijo está bien y pronto tomará su lugar como siempre debió ser...Negué espantando los recuerdos y me encaminé a arreglar todo para la siguiente reunión con el Rey Liu. Estábamos cada vez más cerca de una nueva batalla, y esta vez el futuro de los tres reinos estaba realmente en juego.

🌸Plano dimensional🌸

El silencio en el plano dimensional era una tortura constante, pero mi cuerpo aún no se había completado como para estar fuera de él mucho tiempo. Últimamente, con la vigilancia al imperio DíYú, mi nivel de energía se había visto afectado. Había descubierto que así como si me apodero del poder del Loto Blanco sería el ser más fuerte, el estar cerca de él con mi baja energía era totalmente perjudicial y me absorbía como un agujero negro. Por lo que tenía que buscar la forma de deshacerme rápidamente de él.

El plan inicial era usar a Fu Ming, darle el poder que necesitaba para que hiciera todo el trabajo sucio y luego quitarle todo de una sola vez. Pero ahora, con este nuevo inconveniente, usar a Fu Ming era riesgoso y tal vez empeoraría las cosas. Tenía que pensar cuidadosamente cómo mover los hilos o podría perder todo y tener que esperar nuevamente siglos para encontrar otra oportunidad de dejar este lugar vacío y silencioso.

Abrí un espejo mirando cuidadosamente a Fu Ming; llevaba días cultivándose, pero sabía que jamás alcanzaría un nivel adecuado. Hijo mestizo, ni dios ni demonio, un ser sin origen, justo en el limbo, en la nada misma, una vida tan lamentable como la de él. ¿Realmente valía la pena vivirla? ¿Siendo despreciado por quien le crió? ¿Viendo a su madre pudrirse en la desgracia? ¿Viendo a su padre ser castigado bajo su propia mano ante amenazas? Una vida tan miserable, ¿realmente valía todo esto? Caminé lentamente abriendo el portal de los recuerdos de Fu Ming; por alguna razón, me intrigaba querer comprender el porqué, el porqué de sus motivos. No lograba entender cómo es que un ser obtenía fuerzas cuando toda su vida había sido tan lamentable.

Miles de recuerdos se abrían frente a mí, miles de espejos rodeándome; no había sonrisas, no había un solo momento donde una lágrima no opacara una sonrisa. Aquel emperador ennegreció completamente el corazón de Fu Ming. Aun cuando sus actos fueron por protección, a los ojos de un niño solo había desprecio y dolor. Negué con lentitud, suspiré y volví a abrir un espejo del presente, mirando el constante esfuerzo por conseguir algo que jamás lograría. —Pequeño Fu, solo sirves para ser usado; solo naciste para abrir y limpiar el lugar de alguien más grande, solo resígnate...

Dije aquellas palabras en voz alta, aun cuando sabía que jamás me escucharía. Caminé hasta la fuente de vida y me senté en medio, posicionándome para meditar y cultivarme. Por alguna razón, no cerré el espejo y lo dejé frente a mí, observando detenidamente el estúpido intento de aquel mestizo desdichado. —Tal vez, aún pueda usarte por un tiempo más; tal vez aún tenga una utilidad para ti en este gran acto final.

Cerré el espejo, dispersando mis pensamientos. Abrí un portal y me dirigí directamente a DíYú. Tenía unas cuantas personas que recolectar en la torre Yánluó, pero las visitas no son muy bien recibidas en aquel lugar, por lo que tendría que apresurarme en entrar y salir sin ser notado.Imperio Hēiyù

La misiva llegó inesperadamente por la noche. Por alguna razón, sentía el ambiente inquietante y había decidido hacer una guardia en el frente del palacio. Li Song, que dormía plácidamente a mi lado, fue despertado por mi salida, y aunque insistió en acompañarme, no podía permitir que lo hiciera. Caminaba lentamente de un lado a otro intentando entender la incomodidad en mi interior; mi cuerpo, por alguna razón, ardía, y mi mente no se sentía tranquila.

 Cuando vi al mensajero correr hacia mí y leí aquellas palabras, sentí mi cuerpo congelarse. El papel tembló entre mis manos, y corrí rápidamente al rey Huó con la alarmante noticia. —¡Rey Liu! ¡Rey Liu!

Abrí la puerta de su habitación sin siquiera medir mi comportamiento; él ya se encontraba sentado en el borde con su mirada ensombrecida. —Han profanado la torre Yánluó.Él se levantó imponente y me miró con su rostro ensombrecido; sus ojos eran fuego vivo consumiendo todo por la ira, era capaz de hacer temblar hasta al ser más valiente en los tres reinos. —Tienen a la emperatriz viuda y...

El camino frente a mí y me miró furiosamente. —Habla de una vez.

—Lo tienen a él, rey Liu...

—Wu Rong...