En un mundo donde las diferencias culturales pueden ser un obstáculo, dos personas se encuentran Pero su amor está condenado desde el principio. ¿Podrán superar los desafíos y encontrar un futuro juntos?
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Capítulo 15 Fragmentos De Una Nueva Realidad
Frederik aún dormía Su rostro tenía esa paz que viene con la inconsciencia, pero yo estaba muy lejos de sentir algo parecido. Observé el techo por unos minutos, incapaz de moverme. Mi mente no dejaba de repetirse la misma frase que había pronunciado hace apenas unas horas: "No estaba buscando amor, sino consuelo." Era cierto. Pero también era terriblemente triste.
evite despertarlo. Necesitaba huir de ese lugar En el baño, mientras me vestía, me miré en el espejo. Había algo roto en mi reflejo, algo que no podía reparar. Me apresuré a salir de allí, dejando a Frederik en un sueño del que yo ya no formaba parte.
Los días que siguieron fueron un torbellino de emociones contenidas. Empecé a faltar a clase sin motivo aparente, justificándome con excusas que ni yo misma creía. Las conversaciones cotidianas me parecían vacías. Algo dentro de mí se había apagado, y lo peor era que no encontraba cómo volver a encenderlo.
Margot lo notó casi de inmediato. Ella siempre tenía ese sexto sentido para detectar cuando algo no estaba bien.
—Te ves fatal, Helena. ¿Qué te pasa? —me preguntó una tarde mientras estábamos en la cafetería.
—Nada importante —mentí, evitando su mirada.
Margot alzó una ceja, divertida, como si pudiera leerme con solo observarme.
—Ah, ya entiendo. Es por Frederik, ¿verdad? Me enteré.
Mis manos se detuvieron sobre el café que sostenía. ¿Cómo lo sabía? Antes de que pudiera responder, ella añadió:
—No te preocupes, no voy a hacer un escándalo. Frederik es así. travieso Pero, vamos, no es para tanto
Su actitud relajada me desconcertó. Había esperado reproches o, al menos, algún tipo de reacción emocional, pero Margot era incapaz de tomarse esas cosas demasiado en serio. Eso, en parte, era lo que la hacía tan distinta a mí
—¿No te molesta? —pregunté, sintiéndome aún más confundida.
Ella se encogió de hombros
—¿Por qué debería? Es mi hermano, pero Además, tú necesitas soltar un poco el control, Helena. Vive un poco más
Soltar el control Sus palabras me siguieron durante días, resonando en mi mente como un desafío que no sabía si podía aceptar. Pero algo en mí quería intentarlo, aunque fuera solo para escapar de la opresión que sentía en el pecho.
Fue Margot quien sugirió inscribirnos en clases de danza del vientre.
—Va a ser divertido —dijo con su entusiasmo contagioso.
Yo no estaba segura de que "divertido" fuera la palabra correcta, pero acepté. Tal vez mover mi cuerpo de una manera diferente me ayudaría a liberarme de lo que llevaba dentro. Las primeras clases fueron incómodas, pero poco a poco empecé a sentir algo parecido a la libertad. Los movimientos fluidos, la música hipnótica, todo parecía invitarme a dejar atrás mis pensamientos oscuros, aunque solo fuera por un rato.
Margot, por supuesto, lo convirtió en una experiencia social. Ella siempre encontraba la manera de atraer a los chicos que la rodeaban, y aunque yo no participaba en sus aventuras, me dejaba arrastrar por su energía. Las noches que antes pasaba en el apartamento ahora se llenaban de risas, fiestas y un torbellino de caras desconocidas.
Sin embargo, cada vez que veía a una pareja feliz, o escuchaba hablar de matrimonios y compromisos, algo dentro de mí se quebraba. Pensaba en las bodas que había presenciado en Catar, en esos vestidos blancos que parecían sacados de sueños, y me sentía más lejos que nunca de esa idea de amor que siempre había anhelado. ¿Alguna vez tendría algo así? Me aterraba la idea de que la respuesta fuera no.
Margot lo notó una noche, mientras estábamos sentadas en un rincón de un bar, observando a la gente bailar.
—¿Qué te pasa, Helena? —preguntó, con una mezcla de curiosidad y ternura.
—A veces siento que estoy perdiendo el rumbo —admití, finalmente soltando lo que llevaba días acumulando.
Ella sonrió, como si mi confesión no fuera tan grave como me parecía.
—Helena, a veces perder el rumbo es lo mejor que te puede pasar. Te da la oportunidad de encontrar algo nuevo
Pero no te preocupes tanto por el amor No todo el mundo está hecho para vivir un cuento de hadas.
Llegue a mi apartamento sintiéndome agotada, más emocionalmente que físicamente. Dejé caer el bolso en el sofá el teléfono comenzó a sonar. Miré la pantalla: era Frederik.
—Hola, Frederik —dije, intentando que mi voz sonara más animada de lo que me sentía.
—Helena, ¿cómo estás? —su tono era amable, y no pude evitar sonreír.
—Bien... bueno, un poco cansada
—respondí con sinceridad.
Hubo un breve silencio al otro lado de la línea antes de que él continuara.
—¿Te parece si nos vemos mañana? sin presiones.
Cerré los ojos un momento, considerando su propuesta. Frederik siempre había sido paciente conmigo, y quizás necesitaba esa compañía para despejar mi mente.
—Está bien, nos vemos mañana —respondí finalmente.
—Perfecto. Te espero a las siete.
Colgué el teléfono esperando el siguiente día para verlo.
...Un Consuelo Mutuo:...
después de despertar me aliste para el encuentro con Frederik cuando llegué. El cuarto estaba en penumbras, iluminado apenas por la luz de la calle que se colaba por las cortinas mal cerradas. Frederik se acercó a mí con una mirada que no dejaba lugar a dudas, pero antes de besarme, se detuvo y acarició mi rostro con una ternura inesperada.
—Helena, si esto no está bien para ti, dímelo ahora. No quiero que te sientas obligada a nada —dijo, susurrando como si temiera romper el silencio que nos envolvía.
Lo miré por unos segundos, dudando. ¿Estaba bien? ¿Qué significaba este momento para mí? Pero al final, mi respuesta no salió de mi mente, sino de mi necesidad de sentir algo diferente a la soledad.
—No estoy buscando amor, Frederik murmuré —Solo quiero... compañía.
No dijo nada más. Nos dejamos llevar, perdiéndonos en un encuentro que, aunque breve, fue cargado de una calidez que parecía llenar los vacíos que ambos llevábamos dentro. Cuando todo terminó, él se quedó dormido a mi lado, pero yo no. En el fondo sabía que esto no era más que una ilusión pasajera, pero en ese momento me aferré a ella como si fuera real.
...Un Escape Temporal:...
Pasaron unos días antes de que volviera a suceder. Esta vez, la sensación fue diferente. Habíamos bebido un poco en una fiesta a la que Margot nos arrastró, y aunque Frederik no era de los que perdían el control, aquella noche parecía más relajado de lo usual.
Cuando llegamos a su departamento, apenas cerró la puerta antes de que sus labios buscaran los míos. No hubo palabras esta vez, solo un deseo urgente que ambos compartíamos.
Mientras me deslizaba bajo sus sábanas, mi mente intentaba convencerse de que esto no era más que un escape, algo temporal. Él era cálido, atento, pero no había profundidad en sus caricias. Era como si ambos supiéramos que esto no significaba nada más.
Después, mientras él encendía un cigarro y miraba por la ventana, yo lo observaba en silencio.
—¿Alguna vez pensaste en casarte?
—pregunté, rompiendo el silencio
Se giró hacia mí, sorprendido.
—No estoy hecho para eso, Helena. ¿Y tú?
No respondí. Su honestidad, aunque cruda, no me ofendió. En el fondo, sabía que nuestras vidas eran paralelas que jamás se encontrarían.
...La Frialdad de la Realidad:...
La última vez que estuvimos juntos, algo había cambiado. Frederik no parecía el mismo. Su toque era mecánico, como si solo estuviera cumpliendo un propósito, y aunque yo también buscaba lo mismo, esta vez no pude evitar sentirme vacía.
Cuando todo terminó, él no me abrazó ni me miró como antes. Simplemente se levantó de la cama, se vistió y fue a buscar algo de agua. Yo me quedé ahí, envuelta en las sábanas, sintiéndome invisible.
Cuando regresó, lo enfrenté.
—¿Pasa algo?
Frederik se encogió de hombros.
—No, nada en especial. Supongo que estaba cansado.
Esa respuesta me dolió más de lo que debería. No era su culpa. Habíamos dejado claro desde el principio que esto no era más que algo pasajero. Pero en ese momento, sentí que me había permitido caer en algo que no merecía.
Esa noche, mientras caminaba sola de regreso a casa, no pude evitar pensar en todas las bodas que había visto desde que llegué aquí. Mujeres siendo celebradas, amadas, y respetadas como compañeras de vida. ¿Qué estaba haciendo yo? Había permitido que alguien me usara, pero lo peor era que yo misma me había ofrecido a ello. No estaba buscando amor, solo consuelo... pero ese consuelo había dejado de ser suficiente.
No era culpa de Frederik. Desde el principio, todo había estado claro entre nosotros. Él no me prometió nada, ni yo a él. Entonces, ¿por qué me dolía tanto?
Intenté convencerme de que no era importante, de que había sido solo un momento, un escape. Pero algo dentro de mí no dejaba de repetirme que me había permitido caer demasiado bajo. ¿Qué estaba buscando? No era amor, lo sabía. Era consuelo, algo que llenara el vacío que llevaba cargando desde hace tanto tiempo.
Pero ahora ese vacío era aún más profundo.
Había pasado tanto tiempo sintiéndome sola, creyendo que podía manejarlo, que no necesitaba nada más que a mí misma. Pero ahora me daba cuenta de que me había mentido. Me dejé usar, sabiendo que esto no iba a llenar mi alma, y, aun así, lo permití. Yo me permití esto.
No era solo Frederik quien me veía como algo pasajero. Yo misma me estaba tratando como si no valiera más que eso. Me puse en esta posición, me ofrecí a algo que sabía que no iba a llevarme a ninguna parte, y ahora estaba pagando el precio.
¿Qué me estaba pasando?
A mi alrededor, las personas construían algo real, algo sólido. Aquí, en Catar, los matrimonios eran compromisos serios, llenos de respeto. Mientras que en Suecia, donde crecí, las relaciones podían ser tan frágiles como el cristal, abiertas, temporales, casi descartables. Me sentí atrapada entre dos mundos, sin pertenecer a ninguno.
Tal vez nunca viviría un gran amor. Tal vez estaba destinada a buscar consuelo en personas que nunca me darían más que migajas. Tal vez…
Me detuve en medio de la calle, sintiendo las lágrimas llenar mis ojos, pero no dejé que cayeran. Esto no podía seguir así. Yo no podía seguir así.
En ese momento, decidí que tenía que recuperar el control de mi vida, aunque no supiera cómo. Algo tenía que cambiar. Y ese algo era yo.