Aun cuando los años pasen como un río imparable, la verdad se abre paso como un rayo de luz entre la tormenta, para revelar lo que se creía sepultado en las profundidades del silencio.
Así recaería, con el peso de una tormenta anunciada, la sombra de la verdad sobre la familia Al Jaramane Hilton. Enemigos de antaño, armados con secretos y rencores, volverían a tambalear la paz aparentemente inquebrantable de este sagrado linaje, intentando desenterrar uno de los misterios más sagrados guardados con celo... Desatando así una nueva guerra entre el futuro y el pasado de los nuevos integrantes de este núcleo familiar.
Aithana, Aimara, Alexa y Axel, sobre todo en la de este último, donde la tormenta haría mayor daño.
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CAPITULO 13
Confidentes
Axel
Respondo rápido el mensaje que me ha dejado Aimara y vuelvo a concentrarme en analizar los reportes que me han enviado esta mañana para la sociedad con los italianos.
Firmo los documentos que me trae mi secretaria y vuelvo a centrar mi vista en el ordenador frente a mí y...
El móvil me suena y lo cojo rápido al ver el nombre de Alexa en la pantalla.
—Si te metiste en problemas, te voy a arrancar la cabeza, Alexa —la reprendo antes de que me diga algo.
—Hermanito, te juro que no fue mi culpa —dice con seguridad.
—¿Qué ha ocurrido? —pregunto...
La estructura del instituto se erige ante mí; el campus está repleto de adolescentes iniciando y terminando el curso.
Estaciono en el parking y las dos camionetas lo hacen detrás de mí. Dejo el saco en el asiento y bajo.
—Están en la oficina del director, joven —me informa Salomón.
—Gracias, amigo.
Asiente con amabilidad y dejo que me sigan caminando delante. Los pasillos siguen siendo los mismos que cuando yo estudiaba.
En el trayecto a la oficina, saludo a algunos de los profesores que me dieron clases cuando estudié aquí.
—Qué bueno verlo por aquí, Axel —me saluda el director cuando al llegar a la puerta él está junto a esta—. Pero qué lástima que sea en estas circunstancias.
En los banquillos que hay junto a la pared de la oficina está mi hermana; me mira y pone ojos de cachorro rápidamente, táctica que sabe que le funciona.
Tiene el uniforme sucio con lo que supongo es café, el cabello lo lleva alborotado y recogido en lo alto de la cabeza como un nido; da pena ajena.
—¿Qué ha pasado? —le pregunto otra vez, ya que por teléfono no me quiso decir.
—Ya te lo dirá él —me suelta mientras señala al director, que la ve enojado.
—Solo no se lo digas a papá —me pide y no le respondo nada, solo me adentro en la oficina donde está otra chica que no conozco, pero que lleva un moretón en el pómulo y el labio roto.
Fue Alexa, no tengo ninguna duda de ello. La condenada sabe, al igual que nosotros, a pelear; papá no perdió tiempo al entrenarnos en defensa personal desde que comenzamos a dar los primeros pasos, me atrevería a decir.
Detrás de la chica hay un hombre de la edad de papá, creo.
—Pueden sentarse —dice el director.
—Hemos pedido a Alexa que llamara a sus padres, pero nos ha dicho que estaban fuera de la ciudad; ¿es eso cierto? —pregunta y, aunque odio mentir, asiento.
—Por eso estoy aquí yo —le digo y este asiente—. ¿Qué ha pasado?
—¡Esa maldita mocosa casi envía a mi hija al hospital! —truena el hombre furioso a mi lado, ignoro cómo ha llamado a Alexa y me mantengo en calma.
—Un poco de respeto, señor Troya —le pide el director.
—Hemos hablado con las jóvenes; Alexa insiste en que solo se defendió, y Skay dice que la agredió sin más —me informa.
No es el hecho de que sea mi hermana lo que me hace creerle, es el saber que jamás atacaría a nadie sin razón.
__La tuvimos que sacar porque Skay le tiene miedo por los golpes que recibió, y como se puede imaginar, es una situación que amerita un escarmiento para su hermana, señor Al Jaramane.
—Comprendo, señor; yo hablaré con ella seriamente. ¿Qué medidas tomará? —pregunto.
—Será suspendida por tres días del instituto y deberá pedir disculpas a su compañera.
—De acuerdo.
—Deberían enseñarle modales a esa cría mal portada; parece un animal —espeta el tipo a mi lado.
Me giro hacia él y me obligo a mantenerme quieto, pues es una persona mayor que yo, pero eso no quita que quiera enseñarle que el animal para pelear no es Alexa, sino yo.
—Señor, con mucho respeto, pero esa cría tiene más modales que muchos que le triplican la edad —me mira con rabia, pero no me importa.
El director le pide a la secretaria que haga pasar a mi hermano y esta lo hace, pero no deja de ver con rabia a la otra chica que sigue sentada, y con claro drama barato comienza a sollozar.
Le digo lo que me ha dicho el director y está de acuerdo con la suspensión, pero no con la disculpa.
—Alex, por favor, hazlo y nos podremos ir rápido —le pido.
—Hermano, quien empezó fue ella —me asegura.
—¿Cómo te atreves a culpar a mi hija después de ver cómo la dejaste, animal? —la paciencia se me esfuma.
—¡Ya estuvo bueno! —exploto—. Por su mala forma de hablar y dirigirse a mi hermana, ahora no acepto que se disculpe con nadie. Si usted, que es su padre, se comporta como un maldito idiota, entonces no me queda duda de que mi hermana dice la verdad.
—¡Cuida tus palabras, niño estúpido! —me grita.
—Entonces cuide usted las suyas —me defiendo.
—Lo siento, señor director, pero si se fija bien encontrará al causante de este mal rato —le digo al director y, con un asentimiento de cabeza sutil, me da la razón.
—Te enseñaré a respetar... —el golpe que lanza es detenido por Salomón antes de que llegue siquiera a acercarse a mí.
—Yo que usted me arrepentiría de intentar agredir a alguno de los dos —le dice el guardia.
La rabia parece burbujear dentro del hombre, mientras Salomón le sigue sosteniendo el brazo con fuerza. Antes de sacarlo de la oficina
—Lamento mucho este mal rato, Axel —se disculpa el director.
—No se preocupe, por suerte se ha solucionado —digo cuando, después de unos minutos, solo se acepta la suspensión de Alexa.
Pongo el coche en marcha, saliendo de los terrenos del instituto. La pelinegra que va en el asiento de al lado está en un silencio inusual, algo que me resulta extraño en ella. Su mirada está perdida, enfocada en el dije de su cadena, un gesto que suele hacer cuando está preocupada o nerviosa
—¿Me dirás qué fue lo que pasó? —pregunto, rompiendo el silencio que se ha instalado entre nosotros.
—Ya te lo ha dicho el director —responde, su voz es casi un susurro, y no me mira a los ojos.
—Él me ha dicho algo, pero eso no me interesa; lo que realmente me importa es lo que tú me dirás —le aclaro, sintiendo que es importante que sepa que puede confiar en mí. Mi hermanita se gira hacia mí, y con sus lindos ojos posados en los míos, me regala una sonrisa que ilumina su rostro.
—Es mejor que lo dejemos así; no quiero seguir hablando de esto —dice, su tono es más serio—. Me preocupa lo que dirá papá.
Detengo el coche en la orilla de la carretera. De alguna manera, sé que me lo dirá.
—¡¿Qué ocurre?! —pregunta, mirando a todos lados.
—No me moveré hasta que me digas lo que quiero saber —le dejo claro.
Su sonrisa regresa, se gira del todo hacia mí y comienza a hablar.
—Yo estaba en la cafetería con las chicas, y de repente llegó esa pesada —dice, torciendo el gesto—. Comenzó a meterse conmigo; lo dejé pasar ya que era algo que no merecía toda mi atención. —Eso último me hace sonreír; sin duda aplica los consejos que le da Aithana.
—Cuando vio que no le presté atención, se enojó, ya que a eso está acostumbrada, a tener la atención de todos en el instituto —me explica—. Estaba justo comiendo cuando sentí que me arrojaron algo encima; era un vaso de café. Incluso así lo dejé pasar, pero... cuando se volvió a interponer en mi camino, me dijo algo que me hizo enfurecer, y sin más, arremetí contra ella.
—¿Qué te dijo?
—Algo sobre papá; dijo que era un desgraciado y que acabaría igual que sus hermanos. —Asiento, intentando comprender cómo esa chica sabe eso, o incluso por qué lo dijo con tanta seguridad.
—Vale, cariño, sabes que estuvo mal golpearla —me mira con el ceño arrugado—. Tú sabes pelear, Alexa —le recuerdo—, por otro lado, no puedo juzgarte; yo habría hecho lo mismo.
—Pero prométeme una cosa —le pido.
—No podría negarle nada al mejor hermano del mundo —suelta sonriente.
—Intentarás tener mucha prudencia a partir de ahora y, sobre todo, me contarás cualquier cosa que esa chica te diga, ¿estamos? —Asiente y se suelta el cinturón para acercarse a mí y abrazarme.
—Eres el mejor del mundo —me dice.
—Lo sé —respondo seguro.
Vuelve a sentarse derecha y se pone el cinturón. Vuelvo a poner el coche en marcha en el carril, y Alexa me hace bajar el techo. La brisa nos revuelve el cabello y, como tontos, comenzamos a cantar cuando ella prende el reproductor con su música favorita.
Como ya casi es hora de la comida, nos dirigimos a casa. Al llegar, Alexa se asegura de quitarse el chaleco del uniforme que se manchó y de acomodarse el cabello antes de bajar.
En casa están todos, excepto Aithana, y me regaño mentalmente por no haber hablado con ella como debí y quiero hacerlo.
Saludamos a mamá; no notan nada raro en Alexa porque, desde que pisa el comedor, comienza a bromear con papá sobre no sé qué. Parece un radio loco de tanto que habla, y sin duda sería algo que siempre me esforzaría por mantener en ella: ese espíritu de la vida y la alegría.
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Maravillosos lectores. Les pido con todo el corazón que me apoyen con comentarios bonitos en la historia, o su opinión en sí, ya que leerlo me llena emoción y me motivan a seguir escribiendo para ustedes.
Att : Su autora ❤🌹