Arabela es una adolescente que la mayor parte del tiempo se la pasa perdida en sus pensamientos, tratando de entender el interés que despertó en una de sus compañeras de salón, cuando antes de jugar botella ambas eran invisibles en la vida de la otra.
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CAP 15. CONTEMPLARLA
—Para el ejercicio de hoy necesito que formen grupos de tres —indicó la maestra de Literatura.
El salón se alborotó, rechinido de bancas, pisadas fuertes, risas. Hasta que por fin los equipos se fueron formando.
Rebeca se juntó con Selene y es el estúpido de César.
Jessica se unió a mí y a Marlen. El ejercicio consistía en hacer la descripción de la o el protagonista de nuestra historia. Nos pusimos manos a la obra, Marlen ponía los detalles finos y Jessica los graciosos, yo me centré en su carácter.
Después del tiempo establecido por la maestra, la clase parecía un mar de voces. Jessica tenía muchos chistes para contar. Nos hizo reír mucho a Marlen y a mí.
—Qué bueno que te metimos a nuestro equipo —comentó Marlen.
—¿Por lo trabajadora o por lo graciosa? —preguntó Jessica en tono de broma.
—Marlen se rio y yo la secundé.
—Por ambas —respondí.
—Gracias por integrarme. Cambiarse de escuela a mitad de ciclo da mucho miedo, estaba muy nerviosa antes de entrar al salón.
—No te preocupes, no mordemos —le tomé la mano para darle apoyo.
No la vi, pero sentí su mirada, ese semblante penetrante característico de Rebeca. solté de inmediato a Jessica.
—¿Estás bien? —preguntó Marlen.
Asentí.
—Soy pura electricidad —comentó Jessica y las tres nos reímos.
—Comencemos. ¿Quién quiere pasar a leer su descripción? —La maestra Lucía esperó respuesta. El salón se quedó en mute.
—Arabela quiero escucharte —pidió la maestra. Miré a mis compañeras de equipo y tomé aire. Me levanté hasta quedar frente al escritorio.
—Bien, te escuchamos —me avisó, mis manos comenzaron a sudar frío, la hoja tiritababentre mis dedos.
—Eh...—trataba de leer, creí que había perdido la capacidad de hacerlo porque las palabras no eran procesadas por mis ojos, ni dichas por mi boca.
—Tranquila, solo lee el ejercicio que hiciste con tus compañeras —comentó la maestra.
Eso intentaba, ¿qué no veía?, mi cerebro estaba a punto del colapso.
—Sí —Acomodé mi postura. Rebeca alzó la vista curiosa por lo que estaba pasando conmigo, su mirada seria y distante no cambió. No sé si escribía algo, pero su pluma se movía entre sus dedos, entonces me concentré, la hice sostener la mirada y bajé la hoja del ejercicio.
—Mi protagonista tiene el color de ojos más hermoso. Los destellos que reflejan me hacen recordar a la noche estrellada. Contemplarla es como admirar el mar una tarde tranquila sintiendo la frescura de las olas y la suave arena. Sentir su respiración alimenta el espíritu. Su dulce aroma fresa menta te hace perderte en su universo, en sus labios —Rebeca dejó la pluma y se incorporó sin quitarme la vista —entre sus caricias los escalofríos que corren por tu columna son solo el principio de la plenitud que esparcen sus dedos. Hacerla enojar te pone en un remolino de lava que deseas convertir en una nube de flores para volver a sentir la brisa de su cariño. Porque verla feliz es solo una parte de su belleza y ahora me doy cuenta que lo que la hace completamente bella —titubeé un poco—, de mi protagonista, claro, es su caótica actitud aguerrida.
Mi respiración, mi respiración iba y venía, estaba tranquila, estaba emocionada, estaba enamorada, viéndola, observando cómo me veía y no dejaba de hacerlo. Noté en su pecho un aumento en su subir y bajar, se estaba conteniendo. Volví a su rostro pero no había reacción.
—Bravo, Arabela. Qué hermosa descripción —comentó la maestra atrayendo mi atención. La burbuja entre Rebeca y yo se reventó.
—Denle un aplauso a su compañera —se escucharon los golpeteos de las palmas y regresé a mi lugar.
—Eso no lo escribimos nosotras —comentó Jessica.
—Claro que no, se lo dijo a su novia —Marlen me codeó.
—¿Novia? —Jessica alzó las cejas.
Le sonreí sin esperar nada.
—Guao, qué linda —Jessica hizo con sus manos un puño y lo puso en su mejilla—. ¿Entonces es de esta clase? —se inclinó hacia mí sosteniéndose de la paleta de su butaca.
Asentí. La maestra nos llamó.
—Chicas pongan atención, su compañera Carolina va a leer —Cuky se paró y toda la clase la escuchaba. Cuando su voz se convirtió en un vacío en mi cabeza, volteé hacia el lugar de Rebeca, ya no me miraba, había vuelto a la actitud de iceberg. Sentía una pared invisible llena de espinas alejándome de ella.
Por fin había terminado la clase. Aprovechando la hora libre, me paré yendo directo al lugar de Rebeca, pero la maestra me detuvo.
—Arabela acompáñame a mi cubículo, quiero platicar algo importante contigo.
—Pero... —me giré para ver a Rebeca rayonear su libreta—. No puede esperar.
—No te robaré mucho tiempo.
Me quedé pensando y acepté.