Amar a uno la sostiene. Amar al otro la consume.
Penélope deberá enfrentar el precio de sus decisiones cuando el amor y el deseo se crucen en un juego donde lo que está en riesgo no es solo su corazón, sino su familia y su futuro.
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Capitulo 14.
El teclado resonaba en la estancia con un golpeteo constante. Max jugaba en la alfombra con sus bloques, entretenido, mientras yo repasaba por enésima vez el informe que debía enviar. El dolor en el pie no me dejaba concentrar del todo, pero al menos, estar ocupada me distraía.
El teléfono sonó. Era Carolina.
—Penn, ¿puedes revisar urgente el correo que te mandé? Hay un detalle en el contrato que necesitamos cerrar hoy mismo.
Afirme a Carolina y corte la llamada. Me acomodé los lentes sobre el puente de la nariz y abrí la bandeja de entrada. Revisamos párrafo por párrafo, marcando correcciones y observaciones, hasta que el trabajo estuvo resuelto.
Con todo el asunto listo, vuelvo a marcar y mi amiga responde en un santiamén.
—Listo, Caro. Ya lo reenvié con los cambios —suspiré, masajeando mi sien.
Hubo un breve silencio del otro lado de la línea. Luego, su voz bajó el tono, cálida y cómplice.
—¿Y tú? ¿Cómo estás?
Tragué saliva. No sabía si estaba lista para decirlo en voz alta, pero la noche anterior me pesaba en el pecho como una piedra.
—Discutí con Kylian… —mi voz tembló un poco—. Ayer, después de irse de casa enojado no volvió, al contrario. Llegó tarde, muy tarde, con olor a alcohol y a… otra fragancia.
Carolina se quedó muda unos segundos.
—¿Otra fragancia? Penn, ¿estás segura?
Cerré los ojos, recordando el instante en que lo confronté en la sala.
—Lo vi distinto, Caro. No era solo el trabajo o el cansancio. Y cuando lo enfrenté… no supo qué responder.
—Ay, amiga… —su voz se quebró apenas—. ¿Qué crees que está pasando?
Me llevé la mano al pecho, como si pudiera contener el dolor con los dedos.
—No sé. Pero hay algo más. —Bajé la voz, como si alguien pudiera oírme aunque estábamos solas—. Creo… que es Eric.
Del otro lado, un jadeo ahogado.
—¿¡Eric!? ¡Pero si es su mejor amigo de toda la vida!
—Precisamente. Siempre están juntos, siempre hay excusas. Y ayer… —me detuve, luchando contra las lágrimas—. Ayer lo sentí en su silencio. Como si mis sospechas fueran verdad.
Carolina guardó silencio, procesando. Luego habló con cuidado, como si midiera cada palabra:
—Penn, lo que me estás diciendo es grave. Pero escúchame: no estás loca. Si lo sentiste, si lo viste en sus gestos… tu instinto no suele fallar.
Apoyé la frente sobre el respaldo del sofá, mirando de reojo a Max, que seguía riendo con sus juguetes.
—No sé qué hacer, Caro. Solo sé que ya no soy la mujer que se queda callada.
Sophi se acercó con esa sonrisa calculada que nunca llegaba a sus ojos.
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El pasillo estaba casi vacío. Kylian y Eric salieron de la oficina intentando recomponer la compostura. Las camisas todavía arrugadas, los cabellos algo revueltos, pero con la máscara de profesionales que se habían colocado a la fuerza.
De pronto, se toparon con Carolina.
Ella los miró de arriba abajo, su ceño apenas fruncido, los labios tensos. El aire se volvió denso.
—Vaya… qué sincronizados —murmuró, cruzándose de brazos.
Kylian tragó saliva.
—Carolina. No esperaba verte aquí tan temprano.
—Yo tampoco esperaba… —sus ojos se movieron de uno a otro, afilados como cuchillas— …que ustedes salieran juntos de esta oficina con esa cara.
Eric intentó sonreír.
—Es pura coincidencia, estábamos revisando un par de informes.
Carolina arqueó una ceja.
—¿Informes? Interesante. ¿También los informes despeinan la camisa y hacen que uno evite mirarme a los ojos?
El silencio cayó como un golpe. Kylian apretó la mandíbula.
—No tienes por qué insinuar nada.
—No insinúo —dijo ella, tajante—. Solo observo. Y créeme, tengo muy buena memoria para ciertos detalles.
Eric carraspeó, incómodo.
—Deberíamos ir a la sala de reuniones. Nos esperan.
Carolina no se movió del medio. Dio un paso hacia adelante, bajando la voz.
—Lo único que espero es que ninguno de los dos olvide lo que está en juego.
Kylian sostuvo su mirada, tenso, pero no respondió. Eric fue el primero en apartarse, con un gesto nervioso. Carolina los observó alejarse, dejando tras de sí un silencio cargado de reproche y amenaza velada.
A la Distancia, saboreaba la situación de tension en el aire.
Sophi se acercó con esa sonrisa calculada que nunca llegaba a sus ojos.
—Bueno, bueno… —su voz arrastraba un dejo de burla—. No sabía que las reuniones privadas de la mañana dejaban a la gente tan… descompuesta.
Eric la fulminó con la mirada. Kylian frunció el ceño, incómodo.
—No es asunto tuyo, Sophi —escupió él.
Ella inclinó la cabeza, saboreando el malestar.
—Oh, tranquilo, jefe. Solo decía… —sus ojos se deslizaron hacia Carolina—. Pero claro, si quieren que los empleados empiecen a comentar, este es un buen comienzo.
El silencio que dejó fue una amenaza disfrazada de chisme. Nadie le respondió, pero todos entendieron lo mismo: Sophi había olido sangre y estaba lista para atacar.