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Lo Que Debía Permanecer Oculto

Lo Que Debía Permanecer Oculto

Status: Terminada
Genre:Romance / Época / Fantasía épica / Edad media / Completas
Popularitas:796
Nilai: 5
nombre de autor: MIS HISTORIAS

Kaela Norwyn nunca buscó la verdad. Pero la verdad la encontró a ella.
Tras la muerte de su madre, Kaela inicia un viaje hacia lo desconocido, acompañada por un joven soldado llamado Lioran, comprometido a protegerla… y a proteger lo poco que queda de un apellido que muchos creían extinto. Lo que comienza como un viaje de descubrimiento personal, pronto se transforma en una carrera por la supervivencia: antiguos enemigos han regresado, y no todos respiran.
Perseguidos por seres que alguna vez estuvieron muertos —y no por decisión propia—, Kaela y Lioran desentrañan un legado marcado por pactos silenciosos, invocaciones prohibidas y una familia que hizo lo impensable para mantener a salvo aquello que debía permanecer oculto.
Entre la lealtad feroz de un abuelo que nunca se rindió, el instinto protector de un perro que gruñe antes de que el peligro se acerque, y el amor contenido de un joven

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Capitulo 14

La Torre de Arkenhill se alzaba como un centinela gris contra el cielo deslavado de la madrugada. Sus muros cubiertos de hiedra, altos ventanales y tejados inclinados parecían parte de un recuerdo antiguo más que de una edificación viva. Y sin embargo, allí estaban. A salvo. Por ahora.

Darel había sido fiel a su palabra. Tras salir del pasadizo subterráneo y cruzar el bosque bajo el amparo de la noche, los condujo directamente al corazón de la torre. Cruzaron salones polvorientos, corredores silenciosos y escaleras interminables hasta que, finalmente, llegaron a un piso habitable.

—Tienen habitaciones disponibles —dijo, abriendo una puerta de madera que chirrió suavemente—. No están lujosas, pero al menos no tienen telarañas que hablen.

Kaela soltó una risa breve, agotada. Lioran, como siempre, inspeccionó el entorno antes de permitir que ella entrara.

Niebla pasó sin pedir permiso, con el aire de quien ya había decidido que esa torre también era suya.

—Descansen —añadió Darel—. En unas horas nos reunimos en la biblioteca. Hay libros que podrían aclarar más de lo que me gustaría admitir.

—¿Y tú? —preguntó Kaela.

—Yo tengo una habitación… y una deuda de sueño con un colchón tan viejo como la torre.

No necesitaban más. En minutos, cada uno se sumió en un descanso sin sueños. Solo pausa.

**

Horas después, la biblioteca de Arkenhill olía a papel antiguo, piedra húmeda… y café demasiado recalentado. Las estanterías subían hasta perderse en penumbra, y una mesa central ladeada servía como punto de encuentro.

Kaela hojeaba un volumen encuadernado en cuero oscuro. En una de las páginas, una ilustración la hizo fruncir el ceño. Una estrella de ocho puntas, con una lágrima negra en el centro.

—Esto… —dijo en voz baja, tocando el dibujo con la yema de los dedos—. Lo he visto antes. Pero no recuerdo dónde.

Lioran, de pie a su lado, se inclinó ligeramente para observar.

—¿Estás segura?

—Sí. Lo vi. Pero no sé si fue en una inscripción, en una piedra, o en un sueño.

—Ese símbolo apareció en el talismán que usaron nuestros atacantes en el bosque —murmuró él—. Y también estaba en las piedras del santuario junto al roble blanco.

—Y hay algo más —añadió Darel, que acababa de entrar con una bandeja—. Ese símbolo… está vinculado con algo llamado “el Ojo Oscuro”.

Kaela levantó la mirada.

—Mi madre mencionó ese nombre una vez. El Ojo Oscuro. Dijo que no debía pronunciarse a la ligera.

—Probablemente tenía razón —respondió Darel—. Porque en los textos antiguos que encontré, ese símbolo es un precursor. Una advertencia. Cuando aparece en más de un lugar… significa que algo se está moviendo.

—¿Moviendo… como despertando? —preguntó Lioran.

Darel asintió lentamente.

—Como si el Ojo comenzara a entreabrirse. Y no le gustara lo que ve.

Kaela cerró el libro con un suspiro. El símbolo seguía grabado en su mente como una sombra.

—No puedo sacarlo de la cabeza —dijo—. Sé que lo vi en otro lugar. Solo que… no sé si quiero recordar dónde.

—Tarde o temprano, lo harás —murmuró Lioran—. Cuando sea necesario.

En ese momento, Niebla, que dormía bajo la mesa, se desperezó y se colocó entre ambos. Alzó la cabeza, olfateó… y luego se sentó justo entre Kaela y el plato que Lioran apenas acababa de alcanzar.

—¿Y esto? —suspiró Lioran.

—Hora del almuerzo —anunció Darel con una sonrisa—. Y parece que Niebla sigue a cargo del protocolo.

Kaela rió suavemente. Lioran, en cambio, intentó avanzar un paso. Niebla gruñó.

—¿Otra vez? —se quejó Lioran.

—Él recuerda que anoche quisiste besar el cuello de su ama —dijo Darel—. Y tiene buena memoria.

—Era un gesto tierno. No una invasión.

Niebla gruñó otra vez. Esta vez, más enfático.

—¿Y qué propone? ¿Que firmemos un permiso cada vez que quiera sentarme cerca?

—Eso o casarte con su supervisión directa —dijo Darel, con absoluta seriedad—. Y eso incluye que duerma al pie de la cama.

Kaela se cubrió la cara con ambas manos, riendo.

Lioran se rindió y se sentó en la silla más alejada. Niebla lo miró fijamente. Vigilante.

—Algún día —murmuró Lioran—. Algún día voy a sentarme junto a ella sin que me ladren en código morse.

—¿Y ese día será antes o después de que el Ojo Oscuro despierte? —preguntó Darel con sarcasmo.

—Con mi suerte, será después.

Y así, entre gruñidos protectores, risas disimuladas y el eco inquietante de un símbolo que no quería ser olvidado, el almuerzo continuó.

La torre los resguardaba. Los libros hablaban.

Y algo, en alguna parte, comenzaba a abrir los ojos.

**

El crepitar de la lámpara de aceite era el único sonido que rompía el silencio espeso de la biblioteca de Arkenhill. Los libros abiertos cubrían la mesa como mapas antiguos olvidados por el tiempo. Afuera, el cielo se había teñido de gris, con nubes bajas presagiando tormenta. Dentro, sin embargo, la verdadera tormenta estaba por desatarse entre páginas empolvadas y nombres que la historia había preferido sepultar.

—¿Pasaron por algún santuario en su viaje? —preguntó Darel de pronto, sin levantar la mirada del tomo que leía.

Kaela y Lioran se miraron. Una sombra cruzó el rostro de ella antes de asentir.

—Sí. Un círculo de piedras. Había un roble blanco en el centro… y símbolos. La estrella de ocho puntas, con una lágrima negra en su núcleo.

Lioran añadió en voz baja:

—Y desde entonces… lo olvidamos. El símbolo, el nombre, el peligro. Como si el recuerdo se hubiera desvanecido.

Darel asintió, como quien confirma una sospecha dolorosa.

—Eso es exactamente lo que hacen los santuarios —dijo—. No son simples construcciones de piedra. No fueron levantados como monumentos, sino como escudos. Escudos espirituales.

Se levantó con lentitud, caminando hacia una estantería lejana. Hurgó entre volúmenes viejos, extrajo uno, otro… hasta dar con el adecuado. Regresó con un libro grueso, atado con cordel reseco.

—Lo que encontraron fue uno de los pocos santuarios aún activos. La mayoría han sido destruidos, sellados o perdidos en la tierra. Fueron construidos por orden de la Iglesia en tiempos de gran oscuridad, cuando el Ojo Oscuro comenzó a manifestarse.

—¿El Ojo manipula la mente? —preguntó Lioran con el ceño fruncido.

—Sí. Pero no de manera brusca —respondió Darel—. Primero desordena tus recuerdos, distorsiona tus emociones. Siembra dudas. Te hace creer que ves lo que no existe, que oyes lo que no se dijo. La corrupción empieza en el pensamiento, no en la carne.

Abrió el libro. El pergamino crujió. Las páginas estaban escritas a mano, con tinta desvaída. Kaela se inclinó para leer junto a él. Darel comenzó a narrar:

—“Un hombre salió gritando por las calles diciendo que había hablado con su madre. Las personas no le creyeron. Su madre había muerto cinco años atrás. Pero él aseguraba que sí. Que ella se le había aparecido y le había hablado. No en sueños. En voz viva.”

La habitación parecía contener el aliento.

—“Al principio fue considerado un loco. Un afligido. Pero con el tiempo… otros comenzaron a decir lo mismo. Que hablaban con sus muertos. Que los veían. Que les traían mensajes. Palabras que solo ellos podían saber.”

—“La gente empezó a seguirlo. A escucharlo. Y fue entonces cuando la Iglesia intervino. Los sacerdotes, los ancianos de la fe, lo confrontaron. Le mostraron las Escrituras. Le recordaron lo que está escrito: ‘Los muertos nada saben. No tienen más parte en lo que sucede bajo el sol’. Pero él no aceptó. Y sus seguidores tampoco.”

Kaela sentía la garganta seca. Algo dentro de ella reaccionaba, como si cada palabra desenterrara una raíz oculta en su pecho.

—¿Qué sucedió entonces? —preguntó, sin aliento.

Darel pasó la página con cuidado. Siguió leyendo.

—“Los líderes de la Iglesia sabían que no estaban tratando con un engaño común. Las voces que hablaban a través de esos muertos… no eran humanas. No eran santos. Ni siquiera eran fantasmas. Eran algo más. Algo antiguo. Algo que se alimenta del anhelo del corazón por reencontrarse con lo perdido.”

Darel hizo una pausa. Luego continuó, su voz más baja:

—“Fue entonces cuando los Norwyn intervinieron. No por poder, ni por influencia, sino por fe. Eran una de las pocas casas conocidas por su devoción profunda a Dios. Ayunaban, estudiaban la Palabra, enseñaban a otros. Eran… distintos.”

La luz tembló. Una ráfaga de viento golpeó la ventana. Nadie se movió.

—“En una de esas reuniones, mientras oraban, uno de los jóvenes cayó al suelo. Parecía sin vida. Pero cuando despertó, sus ojos estaban abiertos… y lloraba. Dijo que había escuchado la voz de Dios. Que Él les había hablado.”

Kaela sintió que su piel se erizaba. Sabía lo que venía, aunque aún no lo hubiera leído.

—“La voz dijo: ‘Los he escogido. Su linaje será un vallado. Su sangre, una clave. Su obediencia, el sello. Serán benditos en medio de las naciones, y cuando lo oscuro despierte, sus descendientes serán mi respuesta.’”

El resto de la página estaba en blanco.

El silencio que cayó fue profundo, como si el aire mismo se negara a romperlo.

Kaela no pudo hablar. Su mirada seguía fija en las últimas palabras, grabadas con mano temblorosa y fe decidida. Su sangre. Su linaje. Todo lo que había perdido… y todo lo que apenas empezaba a comprender.

—¿Por eso el símbolo está vinculado a mí? —murmuró—. ¿Por eso el santuario me reconocía? ¿Porque soy… descendiente?

—Eres más que eso —dijo Darel con seriedad—. Eres parte de una promesa. Una que nunca se olvidó… aunque el mundo haya hecho todo lo posible por enterrarla.

Lioran bajó la mirada. No por duda. Sino por respeto.

—¿Y qué pasa si el Ojo ya está mirando? —preguntó finalmente.

Darel cerró el libro con solemnidad.

—Entonces, es hora de mirar de vuelta.

Y prepararse.

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