Objetivo: Venganza

ELISA 

Cuando soy llamada por el jefe, ya estoy preparada para ello, así que trato de tranquilizar a Mateo, después de ver su cara preocupada. Y aunque no le dije, el que el jefe me llamara junto con Rodrigo y Carolina, fue decisión mía, después de todo, también le envié el vídeo.

-Tomen asiento- dice el jefe, mientras que se sienta detrás de su escritorio en su oficina. Todos nos sentamos y esperamos. -Supongo que saben por qué los llamé. 

-No lo sé, ¿puedes decirme Juan Carlos?- pregunta Rodrigo, como si estuviera hablando con un amigo. Inmediatamente el jefe le lanza una mirada de advertencia. 

-Ese videíto que está dando vuelta por la oficina, también me llegó a mí. Así que quiero que me expliquen por qué tengo que estar preocupándome por su vida personal cuando vienen aquí a trabajar. Sabía que Rodrigo y Elisa eran pareja, pero pensé que estaban actuando de manera prudente, así que no dije nada, pero veo que fue una equivocación de mi parte no haber prohibido las relaciones entre compañeros de trabajo. 

-No fue nada, sólo un beso de broma entre amigos. Tú sabes cómo es esto, todos están exagerando por una idiotez- se defiende Rodrigo y en serio que quiero golpearlo. 

-Eso es cierto, sólo estábamos bromeando, no fue nada y Elisa está exagerando y poniendo incómodos a todos- sigue Carolina uniéndose a él y de paso atacándome. 

-No es culpa de Elisa, ella simplemente lo malinterpretó. El culpable de enviar el vídeo es Mateo, él fue el que grabó sin permiso y envío eso a todos. Por su culpa mi relación con Elisa está en peligro, ya que robarla de mi lado fue su intención con esto- dice Rodrigo, tratando de quedar bien conmigo, pero sin poder detenerse de hablar mal de Mateo. 

-Eso no es cierto- digo. 

-Amor…- se detiene por la mirada de muerte que le envío, recordándole que dije que no me volviera a llamar así nunca más. Si escucho eso una vez más… -Elisa intenta protegerlo, pero es verdad. 

-Mentira, él nunca envió el video- repito. 

-¿Y por qué estás tan segura?- pregunta el jefe. 

-Eso es porque el video fue enviado desde la cuenta personal de la empresa de Rodrigo y desde que lo conozco, Mateo nunca se ha acercado ni siquiera una vez al escritorio de Rodrigo como para saber la clave de ingreso- argumento con algo que no me di cuenta hasta hace poco, pero también fue así en mi vida pasada. Ni Rodrigo, ni Carolina dicen nada ante esto, ya que saben que es verdad. Quizá nunca le gustó demasiado Rodrigo, pero entonces ¿por qué aceptar ser su padrino de boda?  Recordar la boda me pone de mal humor, así que decido poner la atención en otro lugar. –En este caso, si me preguntan, la única que sale ganando en todo esto es Carolina. 

-¿Qué? ¿De qué estás hablando?- salta inmediatamente ella.

-No sería más lógico que la amante quisiera tomar mi lugar y para eso haya recurrido a mostrar el video porque así ambos terminaríamos- sigo, sin ningún remordimiento por las acusaciones falsas que salen de mi boca. 

-¡Yo no lo hice!- casi grita ella. 

-Maldita sea Carolina, no puedo creer que hicieras una cosa así, cuando sabes que amo a Elisa- la acusa Rodrigo, tratando de quedar bien conmigo todavía. Patético.  

-Te estoy diciendo que yo no lo envié, ¡¿por qué querría estar con un puto como tú, cuando puedo ir a la oficina de Javier y tenerlo cada vez que quiero?!- exclama Carolina y cuando se da cuenta de lo que se le salió, se pone pálida. –Quiero decir…

-Javier, tu superior- dice el jefe, refiriéndose a uno de los encargados de otro departamento. –Ustedes dos salgan de aquí y no quiero tener que llamarlos nunca más por algo referente de su vida privada. Carolina, tú te quedas conmigo a aclarar este asunto de estar con tu superior en la empresa.  

Escucho a Carolina quejarse, porque estar con un superior es complicado, aunque puede pasar, pero tener relaciones sexuales en la oficina, es un asunto diferente. Esa fue la razón por la que la echaron la vez anterior y esta vez probablemente termine igual. Lo mejor de todo es que ni siquiera tuve que investigar con cuál de los superiores se había metido, sino que se echó al agua sola. Quién hubiera pensado que incluso la relación había empezado antes de que yo entrara a la cárcel. O quizá el superior con el que la encontraron en esa ocasión era otro. No me extrañaría. 

-Elisa, espera un momento, hablemos- me detiene Rodrigo, sosteniéndome de un brazo. Inmediatamente lo saco de golpe de su agarre. –Está bien, sé que estas enojada, pero sólo fue un beso, nada más. Nunca hicimos más que eso. Y lo de estar con otras personas en la empresa o fuera de ella, fue Carolina tratando de separarnos, como con el video. No le demos en el gusto. Podemos superar esto. Te amo y quiero tener una vida contigo.

El sigue intentando, patéticamente, convencerme, pero vi la clase de mentiroso que es en mi vida anterior. Alguien que además de todo me asesinó. 

-Rodrigo, terminamos y no hay nada más que discutir. No me molestes nuevamente y no me hables a no ser que sea en relación con el trabajo- le digo y por un segundo puedo ver su verdadero ser, cuando una mirada de enojo se filtra por su fachada lamentable. Inmediatamente un sentimiento de miedo inconsciente me llena, pero aprieto los dientes con fuerza y me mantengo firme. 

-Ya veo que no es un buen momento, hablaremos después de que te calmes- dice, sin rastro de enojo ahora, como si nunca hubiera existido, pero lo sé bien. 

Regresamos a nuestros escritorios, cada uno sentándose en su puesto.

Me quedo mirando hacia la pantalla del computador, tratando de comprender qué es lo que estaba haciendo antes de ser llamada, cuando de pronto alguien pone su mano sobre la mía por debajo del escritorio. Salto un poco asustada, pero inmediatamente veo que se trata de Mateo.

-Estabas temblando- dice él, acercándose para susurrarme al oído. 

Él se aleja y puedo ver su mirada de preocupación, una que intentaba disimular muchas veces en mi vida anterior, cuando me visitaba en la cárcel. En ese momento siempre me reconfortaba su presencia y desee mil veces decirle que me abrazara, que lo necesitaba, pero era imposible, ya que nos vigilaban. Pero ahora no tenemos la cárcel como barrera. Doy vuelta mi mano y sostengo como se debe la suya, no queriendo dejarla ir nunca. Mateo me mira sorprendido por un segundo, pero luego su mirada se vuelve intensa, tanto que parece que seré derretida por ella. En ese momento, alguien exclama algo en algún otro escritorio, haciendo que ambos desviemos la mirada, pero aunque nuestra atención vuelve al trabajo, él sigue sosteniendo mi mano y yo aferrándome a la suya por un rato más.