Jazmín Gómez, una joven humilde y trabajadora, jamás imaginó que su vida cambiaría al convertirse en la secretaria de Esteban Rodríguez, un CEO poderoso, reservado y con un corazón más noble de lo que aparenta. En medio de intrigas laborales, prejuicios sociales y secretos del pasado, nace entre ellos un amor tan inesperado como profundo. En una Buenos Aires contemporánea, ambos descubrirán que las diferencias no separan cuando el amor es verdadero.
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CAPÍTULO 10
El lunes comenzó con una noticia que sacudió la calma reciente de Rodríguez Corporación. A las 9:00 en punto, Esteban convocó una reunión de emergencia con el consejo directivo. Jazmín, aunque no formaba parte del consejo, fue la encargada de preparar todo: informes, carpetas, café fuerte. Ya estaba de regreso en su oficina, de cara al mundo, con la frente en alto.
—Gracias por todo, Jazmín —le dijo Esteban antes de entrar a la sala de reuniones—. Hoy más que nunca, necesito tenerte cerca.
Ella asintió con una sonrisa, aunque su mirada revelaba preocupación. Sabía que algo no estaba bien.
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La reunión duró más de dos horas. Cuando Esteban volvió a su despacho, llevaba el saco en la mano y la mandíbula apretada.
—¿Querés que te traiga un café?
—Mejor cerrá la puerta y sentate. Te voy a contar algo que va a complicar las cosas.
Jazmín obedeció, sintiendo que el corazón le latía más rápido.
—¿Qué pasó?
—Una de nuestras principales cuentas, una empresa de tecnología con sede en Madrid, acaba de anunciar que migrará todos sus servicios a una firma alemana. Nos están sacando contratos millonarios con una maniobra bastante sucia.
—¿Sucia?
—Sí. Usaron información privilegiada para hacer ofertas más agresivas. Y lo peor: alguien de adentro pudo haber filtrado parte de nuestros datos estratégicos.
Jazmín abrió los ojos, incrédula.
—¿Estás diciendo que hay un espía en la empresa?
Esteban asintió, cansado.
—No tengo pruebas todavía, pero ya iniciamos una auditoría interna. Lo que es seguro es que en menos de un mes tenemos una reunión en Madrid con posibles nuevos clientes. Necesitamos asegurar al menos un nuevo contrato para no perder prestigio en el mercado internacional.
—¿Vas a viajar?
—Sí. Me voy en una semana. Y… quiero que vengas conmigo.
Jazmín lo miró, sorprendida.
—¿Estás seguro? ¿No será exponernos más?
—Justamente. Estoy cansado de esconder lo que somos. Además, necesito tu apoyo. No solo como mi pareja, también como profesional. Vos sabés leer personas mejor que nadie. Y estos clientes son duros.
Ella dudó un segundo, pero luego asintió.
—Entonces voy.
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Los días previos al viaje estuvieron cargados de tensión. Franco, el jefe de seguridad de la empresa, investigaba discretamente al personal, mientras los ejecutivos de confianza preparaban presentaciones para captar a los potenciales inversores europeos.
Jazmín, mientras tanto, fue asignada como asistente directa del CEO para el viaje. Nadie se atrevía ya a cuestionar la cercanía entre ambos. El comunicado de semanas atrás había dejado en claro que la relación era legítima, pero aun así, algunos cuchicheos persistían en los pasillos.
Una noche antes de partir, Jazmín cenaba con su hermana Valeria en el departamento de ella. Comieron empanadas y tomaron cerveza mientras hablaban de la vida.
—No puedo creer que vayas a Madrid. ¿Vos, en Europa? ¡Te acordás cuando llorabas porque no te alcanzaba para el subte!
Jazmín rió, aunque le temblaban las manos.
—Sí… la vida cambió mucho. Pero todavía siento miedo, Vale. Miedo de fallar, de no estar a la altura. De no encajar.
—Jazmín, ya no sos la piba que limpiaba los vidrios de la farmacia para pagarse el curso de computación. Sos una mina valiente, inteligente… ¡y estás enamorada! Dejá de esperar el desastre, porque por una vez, la vida te está diciendo que sí.
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El vuelo a Madrid fue largo pero tranquilo. Esteban y Jazmín viajaban en primera clase, uno al lado del otro. Durante horas hablaron de todo: la infancia de ella, los veranos en familia, los libros que leía de chica. Esteban, por su parte, confesó que nunca había tenido una relación real. Solo compromisos sociales, intereses mutuos disfrazados de amor.
—Nunca había viajado con alguien que me importara de verdad —dijo él, tomándole la mano a mitad de la noche, cuando las luces del avión ya estaban apagadas—. Siempre viajé con colegas, con personas que querían algo de mí. Esta vez… viajo con vos.
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Madrid los recibió con un cielo azul vibrante y un aire frío pero seco. Se hospedaron en un hotel elegante cerca del parque del Retiro. Desde la habitación se veía una parte de la ciudad que parecía sacada de una postal.
—Esto es hermoso —dijo Jazmín desde el balcón—. ¿Cómo es que tu mundo y el mío eran tan distintos?
Esteban se acercó por detrás y la abrazó.
—Porque la vida es así de injusta. Pero ahora los dos estamos en el mismo lugar. Y eso es lo que importa.
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Las reuniones comenzaron al día siguiente. Durante dos días, Esteban y su equipo expusieron propuestas, negociaron cifras, escucharon condiciones. Jazmín observaba, tomaba notas, y en silencio analizaba cada gesto de los clientes. Fue ella quien notó, durante un almuerzo, que uno de los ejecutivos españoles se mostraba reacio a firmar debido a un contacto directo con la firma alemana rival.
—Esteban —le susurró luego, ya en privado—, ese tipo conoce a alguien de la competencia. No te va a cerrar nada si no siente que ganás por mérito y no por presión.
Esteban asintió.
—¿Y qué sugerís?
—Una presentación más humana. Menos números, más visión. Que sepa que querés construir algo, no solo hacer negocios.
Esa noche, Esteban la escuchó.
Modificó la presentación final, habló de valores, de ética empresarial, de sostenibilidad. Cerró con una frase de su padre: “Una empresa sin alma solo produce vacío.”
Los ejecutivos quedaron en silencio. Y luego, sonrieron.
Al día siguiente, firmaron un preacuerdo.
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Esa noche, salieron a caminar por las callecitas de Malasaña. Se detuvieron frente a un barcito con guitarras flamencas sonando de fondo. Entraron sin pensarlo.
Entre copas de vino y risas, Jazmín se animó a bailar. Esteban la miraba como si fuera la primera vez que la veía. Con la boca entreabierta. Con el alma entregada.
—Sos mágica —le dijo, cuando la música bajó—. Sos todo lo que mi mundo necesitaba para ser real.
—Y vos sos mi lugar seguro —respondió ella, apoyando la frente en su pecho.
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En medio de la noche, en la habitación del hotel, Jazmín se despertó por una pesadilla. Esteban la abrazó enseguida.
—¿Qué pasó?
—Soñé… que me dejabas. Que volvías a tu mundo y yo me quedaba sola, invisible.
Esteban se apartó apenas para mirarla a los ojos.
—Eso no va a pasar. Porque ya no hay “mi mundo” o “tu mundo”. Hay uno solo, el nuestro. Y si tengo que pelear contra el universo para que estemos juntos, lo voy a hacer.
Jazmín se abrazó a él con fuerza. Porque por primera vez, no era una empleada, ni una chica humilde. Era una mujer amada. Y eso, valía más que cualquier fortuna.
Martin llegó tu hora de pagar por extorsión a más de una mujer eres un vividor y estafador.
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